Editorial:

Huida hacia adelante

LA CELEBRACIÓN de la reunión de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) en Manila ha constituido un laudable intento de Corazón Aquino de adoptar una iniciativa de política exterior en la región, con el planteamiento internacional del problema de las bases norteamericanas en el archipiélago, así corno un gesto de política interior, destinado a demostrar que el acontecimiento podía celebrarse sin amenazas para su seguridad, pese a la inestabilidad derivada de la disidencia de una parte del Ejército y de la presión de la guerrilla comunista.En relación al problema militar, la...

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LA CELEBRACIÓN de la reunión de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) en Manila ha constituido un laudable intento de Corazón Aquino de adoptar una iniciativa de política exterior en la región, con el planteamiento internacional del problema de las bases norteamericanas en el archipiélago, así corno un gesto de política interior, destinado a demostrar que el acontecimiento podía celebrarse sin amenazas para su seguridad, pese a la inestabilidad derivada de la disidencia de una parte del Ejército y de la presión de la guerrilla comunista.En relación al problema militar, la cumbre no podía haber tenido mejor preludio que la detención del coronel Honasan, que con algunos millares de seguidores había tratado de derribar el Gobierno constitucional en agosto. Con Honasan arrestado, el principal peligro de rebelión abierta parece conjurado, lo que no significa que las consecuencias de la intentona se liquiden con idéntica facilidad. Hasta la fecha, el Gobierno ha sido incapaz de castigar a los implicados en las sucesivas tentativas golpistas. En esta ocasión la incapacidad para hacer caer todo el peso de lajusticia sobre Honasan significaría poco menos que el fin de la credibilidad de Aquino. Por añadidura, es evidente que la rebelión del coronel posee extensas ramificaciones civiles. El antiguo ministro de Defensa, Ponce Enrile, hoy jefe de la oposición de derechas, ha anunciado que su equipo jurídico defenderá a Honasan si éste comparece ante un tribunal militar. Considerando las relaciones entre Honasan y Enrile, cabe suponer que las campañas lanzadas en torno al proceso serán parte de los esfuerzos de la derecha por colocar en una situación crítica a la presidenta.

En la reunión de la ASEAN, por otra parte, Aquino ha formalizado ante sus aliados asiáticos los planteamientos de su ministro de Exteriores, Manglapus, que quiere obtener de Estados Unidos no sólo un mejor trato económico por el mantenimiento de sus bases sino también un apoyo político más visible. Para ello, Manila ha dicho a los otros miembros de la ASEAN -Malaisia, Singapur, Brunei, Indonesia y Tailandia- que la seguridad de todos depende en gran medida de aquellas bases, pero que el coste político de albergarlas recae sobre Filipinas, por lo que los aliados han de apoyar diplomáticamente su posición a la hora de pedir contrapartidas mayores por el mantenimiento de las mismas. Es pronto para valorar el efecto de estas palabras, pero se puede pensar que la presidenta ha obtenido, al menos, un cierto éxito con la presencia en Manila, como invitado especial, del primer ministro japonés, Takeshita, en su primera salida al exterior, y la promesa de Tokio de ayuda económica a los países de la zona.

Con todo, los problemas de la democracia filipina no se resuelven con fugas al exterior. Al contrario, la salvación del Gobierno constitucional pasa más que nunca por el frente interior. La reforma agraria, causa de una desesperación campesina en la que se apoya la guerrilla, no ha sido abordada en serio. Se prolonga así una guerra civil cuyos 18 años de duración muestran que es más que un problema de orden público. Ello empuja a que las fuerzas de izquierda, al actuar en el terreno legal, lo hagan con actitudes maximalistas, contribuyendo a erosionar la democracia, sin tener en cuenta la amenaza del golpe militar. La vida política sigue en manos de una elite ligada a los sectores oligárquicos y Corazón Aquino depende en exceso de los militares. Ésa es la apuesta que todavía ha de ganar la democracia filipina.

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