Reportaje:

Mejor en Jaén

Un centenar de trabajadores paquistaníes mantiene su residencia en Linares a pesar de la crisis de la minería

En Linares (Jaén) se asienta una de las colonias de inmigrantes paquistaníes más numerosa de España. Sus miembros, cerca de un centenar, llegaron a Linares en la década de los setenta para trabajar en los entonces fructíferos yacimientos mineros de la comarca , hoy en pleno declive. Los lugareños preferían emigrar a Cataluña o Madrid antes de contraer silicosis, enfermedad del minero. "Comencé atrabajar al día siguiente de presentarme al patrón; los españoles no querían ese trabajo", recuerda Mohamed Jamil.

Jamil, de 31 años, es oficial de primera de la mina La Cruz, la únic...

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En Linares (Jaén) se asienta una de las colonias de inmigrantes paquistaníes más numerosa de España. Sus miembros, cerca de un centenar, llegaron a Linares en la década de los setenta para trabajar en los entonces fructíferos yacimientos mineros de la comarca , hoy en pleno declive. Los lugareños preferían emigrar a Cataluña o Madrid antes de contraer silicosis, enfermedad del minero. "Comencé atrabajar al día siguiente de presentarme al patrón; los españoles no querían ese trabajo", recuerda Mohamed Jamil.

Jamil, de 31 años, es oficial de primera de la mina La Cruz, la única -de las tres que había en la comarca- que ha logrado sobrevivir a la drástica reconversión minera, que ha causado verdaderos estragos entre los paquistaníes linarenses.Al perder el empleo sólo unos pocos regresaron a Pakistán; la mayoría ha mantenido su residencia en Linares y hoy se dedica a la venta ambulante de artículos de bisutería. Sólo una treintena continúa extrayendo plomo en La Cruz, cuya plantilla sobrepasa los 230 mineros. Trabajan ocho horas diarias, a destajo, para ganar entre 70.000 y 80.000 pesetas al mes. Parte del sueldo lo envían a Pakistán para la manutención de sus padres y, en de terminados casos, esposas e hijos. "En mi país los ancianos no tienen pensión como aquí en España, y los hijos tenemos la obligación moral de mantenerlos", explica Jamil en un correcto español no exento de acento árabe.

Jamil llegó hace 13 años a España, guiado por un espíritu de aventura y ávido de conocer los vestigios musulmanes andaluces. "En Pakistán", afirma, "leía mucho sobre España; estudié que los árabes estuvieron durante ocho siglos en Andalucía y quería conocer la Alhambra".

Los súbditos paquistaníes habitan en los barrios marginales de Linares y desean integrarse en la población. Jamil asiste a las clases de educación de adultos y tiene un carisma especial entre su gente, que piden su compañía cuando precisan asistencia médica o solucionar algún asunto burocrático. "Él se explica y conoce mejor el idioma que los demás; si voy al médico y éste no me entiende, puede recetarme algo que me haga más mal", razona Shabbir Ahmed, de 39 años.

Ahmed vive en un conflictivo y paupérrimo barrio suburbial denominado El Cerro, en el que predominan familias gitanas. La relación de Ahmed con sus vecinos es la precisa: "No me trato con ellos; sólo hola y adiós y cada cual en su casa". Ahmed no paga alquiler por su vivienda, propiedad de la mina.

Atuendo musulmán

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Su esposa, Lerveen Akhtar, de 35 años, es analfabeta y "sólo sabe firmar", alega Ahmed para justificar que excepcionalmente le permita ir al mercado a hacer la compra, que suele realizar él. Akhtar va siempre ataviada con el típico atuendo musulmán y lleva un anillo adosado en la nariz. Por el contrario, Ahmed se pone ropa convencional cuando sale a la calle. Su esposa, que desconoce aún el idioma español, sigue fielmente las costumbres de su .país. Su convicción moral no le permite posar ante una cámara fotográfica, actitud que respalda Ahmed. "En Pakistán aún no está asumido que la mujer se deje fotografiar, la gente la criticaría y pensaría mal de ella", justificaba después Jamil, aunque personalmente lo considera un absurdo.La última vez que Jamil visitó su país tuvo que dejarse allí a su mujer y dos hijos por falta de dinero para costearles el billete del avión, que le supone unas 500.000 pesetas. En febrero se propuso ahorrar para traerse a la familia con él. "A lo mejor", dice, "tengo que ir personalmente a por ellos, pues mi padre no ve bien que una mujer haga sola un viaje tan largo".

Los paquistaníes de Linares practican sus creencias religiosas todos los días y cumplen a rajatabla los preceptos del Ramadán. Una comisión solicitó un solar al Ayuntamiento, que ha aceptado, para construir una mezquita en la ciudad. "Vamos a pedir ayuda económica a la comunidad musulmana para construirla", explica Jamil, que reza cinco veces al día, como los demás, durante 15 minutos. En el mes del Ramadán prefieren orar juntos, de ahí que utilicen una habitación grande que las monjas de un convento cristiano les dejan en esa época.

Hanif Zaidi es otro paquistaní que trabaja de palista en La Cruz, en la que hace años fue elegido delegado sindical. Cuando habla de la mina no puede reprimir su espíritu laboral-reivindicativo. Los paquistaníes coinciden en que en España viven mejor que en su país. "Pakistán es un país tercermundista", opina Jamil al hablar sobre las condiciones de vida de allí. "Aquí no estamos discriminados, pero sí mal pagados para lo duro que es el trabajo de la mina", asegura Zaidi, mientras Jamil afirma que algunos de sus paisanos que han perdido el empleo en la mina no han percibido indemnización, a diferencia de los españoles.

Encontrar una vivienda digna es el principal problema de estos inmigrantes. "El sueldo, descontando lo que enviamos a nuestras familias, no nos permite adquirir un piso en condiciones; la única posibilidad es una vivienda subvencionada del Ayuntamiento", precisa Jamil, "pero en Linares se nos discrimina en ese tema".

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