Tribuna:

Lo que viví en un hospital

El político tiene que contar con la realidad; no puede hacer caso omiso de lo que vive el pueblo ni de lo que siente la gente. Tiene que descender cada día de su pedestal. Es preciso que conviva más, que escuche más y que no intente, un poco zafiamente, resolver los problemas sólo cuando truena. Tiene que acostumbrarse a prevenir más que a corregir.Durante ocho días he vivido en el hospital Gregorio Marañón, minuto a minuto, estos problemas reales que alarman a los ciudadanos. Nunca había estado internado en un centro hospitalario, pero estos días del escándalo pasé por urgencias, por habitaci...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El político tiene que contar con la realidad; no puede hacer caso omiso de lo que vive el pueblo ni de lo que siente la gente. Tiene que descender cada día de su pedestal. Es preciso que conviva más, que escuche más y que no intente, un poco zafiamente, resolver los problemas sólo cuando truena. Tiene que acostumbrarse a prevenir más que a corregir.Durante ocho días he vivido en el hospital Gregorio Marañón, minuto a minuto, estos problemas reales que alarman a los ciudadanos. Nunca había estado internado en un centro hospitalario, pero estos días del escándalo pasé por urgencias, por habitaciones compartidas; estuve en una unidad de asistencia continuada; viví una situación de verdadera gravedad, y por fin quedó vencida mi dolencia.

¿Qué puedo decir de esta experiencia? Que estoy satisfecho de haberla vivido, haciendo de la necesidad virtud, sacando lo que pude de mis observaciones en estos días de reclusión sanitaria.

Supe lo que eran las molestas pruebas para encontrar la causa de nuestros males flisicos. Conviví con otros sus padecimientos. Me apenó ver junto a mí a quien estaba más con un pie en el otro lado de la vida que en éste. Escuché las dolidas palabras de enfermeras, auxiliares, sanitarios y demás personal, así como de algunos médicos que viven momento a momento los males que ha aireado la Prensa. Y sobre todo, observé sin juzgar lo que veía, para no distorsionar la realidad con mis prejuicios, que, desgraciadamente, se confirmaron.

Respecto a los profesionales de humanizar -que eso deben ser los médicos, enfermeras, auxiliares y sanitarios- quedé sorprendido por su actitud de acogimiento afectivo. Llamar por su nombre al enfermo, decirle una palabra amable, atenderle solícitamente, fue para mí una experiencia no esperada. Y si en algún momento ocurre una reacción negativa, es producto más bien de la tensión que produce la organizacíón que viene de arriba. Los burócratas o los políticos no se percatan de que demasiadas veces hay poco personal o medios para atender a los enfermos. El final de una jornada supone una excesiva tensión. Yo he visto, por ejemplo, a los médicos acudiendo de un lado para otro; pero esta actividad entregada la he comprobado sobre todo en aquellos que no se hallan en lo más alto de la jerarquía.

No puedo comprender que se gaste en otras cosas, que sin duda son deseables, pero que no son prioritarias, en comparación con los problemas humanos que allí vi. En los presupuestos debía tener preferencia la educación popular en una ética civica, que nadie enseña; la sanidad requiere una atención y una organización humanista diferentes; y la juventud tiene que ser insertada positivamente en la sociedad. Lo demás: festivales, autopropaganda política, conmemoraciones, altos gastos de representación o incluso otras necesidades ministeriales, debía rebajarse drásticamente hasta que estuvieran cubiertas las otras necesidades prioritarias. Y sinceramente, no he visto realizadas las sanitarias.

¿Qué hacer entonces?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

No se trata sólo de destituir al director provincial del Insalud: ése es un procedimiento engañoso de resolver las cuestiones. El problema está más arriba: se trata de hacer una planificación presupuestaria distinta, a nivel estatal y a nivel autonómico, que favorezca una concepción nueva, sin dejarse llevar por caminos rutinarios ni por la autocomplacencia del brillo puramente exterior. Hay que seleccionar prioridades adoptando un punto de vista humanista, y no el de una política de grupo, ni de complacencias con grupos de presión (Ejército, Iglesia, partido ... ) o de intereses (banca, finanzas ... ), a los que ni podemos ni debemos plegarnos los ciudadanos. El 14-D fue una ejemplar reacción popular, como en gran parte lo fueron las protestas de los estudiantes o de los profesores. La desgracia de nuestra democracia (sólo incipiente, para nuestro mal) es que únicamente a golpe de maza popular termina el Gobierno -estatal o autonómico- por hacer caso.

Tampoco se trata de que las cabezas responsables, sanitarias u hospitalarias, acudan de prisa y corriendo solamente cuando suena la campana de fuego en estos centros, intentando momentáneamente lavar la cara a las deficiencias. Eso ni es política para el pueblo ni tiene eficacia real.

Habría que plantearse lo que se hace en algunos países, y que me sugieren el economista Schumacher, Paul Goodinan, el sociólogo, y un organizador de empre sas como Mac Gregor:

- Reducir la organización confiar más en las personas, su primir mandos intermedios exce sivos, promover el contacto di recto de los de arriba con los de abajo y dar a cada responsable facultades de decisión rápida.

- Hospitales y centros de urgencia más pequeños, más per sonalizados y mejor distribuidos aprovechando la cantidad de mé dicos jóvenes que después de pasar el MIR son abandonados, su suerte sin usar sus conocimientos ni su entrenamiento.

- Responsabilizar a cada director de servicio o departamento de su presupuesto, sin tene que depender de controles buro cráticos y paralizadores.

- Organizar grupos más pe queños de funcionamiento autó nomo, simplificando la comuni cación sin necesidad de tanto memorandos, reuniones cons tantes, ni la preocupación del fal so prestigio personal.

- Desarrollo a fondo de la medicina domiciliaria, que evita se el exceso de internamientos.

- La distribución de médicos, enfermeras, sanitarios y de más personal de acuerdo con la necesidades humanas del paciente, y no con baremos puramente económico-administrativos.

- La calidad es más impor tante que la cantidad, tanto en construcción como en atención personal o servicios; pero no hay que olvidarse de dos cosas: que la calidad no tiene que ser lujo innecesario y que una cantidad razonable es siempre necesaria para que la calidad sea eficaz.

Archivado En