El carisma de Pérez, decisivo en su reelección

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JOSÉ COMAS ENVIADO ESPECIAL, El carisma del candidato Carlos Andrés Pérez, la maquinaria de su partido -Acción Democrática (AD)- y los errores estratégicos de su principal contrincante, el democristiano Eduardo Fernández (COPEI), de 48 años, fueron factores decisivos del resultado de las elecciones del domingo en Venezuela. Por primera vez en la historia democrática venezolana, un ex presidente volvió a ser elegido. Además, Pérez, de 66 años, rompió la no escrita ley del péndulo, que desde 1968 había introducido, de hecho, la alternancia de adecos (AD) y copeyanos (COPEI) en la presidencia.

La arteriosclerosis de un anacrónico Consejo Supremo Electoral (CSE) impide todavía tener resultados oficiales sobre una base suficiente de mesas escrutadas. Además, el CSE impuso el domingo un bozal informativo a los medios audiovisuales venezolanos y les prohibió difundir sus cálculos electorales no oficiales.

Las proyecciones de la cadena privada Venevisión daban la noche del domingo, al adeco Pérez, 3.893.888 votos, un 51,7%, y al copeyano Fernández, 2.734.007, equivalente al 36,3% del electorado. Esto significa una diferencia de 15 puntos (1,1 millones de votos). Al mismo tiempo, a paso de tortuga, el CSE dio su Boletín oficial número 3 a las 11.30 de ayer, (16.30 en España), con el 4,78% de los sufragios escrutados, que adjudicaba a Pérez el 51,9% y a Fernández el 38,5%.

La ineficiencia del CSE, y su empecinamiento legalista en no consentir la difusión de resultados no oficiales, creó una situación kafkiana y digna de entrar en la antología del surrealismo mágico. Pérez, también llamado CAP, aparecía triunfalmente en las pantallas de Venevisión con un fondo musical hollywoodense, y conversaba con los periodistas con frases del estilo de: "Si se cumplen esos resultados que esperamos, yo haré...", o "Si se confirman las previsiones que tenemos y no podemos difundir... ".

Sobre la base precaria de resultados no oficiales y provisionales, se puede concluir que la victoria de CAP podría aproximarse cuantitativamente a la alcanzada por su compañero de partido, el actual presidente, Jaime Lusinchi (AD), cuando hace cinco años sacó casi 1,5 millones de votos de ventaja al ex presidente Rafael Caldera (COPEI).

Todo indica que AD conservará la mayoría absoluta de escaños en el Congreso. COPEI ha sufrido la derrota de su candidato presidencial y parece que sus resultados para el Congreso significan un retroceso a las posiciones que tenía hace 20 años. Otro elemento interesante es el crecimiento de la fuerza parlamentaria del Movimiento al Socialismo (MAS), que podría lograr un 10% de escaños, el doble de los que tenía en la actual legislatura. El MAS, partido que se define como socialista democrático, ha confirmado su posición de tercera fuerza política de Venezuela y trata, una vez más, de instalarse como "tercera pata de la mesa", junto a los adecos y copeyanos.

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Los factores que explican el triunfo de Pérez hay que buscarlos, en primer lugar, en la personalidad arrolladora del candidato y el dulce recuerdo que evoca su presidencia de 1974 a 1979, en los días de la plata fácil, consecuencia de la bonaza petrolera. Eran los tiempos del bolívar a 4,30 dólares. Hoy se necesitan 38 bolívares para comprar un dólar.

Pérez contó además para su triunfo con la poderosa maquinaria adeca y la disciplina de este partido, que supo aceptar la victoria en las elecciones internas de un candidato que desafió a la argolla dirigente de AD.

Se escribió entonces que Pérez tenía más difícil la designación como candidato adeco que la eleción presidencial. Los hechos han confirmado esta tesis. La maquinaria adeca aceptó al candidato CAP y se puso a trabajar para su triunfo, a pesar de que no era el apoyado por la argolla dirigente.

Se benefició Pérez de la popularídad del actual presidente, Lusinchi, a quien parece no haber dañado la crisis económica ni los escándalos provocados por la injerencia en asuntos de Estado de su secretaria personal, Blanca Ibáñez; ni su tormentoso divorcio, que todavía está pendiente de la decisión de los tribunales. Lusinchi goza de simpatía popular, tiene la imagen de un buen hombre y su gobierno gris ha conseguido, por lo menos, evitar que la crisis se desmadrara y llevase al país a la ruina. A esta popularidad de Lusinchi ha contribuido sin duda la débil oposición copeyana. Obsesionado por Pérez, Tigre Fernández se olvidó de atacar al Gobierno.

Un populista barnizado de socialdemócrata

I. C. Sus colaboradores le tratan respetuosamente de "presidente", en los periódicos le escriben CAP, otros le dicen simplemente "Carlos Andrés" y el pueblo le llama El Gocho. Este prodigio de energía a los 66 años, que se levanta todos los días a las cinco de la mañana y que parece hiperquinético, goza de la simpatía popular y ha sabido convertir el insulto que dan en Venezuela a los andinos, gochos, en apelativo cariñoso.

Su capacidad de distorsionar el insulto a su favor la pone de manifiesto CAP continuamente. Durante su presidencia (1974-1979) nacionalizó el literro, el petróleo, y su afán venezolanizador dio origen a un sinfín de empresas con el sufijo ven. Por eso sus adversarios le sacaron el mote de Locoven, para decir que no está del todo en sus cabales. CAP le dio la vuelta al insulto y dijo: "Primero me decían Locoven y ahora todos me dicen Ven, loco". Su capacidad de responder la demostró cuando un periodista le preguntó qué opinaba de la perestroika. CAP replicó que se alegraba de que sus ideas -por lo de Peres- también se hubiesen impuesto en la Unión Soviética.

Pérez se define como socialdemócrata, pero sus características encajan mejor dentro del populismo latinoamericano más clásico, combinado con unos toques de socialdemocracia. No en balde, CAP es uno de los vicepresidentes de la Internacional Socialista, se manifiesta amigo de Felipe González, de quien dijo ayer que "aprendió aquí con nosotros".

El anciano presidente de AD, Gonzalo Barrios, de 85 años, dijo que "a Pérez le falta un poco de ignorancia", referencia a que siempre tiene una respuesta para todo. CAP reconoció que Barrios tiene razón: "Soy un especialista en generalidades", dijo.

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