Cartas al director

Defensa de Paz

Le falta credibilidad, ética, estética, razón y conocimiento a su colaborador Francisco Umbral cuando en su Eclipse (y digo bien, Eclipse) del domingo 22 de mayo arremete con tanta saña contra Octavio Paz, que es para muchos no sólo uno de los escritores que más han contribuido y contribuyen (léase su reciente Arbol adentro) a que nuestro idioma explore territorios luminosos y ciertos, sino que ha impulsado e impulsa el diálogo entre las culturas a favor de una vida más vivible e intensa para todos los hombres. Umbral transforma en su artículo las ideas y la actitud políti...

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Le falta credibilidad, ética, estética, razón y conocimiento a su colaborador Francisco Umbral cuando en su Eclipse (y digo bien, Eclipse) del domingo 22 de mayo arremete con tanta saña contra Octavio Paz, que es para muchos no sólo uno de los escritores que más han contribuido y contribuyen (léase su reciente Arbol adentro) a que nuestro idioma explore territorios luminosos y ciertos, sino que ha impulsado e impulsa el diálogo entre las culturas a favor de una vida más vivible e intensa para todos los hombres. Umbral transforma en su artículo las ideas y la actitud política del escritor mexicano en un injusto y calumnioso batiburrillo reaccionario, hasta el punto de acusarle de estar pagado por el oro de Reagan. Nada de cuanto dice Umbral en su prosa alimentaria concuerda con las reflexiones que Octavio Paz hizo ante un numeroso público en las recientes reuniones del ICI, ni con sus declaraciones a la Prensa, ni -y esto es lo más grave: el señor Umbral puede que no tenga tiempo ni ganas para perseguir la actualidad, pero no debería desconocer tan flagrantemente aquello de lo que habla- con la permanente defensa de la libertad y el diálogo que Octavio Paz ha dejado escrita en sus libros. ¿Cómo entender la furia inquisidora de Umbral, que le lleva a mudar su, al parecer, admiración de antaño en acusaciones tan pedestres, mendaces y faltas de todo fundamento? Se me ocurre una explicación: a falta de mejores argumentos con los que rellenar una de sus múltiples colaboraciones en la Prensa, el señor Umbral ha alanceado sus propios fantasmas, ha hincado el diente en uno de los más disparatados cotilleos del mundo que frecuenta y ha malgastado una vez más -aunque nunca con tanta injusticia- su bulliciosa verborrea en ofrecernos un retrato de su propio interior: allí donde una vez estuvo quien podía leer Piedra de sol hoy sólo se alza un ser petrificado por su propia decadencia.- Alfredo J. Ramos.

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