Editorial:

Tomar la iniciativa

LA REUNIóN que esta noche celebran en París los jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad Europea (CE), convocada a toda prisa en vista de la aceleración de los acontecimientos en la Europa del Este, no tomará probablemente ninguna decisión formal sobre un asunto que necesita de una larga y madura reflexión, pero si n.o sirviese al menos para aunar criterios y definir actitudes de principio, la CE corre el riesgo de perder uno de esos trenes históricos que pasan,ante nosotros sólo una vez en cada siglo. De ello hablarán Bush y Gorbachov en la cumbre de Malta los días 3 y 4 de diciembre. Lo...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

LA REUNIóN que esta noche celebran en París los jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad Europea (CE), convocada a toda prisa en vista de la aceleración de los acontecimientos en la Europa del Este, no tomará probablemente ninguna decisión formal sobre un asunto que necesita de una larga y madura reflexión, pero si n.o sirviese al menos para aunar criterios y definir actitudes de principio, la CE corre el riesgo de perder uno de esos trenes históricos que pasan,ante nosotros sólo una vez en cada siglo. De ello hablarán Bush y Gorbachov en la cumbre de Malta los días 3 y 4 de diciembre. Los gobiernos de la CE no pueden esperar pasivamente a que Bush les informe, en su viaje de vuelta, de lo hablado con el líder soviético.Sobre la necesidad de una ayuda inmediata al proceso democrático en Polonia y Hungría, no existen diferencias serias dentro de la CE. Un amparo que se concreta, en primer lugar, en un esfuerzo económico serio, si bien los gobiernos han recortado injustamente la cifra votada por el Parlamento de Estrasburgo. Se trata de que los países del Este que toman el camino de la reforma y de la democracia sepan que la CE es para ellos un interlocutor eficaz. Pero en las últimas semanas, con lo ocurrido en la República Democrática Alemana (RDA), en Bulgaria -y muy pronto en Praga-, el cambio ha tomado una envergadura mucho mayor. Ya no son dos países; es Europa del Este en su conjunto la que está en marcha. Y no sólo cambian los regímenes internos de los países, sino que quedan caducas decisiones internacionales que establecieron las relaciones inter-europeas a partir de una rígida división entre Este y Oeste. Entramos así en una etapa de revisión del pasado, de transición hacia nuevas formas de convivencia en el continente europeo. Y los países comunitarios no deben abordar esa etapa cada uno por su lado. Si han decidido tener entre sí "una política exterior coordinada", con más motivo en problemas que les afectan de un modo tan directo.

Admitida la premisa de que la Europa del futuro no será idéntica a la que habíamos imaginado hasta ahora, surgen varios problemas, y antes que ninguno, el de las relaciones entre las dos Alemanias. La CE debe tomar medidas para ayudar a la reforma en la RDA. Sin duda, la República Federal de Alemania (RFA) tiene en ello un interés muy especial, pero la europeización de esa ayuda tiene gran importancia para el futuro., Con menos inmediatez se plantea la necesidad de una actitud de la CE ante la perspectiva de la unidad alemana. Sería muy positivo que la Comunidad dejase claro, desde ahora, su disposición a respetar el derecho de los alemanes a unirse, siempre que ello se realice de manera pacífica y sin traumas.

Pero hablar de unidad alemana es hablar de seguridad. Y sobre estos temas es obvio que será preciso negociar con la URSS -por ahora reticentepara despejar todos los temores que pueda albergar en cuanto a su seguridad en el futuro. Se trata, además, de un tema que no se puede desligar del desarme. A este respecto, la CE debe afirmar su voluntad de impulsarlo al máximo para que la seguridad de los países europeos descanse cada vez úlenos en factores militares y cada vez más en una creciente cooperación económica y política. En esa perspectiva, ¿cuál es el futuro de los bloques militares? Sobre los temas estrictamente militares, la CE no tiene una competencia directa, pero el momento requiere una discusión política que enfoque globalmente los problemas -sin excluir ningún aspecto- del futuro de Europa.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En varios países del Este la democracia se acompaña -y este fenómeno se dio en España- con un deseo de integración europea. Hungría ha pedido ya su ingreso en el Consejo de Europa. No es realista pensar, en la etapa actual, en ingresos de esos países en la CE. Aunque tampoco es posible actuar como si el actual estado de cosas fuese a mantenerse durante mucho tiempo. Se trataría, pues, de imaginar estructuras flexibles de relación -como los diversos círculos propuestos por Delors- que faciliten la transición y preparen ulteriores integraciones.

En esta coyuntura, la CE ¿debe reforzarsus propias estructuras o debe frenar el ritmo de su construcción para dar tiempo a que otros estén preparados a ingresar? La señora Thatcher defiende la segunda opción, tal vez porque nunca ha sido una entusiasta de la verdadera unión europea. Tal actitud sería suicida. Los cambios que están al orden del día exigirán negociaciones multilaterales en las que sólo una Europa fuerte podrá ser oída. En caso contrario, la negociación tendría dos polos: »oscú y Washington. La cena del Elíseo, al adelantar el debate sobre los temas del Este, debe permitir al Consejo Europeo del 12 de diciembre dedicarse a fondo a discutir los siguientes pasos hacia la unidad monetaria y consolidar el futuro de la CE convocando la conferencia intergubernamental que deberá reformar el Tratado de Roma.

Archivado En