Cartas al director

Morir por viejo y el caso de Viena

¿Pero también en Viena pasan estas cosas? Tristemente pude comprobar que ésta era mi mayor sorpresa al conocer los sucesos del pabellón 5 del hospital Lainz. Cómo envejece el trabajar con ancianos enfermos. Qué pronto se te pone duro el corazón.Al parecer, también en Austria existen mastodónticos centros ("es un enorme complejo sanitario...") dedicados exclusivamente a ancianos en avanzado estado de invalidez física y mental ("se nos morían 450 personas al año...", "habían eliminado a los más molestos -" ) y atendidos por personal escasamente cualificado ("tres enfermeras sin título que sólo d...

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¿Pero también en Viena pasan estas cosas? Tristemente pude comprobar que ésta era mi mayor sorpresa al conocer los sucesos del pabellón 5 del hospital Lainz. Cómo envejece el trabajar con ancianos enfermos. Qué pronto se te pone duro el corazón.Al parecer, también en Austria existen mastodónticos centros ("es un enorme complejo sanitario...") dedicados exclusivamente a ancianos en avanzado estado de invalidez física y mental ("se nos morían 450 personas al año...", "habían eliminado a los más molestos -" ) y atendidos por personal escasamente cualificado ("tres enfermeras sin título que sólo desempeñaban funciones de auxiliares y tenían acceso a insulina y otros medicamentos", "parece inimaginable que los médicos no se hubieran percatado de las muertes iniciadas en 1983").

En un contexto semejante, donde el protagonista lo suele ser contra su propia voluntad y lo que más desea es dejar de serlo. Donde los que de él se ocupan son conscientes de ello y, por tanto, de la inutilidad de su trabajo, con frecuencia duro en exceso y para el que no suelen estar suficientemente motivados y/o preparados.

Donde la falta de tratamiento, cuidados y rehabilitación adecuados, y por tanto las frecuentes complicaciones letales consecuentes, se suelen convertir en norma socialmente consentida. En ese contexto, repito, aumentar la dosis de insulina o sedantes es sólo cuestión de matices, aunque jamás justificable.

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Por lo visto, no parece aventurado suponer que también en esa parte rica y culta de Europa los ciudadanos deben de estar marginados por el factor edad a la hora de demandar asistencia.

¿Tendrán también problemas para ingresar en una unidad de vigilancia intensiva? ¿Y para que se les aplique un programa de diálisis renal? ¿O para que les admitan en un quirófano? ¿Rechazarán el estudio y rehabilitación de su hemiplejía porque tienen más de 80 años?

¿Les remitirán a sus casas sin una atención domiciliaria digna? ¿Consentirán también que existan residencias sin el mínimo control sanitario, donde mueren por inmovilidad, deshidratación y podredumbre ... ?

Es necesario resistirse a creer que tanto los postulados de la Organización Mundial de la Salud como el artículo 50 de nuestra Constitución, cuando hablan de los cuidados específicos de salud para las personas de edad, son papel mojado.

No es admisible que se prolongue por más tiempo una formación básica al respecto a todos los profesionales de la sanidad y una gerocultura elemental a toda la población. Sólo así usuarios y profesionales no sólo dejarían de ser cómplices, con frecuencia involuntarios, de situaciones aberrantes, sino que demandarían unos medios adecuados. No es comprensible que la Administración mantenga un papel pasivo, cuando no protagonista, ante estas situaciones.

El fenómeno del envejecimiento no tiene precedentes conocidos en la historia de la humanidad. Si entre todos no lo remediamos, en las próximas décadas también podemos asistir a un genocidio sin precedentes. Los sucesos de Viena sólo son una muestra. Y probablemente no la primera-

Médico geriatra.

Después

de haber leído el dossier que ha publicado el diario que usted dirige sobre la eutanasia, me ha surgido una duda por lo que de él se desprende: qué posibilidad tiene un ciudadano enfermo (fase terminal) de que no le maten, si él no lo quiere, cuando la opinión de médicos, jueces y familiares es de que muera.Aunque no creo que en ningún caso se debe procurar con medios artificiales la muerte de nadie, mucho menos que pueda darse este caso, saltándose a la torera la voluntad del sujeto que lo va a sufrir-

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