Editorial:

'Mafia' y ecología

LA BANDA terrorista ETA intenta ahora -como en su momento con la central nuclear de Lemóniz- abanderar en su provecho las protestas ecologistas originadas por la construcción de la proyectada autovía Irurzun-Andoáin, que unirá Pamplona con San Sebastián. La desunión y la debilidad de las fuerzas políticas vascas ante el caso Lemóniz, la impopularidad del proyecto, su localización inadecuada y la torpeza en la defensa de su necesidad por parte de los poderes públicos fueron entonces valiosas bazas utilizadas por ETA en su criminal política de chantaje, muerte y destrucción puesta en marcha para...

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LA BANDA terrorista ETA intenta ahora -como en su momento con la central nuclear de Lemóniz- abanderar en su provecho las protestas ecologistas originadas por la construcción de la proyectada autovía Irurzun-Andoáin, que unirá Pamplona con San Sebastián. La desunión y la debilidad de las fuerzas políticas vascas ante el caso Lemóniz, la impopularidad del proyecto, su localización inadecuada y la torpeza en la defensa de su necesidad por parte de los poderes públicos fueron entonces valiosas bazas utilizadas por ETA en su criminal política de chantaje, muerte y destrucción puesta en marcha para lograr su propósito de paralización de las obras. En el caso de la autovía Irurzun-Andoáin no se dan esas circunstancias y, sobre todo, existe el apoyo incondicional y unitario de las fuerzas democráticas y de las instituciones vascas, lo cual quita a la organización terrorista la más mínima base a su consabida treta de echar mano de la voluntad popular para justificar sus crímenes y sus fallidos intentos de imponer por la fuerza sus decisiones.Las Juntas Generales de Guipúzcoa, los partidos políticos representados en ellas, la Diputación de esta provincia vasca y el Gobierno navarro han dado su visto bueno a una obra que es esencial para completar la red de comunicaciones de Euskadi y facilitar las relaciones entre Navarra y el País Vasco. El largo comunicado publicado ayer por la banda terrorista en Egin es un paso más en el camino de la amenaza y un ejemplo de que el tiempo no pasa para ETA, obcecada en no reconocer la evolución social de Euskadi. Es obvio que las instituciones democráticas del País Vasco -y así lo han manifestado expresamente ayer sus representantes más cualificados- no van a doblegarse ante el nuevo desafío de la organización terrorista. Pero el movimiento ecologista generado en torno a la construcción de la autovía se encuentra ante el perentorio deber de que no le confunda su protesta con las pretensiones de un aliado tan peligroso, metido de rondón en su causa. Los afectados por el proyecto, agrupados en la Coordinadora Antiautovía, tienen derecho a defenderse ante posibles atropellos y proponer cuantas medidas se les ocurran para evitar aminorar el previsible impacto ambiental de las obras. Pero, de igual forma, deben evitar por todos los medios que la bandera del ecologismo sea ensangrentada por quienes sólo desean utilizar oportunistamente sentimientos y reivindicaciones populares al servicio del chantaje terrorista. La defensa de la Tierra, de cualquiera de sus pequeñas o grandes parcelas, no puede identificarse con métodos mafiosos o fascistas.

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