Cartas al director

Política de becas

No podemos por menos de manifestar la sensación de rabia e impotencia que sentimos al ver nuestros nombres estampados en una larga lista que podría denominarse negra: una relación de estudiantes universitarios a los que se les ha denegado la beca. Nuestro asombro fue mayúsculo, pues nos había sido concedidaPasa a la página siguiente

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durante los tres cursos anteriores estando en iguales condiciones académicas y económicas. En todas las facultades hay un cubículo destinado a cumplir las funciones de secretaría, y ahí nos dirigimos. La crud...

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No podemos por menos de manifestar la sensación de rabia e impotencia que sentimos al ver nuestros nombres estampados en una larga lista que podría denominarse negra: una relación de estudiantes universitarios a los que se les ha denegado la beca. Nuestro asombro fue mayúsculo, pues nos había sido concedidaPasa a la página siguiente

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durante los tres cursos anteriores estando en iguales condiciones académicas y económicas. En todas las facultades hay un cubículo destinado a cumplir las funciones de secretaría, y ahí nos dirigimos. La cruda realidad no es otra que una orden del 19 de mayo de 1987, publicada en el BOE del 22 de mayo por el Ministerio de Educación y Ciencia y firmada por el ministro José María Maravall. Resulta difícil resumir aquí el contenido de dicha orden, tanto por su extensión como por su complejidad de términos jurídicos, pero lo que evidentemente deja claro es cómo el ministerio puede proclamar a bombo y platillo que la cuantía de las becas ha ascendido este año. ¡Cómo no, si proporcionalmente ha disminuido el número de becarios! A modo de ejemplo: no puede recibir beca el hijo de un agricultor que posea tierras con un valor superior a un millón de pesetas; no puede recibir beca el hijo de un jubilado (40.000 pesetas de jubilación) que tenga más de dos millones en el banco, si parte de ellos son acciones; no puede recibir beca el hijo de cualquier ciudadano cuyo patrimonio computable (suma del valor de la vivienda, de las tierras, de un negocio, etcétera) exceda de los cuatro millones de pesetas. ¿Es posible que los ministerios de Educación y Economía sean tan ajenos a la realidad? ¿Somos tan ingenuos como para pensar que los que sí reciben beca son tan extremadamente pobres? ¿O es que hay trampa? ¿Serán los inspectores fiscales menos listos de lo que parece, o simplemente dicen "éste, sí; éste, no; éste, sí; éste, no"? Por último, ¿alguien puede dar respuesta a estas interrogaciones, que distan mucho de ser retóricas?.- Estudiantes de Filosofía y Letras. Universidad de Alcalá de Henares,

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