Tribuna:

Tiannamen

Recuerdo ahora la plaza de Tiananmen. Al pie del monumento a los héroes había soldados que posaban con sus novias para la foto del pajarito; los buhoneros vendían cometas y flores de papel abriéndose paso entre el gentío de la explanada; en las escalinatas dormían los campesinos después de haber venerado la momia de Mao. La humanidad discurría en bicicleta por la avenida de la Paz Celestial hacia esta plaza de la Suprema Armonía pero en todo aquel espacio el silencio era muy grave, compacto, penetrado por el sudor un poco ácido que se liberaba de un millón de cuerpos bajo el fulgor del sol en ...

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Recuerdo ahora la plaza de Tiananmen. Al pie del monumento a los héroes había soldados que posaban con sus novias para la foto del pajarito; los buhoneros vendían cometas y flores de papel abriéndose paso entre el gentío de la explanada; en las escalinatas dormían los campesinos después de haber venerado la momia de Mao. La humanidad discurría en bicicleta por la avenida de la Paz Celestial hacia esta plaza de la Suprema Armonía pero en todo aquel espacio el silencio era muy grave, compacto, penetrado por el sudor un poco ácido que se liberaba de un millón de cuerpos bajo el fulgor del sol en la primavera de Pekín. En la extensión de Tiananmen se veían siempre dos colas petrificadas, ambas igualmente religiosas: una se extendía ante el mausoleo donde se exhibe el cadáver de¡ Conductor de la Gran Marcha, otra estaba formada frente al establecimiento de Pollos Kentucky. En una los devotos llegados de los territorios más profundos de China avanzaban con el ceño a media asta, en otra los nuevos consumidores bailaban al son de los transistores y en la misma acera unos tibetanos les vendían raíces esotéricas, amuletos, imágenes de divos occidentales, emblemas o chapas de multinacionales. No digo que el dilema de China se halle planteado entre Mao y los Pollos Kentucky. Sólo deseo indicar que en ese escenario se acaba de realizar una gran matanza que ha terminado con la utopía.Los carros blindados han avanzado por la avenida de la Paz Celestial para aplastar a unos jóvenes que pedían libertad en Tiananmen, allí el ejército del pueblo ha disparado por primera vez contra el pueblo, la Eterna Armonía se ha impuesto con el plomo. Después de esta bajada al infierno del terror alguien deberá devolver los sueños a una generación que luchó por alcanzar la libertad de los hombres dejando intacta su dignidad. Me niego a creer que al final de la utopía sólo haya sangre, pero deseo recrear en el humo de la memoria la plaza de Tiananmen donde una parte de la humanidad acaba de enterrar la esperanza.

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