Editorial:

No les moverán

POR SEGUNDA vez tras el 14-D, el Comité Federal del PSOE ha discutido las consecuencias de la situación que esa fecha simboliza, sondeando la posibilidad de recomponer las relaciones con el sindicato. Existen, sin embargo, diferencias entre el debate de enero y el producido este fin de semana. De un lado, la actitud de la dirección del partido es ahora menos defensiva que entonces. De otro, tanto la cúpula de UGT como sus valedores en el seno del partido parecen haber tomado conciencia de la pérdida de iniciativa una vez que los sindicatos fueran incapaces de rentabilizar su éxito movilizador ...

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POR SEGUNDA vez tras el 14-D, el Comité Federal del PSOE ha discutido las consecuencias de la situación que esa fecha simboliza, sondeando la posibilidad de recomponer las relaciones con el sindicato. Existen, sin embargo, diferencias entre el debate de enero y el producido este fin de semana. De un lado, la actitud de la dirección del partido es ahora menos defensiva que entonces. De otro, tanto la cúpula de UGT como sus valedores en el seno del partido parecen haber tomado conciencia de la pérdida de iniciativa una vez que los sindicatos fueran incapaces de rentabilizar su éxito movilizador mediante unos acuerdos negociados.Así, pasada la euforia del momento, cundió una cierta perplejidad. Las centrales -y especialmente el debate civil planteado al calor de sus reivindicaciones- habían puesto en dificultades al Gobierno socialista, desvelando las insuficiencias de sus planteamientos desarrollistas y acabando con el mito de que no existía la posibilidad de políticas económicas alternativas, o al menos de modulaciones diferentes de la política aplicada. Tras las frustradas negociaciones de enero, el giro social, tal como ha quedado acuñado este concepto, seguía pendiente -en relación no únicamente a la plataforma del 14-D, sino a aspectos como la vivienda, los servicios sociales básicos, etcétera-, pero las centrales habían perdido la iniciativa como motores de ese giro.

Paralelamente a esa quiebra, y pasado el susto de diciembre, el Gobierno, reforzado por el apoyo explícito de las fuerzas de centro y derecha representadas en el Congreso de los Diputados, vuelve a defender sin complejos las líneas maestras de su política económica, aunque sí parece dispuesto a cambiar el discurso con que ella se legitima. La reunión del comité federal concluida ayer viene a ser el paradigina de esta actitud: se admite de nuevo que la participación de los sindicatos en la plasmación del proyecto socialdemócrata no es sólo instrumental, sino determinante en el resultado final, y que el método, la concertación, determina el objetivo; pero se añade que el proyecto no puede supeditarse al acuerdo previo de las centrales de clase.

La resultante mantiene una ambigüedad sustancial, que, por otra parte, no resuelve la discusión abstracta sobre si el crecimiento es anterior o simultáneo a la redistribución. Naturalmente que el crecimiento es premisa básica, pero si resulta imprescindible asociar a los trabajadores al proceso, el conjunto de la política gubernamental deberá tender a garantizar, mediante acuerdos pactados ahora -lo que implica contrapartidas verificables-, el sentido del reparto futuro. En otras palabras, la redistribución del poder y de la influencia social, la articulación de la sociedad con arreglo a valores diferentes a los tradicionales, no tiene que aplazarse al cumplimiento de los objetivos de crecimiento económico. Lo que hay que descartar es que los trabajadores vayan a prestar su adhesión, electoral o social, a un Gobierno sólo porque se titule de izquierda o prometa la felicidad mañana. Ello implica otorgar a los sindicatos un papel en la definición de las prioridades, y no sólo en su sanción a posteriori.

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La comisión creada para intentar desbloquear las relaciones con UGT podría haber sido un primer paso en esa dirección, pero el anuncio de su composición no podrá ser entendido sino como una provocación por los sindicatos. Entre sus cinco miembros figuran José María Benegas y Francisco Fernández Marugán, dos de los hombres encargados por la ejecutiva del partido de dirigir la campaña contra las centrales sindicales en vísperas de la huelga general de diciembre. La presencia arbitral del presidente ,del PSOE, Ramón Rubial, o del secretario de los socialistas catalanes, Raimon Obiols, no. parece suficiente elemento de moderación. La crisis de diciembre reveló que en el seno del partido son más numerosos los socialistas que han comprendido que la derrota de los sindicatos es también la del proyecto socialista de lo que las votaciones del comité federal revelan. Ni su voz ha sido oída en este comité (por su propia composición), ni se cuenta con ellos para reanudar un diálogo con los sindicatos que la disposición de la ejecutiva socialista hace hoy escasamente practicable.

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