En busca de un proyecto estratégico global

F. G. B., Ni Bush ni Dukakis tienen un proyecto estratégico global. Carecen de un pensamiento internacional definido. Esto les obligaría a descansar en sus asesores, quizá excesivamente, opinan algunos observadores. La falta de una idea del mundo, como la tuvieron Nixon, Kennedy o, a su manera simple pero eficaz, el propio Reagan, permiten aventurar que el pragmatismo, sin los tintes ideológicos que han caracterizado a la actual Adminístración, guiaría la política exterior de cualquiera de los dos en la Casa Blanca.

Michael Dukakis, que no ha estado nunca en Moscú, ni en ninguna de las...

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F. G. B., Ni Bush ni Dukakis tienen un proyecto estratégico global. Carecen de un pensamiento internacional definido. Esto les obligaría a descansar en sus asesores, quizá excesivamente, opinan algunos observadores. La falta de una idea del mundo, como la tuvieron Nixon, Kennedy o, a su manera simple pero eficaz, el propio Reagan, permiten aventurar que el pragmatismo, sin los tintes ideológicos que han caracterizado a la actual Adminístración, guiaría la política exterior de cualquiera de los dos en la Casa Blanca.

Michael Dukakis, que no ha estado nunca en Moscú, ni en ninguna de las capitales de los principales aliados europeos (Londres, Bonn o París), aunque habla idiomas (español, francés, griego y algo de coreano), dato exótico en un político norteamericano, descansa en los papeles y consejos de la llamada Mafia de Harvard. Un equipo de profesores de la prestigosa y liberal universidad bostoniana que, en cierta medida, recuerda a los "mejores y más brillantes" que trajo Kerinedy a Washington hace 28 años.

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Dukakis compensa a los asesores de Harvard con una mujer bastante conservadora, profesora de la universidad católica de los jesuitas de Georgetown, en Washington, llamada Madeleine Albright.

Bush tiene la experiencia -que le falta a Dukakis, aunque no está probada y existen dudas sobre su papel y su capacidad de juicio en el Irangate o en el asunto Noriega y Panamá. Ha visitado como vicepresidente y globetrotter de Reagan -casi siempre de funeral en funeral de Estado-, 72 países y se ha entrevistado varias veces con Gorbachov. James Baker, ex secretario del Tesoro con Reagan, un abogado pragmático con experiencia en el mundo económico intemacional, será muy probablemente su secretario de Estado. Y dado el carácter de Bush, que como Reagan se deja influir más por la relación personal que por los complejos informes, Baker sería un secretario de Estado fuerte a la antigua usanza.

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