Tribuna:

Iglesia y Estado en Suráfrica

El conflicto entre la Iglesia y el Estado es Particularmente importante en Suráfrica, y ello no tiene su origen sólo en el carácter abiertamente racista del Gobierno de Pretoria. El autor, un periodista surafricano, analiza la situación.

El centro de este conflicto es el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo y premio Nobel, Desmond Tutu, y el hombre que controla Suráfrica, el presidente Pieter Botha. La controversia ha desenterrado antagonismos políticos históricos, y tiene la potencialidad de crear conflictos masivos entre el Estado y la Iglesia. El arzobispo Tutu es el primer hombre ...

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El conflicto entre la Iglesia y el Estado es Particularmente importante en Suráfrica, y ello no tiene su origen sólo en el carácter abiertamente racista del Gobierno de Pretoria. El autor, un periodista surafricano, analiza la situación.

El centro de este conflicto es el arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo y premio Nobel, Desmond Tutu, y el hombre que controla Suráfrica, el presidente Pieter Botha. La controversia ha desenterrado antagonismos políticos históricos, y tiene la potencialidad de crear conflictos masivos entre el Estado y la Iglesia. El arzobispo Tutu es el primer hombre negro que encabeza la influyente y bastante tradicionalista iglesia anglicana, una rama autónoma de la iglesia oficial de Inglaterra. Su iglesia ha tenido roces con el Partido Nacional desde que este último llegó al poder, en 1948, aunque ninguno ha sido tan serio como el presente impasse en que se encuentra.En el siglo XIX, las autoridades británicas y sus misioneros, que eran relativamente recién llegados a Ciudad del Cabo, estaban representados principalmente por los granjeros holandeses establecidos en la frontera blanca-negra de la región Este. Se produjo una rebelión básicamente contra los británicos y su forma de vida, que culminó en la Gran Marcha (The Great Trek). Fue una emigración hacia el interior de 14.000 disidentes que estaban decididos a ser libres e independientes. Libres también para seguir imponiendo una política de supremacía sobre la población negra.

En la actualidad, los herederos políticos de los afrikaners (trekboers), que es el Gobierno dominado por el Partido Nacional, se ha visto implicado en un conflicto con la misma Iglesia anglicana, que tanto irrita a sus antepasados. Pero ya no son solamente los arzobispos muy anglófilos, educados en Oxford, que domina la Iglesia anglicana, los que han tenido que soportar a los afrikaners, sino también a un negro simpatizante del Congreso Nacional Africano, que ha ganado fama mundial, llamado Desmond Tutu. Este hecho añade leña al fuego, y lleva al conflicto a convertirlo en un frente nacional en todo el país sobre el apartheid, además de asegurar el interés de todo el mundo. Después de su triunfo para hacerse con el poder en abril de 1948, el Gobierno nacionalista institucionalizó el apartheid, aprobando varias leyes basadas en la discriminación racial. Las iglesias no afrikaners, contrarias a este movimiento, con los anglicanos a la cabeza, se opusieron. Ya en diciembre de 1948 éstos declararon que la discriminación basada solamente en motivaciones raciales era contraria a los principios de la religión cristiana. Las iglesias reformistas holandesas (a veces llamadas el Gobierno de los rezos), todas progubernamentales, tardaron una generación para llegar a una conclusión parecida. En los años cincuenta, el Gobierno chocó con las iglesias frontalmente, cerrando o haciéndose cargo de las escuelas de misioneros de la iglesia. Algunas de ellas se denominaban escuelas de protesta. Hubo reuniones polémicas en las cuales se vieron envueltos los arzobispos con el Gobierno. En 1957, el entonces arzobispo de Ciudad del Cabo, Geoffrey Clayton, comunicó al Gobierno que si seguía adelante con su medida de limitar la asistencia de la población negra a las iglesias en zonas blancas, la suya desafiaría a la ley. Su sucesor, el holandés nacido Joost de Blank, se enfrentó abiertamente con el Gobierno sobre si los negros podían asistir o no a los oficios religiosos, como tradicionalmente lo hacían, en las escuelas de los blancos.

Crisis

En la medida que la crisis fue en aumento, desde los enfrentamientos con armas de fuego de Sharpeville, en 1960; la revuelta de Soweto, en 1976, hasta el período de 1984-1987, en que la violencia sacudía al país a todos los niveles, la jerarquía eclesiástica anglicana se ha visto enfrentada de una forma u otra con el Gobierno. Algunos de sus miembros fueron deportados, a otros se les limitaron sus funciones y a un tercer grupo se le demandó judicialmente. Un deán de Johanesburgo fue absuelto en un juicio acusado de traición.

Las restricciones decretadas por el Gobierno que afectan a 18 organizaciones antiapartheid han sido ampliamente criticadas, como asimismo el rechazo a conceder clemencia a los seis de Shaperville, que se enfrentarán a la horca por un asesinato cometido en la zona negra. Este hecho dio origen al melodrama ocurrido en el centro de la ciudad, cuando dos arzobispos (Tutu y el arzobispo católico Stephen Naidoo) fueron detenidos en el exterior de la catedral de San Jorge, cuando con toda dignidad y en unión de otras jerarquías eclesiásticas se dirigían a presentar una petición al presidente Botha.

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Entre los funcionarios del arzobispo anglicano y el presidente se intercambiaron duras palabras, y este último sugirió que Tutu estaba fomentando la causa del Congreso Nacional Africano y el comunismo. La contestación de Tutu fue que él recibía las órdenes directamente de Dios. El arzobispo está considerando iniciar una acción legal contra el presidente Botha por ciertas observaciones hechas por éste, a lo que el presidente responde "que será bien recibida".

Desmond Tutu ha dicho claramente que no tiene intención de renunciar a sus peticiones de justicia social para todos los surafricanos, sin importarle las medidas que el Gobierno tome contra él. Al mismo tiempo, el presidente Botha mantiene una actitud beligerante y ha dicho al mundo que está dispuesto "a jugarse el todo por el todo" para continuar con su política racista, y no se ve fácil que pueda ceder. ¿Qué se puede hacer?

La situación de emergencia que reina en el país hace difícil que Tutu pueda hablar claro sin riesgo de ser demandado. El arzobispo tiene influencias en la provisión de fondos extranjeros para varias organizaciones antiapartheid, y con frecuencia se abre una encuesta parlamentaria para investigar estos canales de suministro, los cuales el Gobierno ve con malos ojos. El arzobispo Tutu se podría encontrar con el cese de esta ayuda extranjera o verla muy reducida. El conflicto existente entre el Estado y la Iglesia continuará en tanto en cuanto el apartheid subsista de cualquier forma o manera. Excepto el intento de algún fanático de la extrema derecha que atente contra la vida de Tutu, éste seguirá siendo el centro de atención durante mucho tiempo.

Anthony Heard periodista surafricano, ha sido director del periódico Cape Time y reside en Ciudad del Cabo.

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