Cartas al director

¿Quién debe a quién?

Produce indignación y sobre todo tristeza comprobar lo fácil que resulta en nuestro país atentar contra la dignidad y el buen nombre de las personas, lanzando falsas y/o tendenciosas acusaciones a través de los medios de comunicación. Lamentablemente, he sido víctima de una de estas agresiones, al trascender a la Prensa unas actuaciones administrativas, que como podré demostrar en su momento, son sólo producto de un error de interpretación por parte del Insalud de la información recibida. El tema no hubiera pasado de ser un enfrentamiento más de los muchos que se producen entre la clase médica...

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Produce indignación y sobre todo tristeza comprobar lo fácil que resulta en nuestro país atentar contra la dignidad y el buen nombre de las personas, lanzando falsas y/o tendenciosas acusaciones a través de los medios de comunicación. Lamentablemente, he sido víctima de una de estas agresiones, al trascender a la Prensa unas actuaciones administrativas, que como podré demostrar en su momento, son sólo producto de un error de interpretación por parte del Insalud de la información recibida. El tema no hubiera pasado de ser un enfrentamiento más de los muchos que se producen entre la clase médica y la Administración por falta de información adecuada y/o diferencias de criterios, si no hubiera sido publicado el 24 de malo último por el diario EL PAÍS, a cinco columnas y con fotografía, convirtiendo la noticia en un suceso con trascendencia nacional. Es por esto, y ante el silencio de mi universidad, por lo que me veo obligado a aportar algunos datos que contribuyan a conocer la verdad de los hechos y a clarificar la opinión pública sobre esta cuestión.Con referencia al laboratorio de espermiología y al asunto de los 262 seminogramas practicados a pacientes privados procedentes de Prosalud, por lo que el Insalud me reclama 1.310.000 pesetas y que es el motivo del conflicto recogido por la Prensa, es necesario hacer las siguientes aclaraciones:

1. Yo fui quién en 1981 creó ese laboratorio, adscrito a mi Cátedra de Urología en el Hospital Clínico Universitario de San Carlos en Madrid, con el propósito de establecer un servicio moderno y eficaz en el que se pudieran desarrollar tanto tareas asistenciales como labores docentes y de investigación.

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Después de bastantes gestiones, yo fui quien consiguió una subvención del Ministerio de Educación y Ciencia de 1.250.000 pesetas para montar y poner en marcha el proyecto. Como podrán imaginarse los lectores, esta aportación no fue suficiente y yo mismo tuve que contribuir con 350.000 pesetas para completar los equipos y el material imprescindible.

2. En los seis años siguientes fui yo quien altruistamente sufragué con mi dinero y con los ingresos conseguidos con los escasos seminogramas practicados a mis pacientes privados, el sueldo de una laboranta y un médico investigador, así como las facturas de algún material fungible necesario para que se pudiera desarrollar la actividad rutinaria del citado laboratorio.

3. Por otra parte, hay que dejar constancia de los numerosos servicios prestados al Insalud por el citado laboratorio de espermiología, insisto creado y subvencionado en gran parte por mí. Así pues, y según los datos documentados, desde 1981 al mes de marzo de 1988, han sido más de 4.500 los seminogramas practicados a pacientes del Insalud. Si valoramos cada uno de estos servicios en 5.000 pesetas, cifra estimada por la propia inspección sanitaria, el importe total asciende a 22.500.000 pesetas, cantidad que se adeuda en su totalidad, puesto que, que yo sepa, la Administración todavía no ha satisfecho ni una sola peseta. Por tanto, si todos los laboratorios clínicos o de cualquier otro tipo que tiene el Insalud distribuidos por España le hubieran supuesto la misma carga que el de espermiología, es muy probable que la situación económica de la sanidad pública no fuese tan precaria como, al parecer, lo es actualmente en nuestro país.

No voy a extenderme en las intenciones y/o motivos últimos de este desgraciado asunto, detrás del cual muchos lectores se habrán percatado ya de las típicas zancadillas producto de las envidias y de las luchas profesionales subterráneas, frecuentes no sólo en la clase política, sino, tristemente, también en otros sectores de la vida española. A

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