Un mal chiste para Cataluña

Cuando Dalí murió, a los 84 años, el pasado 23 de enero, se creía que había dejado por lo menos una parte de su herencia artística a su Cataluña natal. Un puñado de sus íntimos que cuidaron del temperamental artista en los últimos años habían puesto sus esperanzas en algunos de sus bienes.Pero cuando se revelaron las condiciones de su última voluntad hubo un asombro general. El pintor había dejado en herencia todos sus "bienes, derechos y creaciones artísticas al Estado español, con el deber expreso de conservar, divulgar y proteger sus obras artísticas". El último testamento de Dalí estalló c...

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Cuando Dalí murió, a los 84 años, el pasado 23 de enero, se creía que había dejado por lo menos una parte de su herencia artística a su Cataluña natal. Un puñado de sus íntimos que cuidaron del temperamental artista en los últimos años habían puesto sus esperanzas en algunos de sus bienes.Pero cuando se revelaron las condiciones de su última voluntad hubo un asombro general. El pintor había dejado en herencia todos sus "bienes, derechos y creaciones artísticas al Estado español, con el deber expreso de conservar, divulgar y proteger sus obras artísticas". El último testamento de Dalí estalló como una bomba de acción retardada. La voluntad del artista, realizada secretamente ante un notario local en 1982 con dos campesinos catalanes como testigos, causó malestar en Barcelona, en donde se esperaba que el legado de Dalí fuera la aportación principal de un nuevo museo que se completaría a comienzos de los noventa.

Sin embargo, cayó como llovido del cielo en Madrid, que se encuentra en proceso de hacer de su Centro de Arte Reina Sofía el imán de una nueva colección de arte moderno. El golpe de Dalí tuvo incluso ramificaciones políticas. Desde la muerte de Franco, Cataluña había recobrado la autonomía que el dictador reprimió al fin de la guerra civil, pero sus relaciones con el Gobierno central de Madrid siguen siendo espinosas, y llenas de suspicacias.

13 de febrero

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