Editorial:

El trasfondo de un viaje

LA VISITA que inician hoy los Reyes de España a Estados Unidos -la cuarta con Ronald Reagan como presidente- se produce en un momento de distensión internacional y cuando se aproxima el término del plazo para la negociación de los acuerdos sobre las bases norteamericanas en España. La presencia de los Reyes en Estados Unidos -que se prolongará durante 10 días- tendrá dos etapas diferenciadas. La primera, de apenas dos días de duración, comienza con un almuerzo en la Casa Blanca, invitados por el presidente Reagan y su esposa, y concluirá con la visita a las ciudades de Nueva York y Washington....

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LA VISITA que inician hoy los Reyes de España a Estados Unidos -la cuarta con Ronald Reagan como presidente- se produce en un momento de distensión internacional y cuando se aproxima el término del plazo para la negociación de los acuerdos sobre las bases norteamericanas en España. La presencia de los Reyes en Estados Unidos -que se prolongará durante 10 días- tendrá dos etapas diferenciadas. La primera, de apenas dos días de duración, comienza con un almuerzo en la Casa Blanca, invitados por el presidente Reagan y su esposa, y concluirá con la visita a las ciudades de Nueva York y Washington. La segunda estará dedicada a un recorrido por los Estados hispánicos del suroeste de Estados Unidos: una parte esencial, frecuentemente olvidada por nuestra acción exterior, de la herencia hispánica en América.Las visitas del Rey a países extranjeros son relativamente apolíticas, en cuanto que el objeto principal de las mismas es realzar lo que hay de permanente en la amistad entre las naciones. Pero Estados Unidos es la capital de un imperio, de perfiles distintos a los que la Historia relata, en cuya demarcación se desarrolla, entre otras cosas, la convivencia democrática española. O sea que don Juan Carlos tampoco puede ser insensible ni al proceso de paz en el escenario internacional, que hoy encuentra en Ronald Reagan uno de sus protagonistas, ni a la renegociación de un tratado bilateral de defensa entre Washington y Madrid que de una forma u otra dura ya más de 30 años. A este respecto, ya hizo patente en la celebración de la última Pascua Militar su demanda del "mayor tacto y prudencia" en las negociaciones sobre la reducción de la presencia militar norteamericana en nuestro país.

Sin embargo, una cosa es que el Rey, como jefe del Estado, esté atento a estas cuestiones y mantenga intercambios de opinión sobre ellas y otra pretender involucrarle en operaciones políticas o atribuirle actitudes que desbordan los límites de una Constitución cuyo principal y primer valedor ha sido el propio Rey. La negociación política con Washington es de la exclusiva competencia del Gobierno, que, por otra parte, y en lo que se refiere a la presencia militar norteamericana en España, recibió un mandato explícito del pueblo español en el referéndum de marzo de 1985. De manera que los errores -intencionados o no- en los que ha incurrido algún periodista norteamericano a la hora de interpretar el papel del Rey en este viaje pueden ser disculpables, o pueden achacarse a la capacidad de influencia de sectores del Departamento de Estado y del Pentágono, deseosos de arrojar chinas al aparato diplomático español. Pero ni puede ser un error ni es disculpable en absoluto la pretensión de politizar el viaje en la propia España aireando en nuestra Prensa esos errores como si efectivamente respondieran a la actitud del Monarca. Como no es posible atribuir esas actitudes a una conspiración contra la Corona, habrá que convenir que sólo son el fruto de la ignorancia o del provincianismo intelectual.

Por lo demás, la visita que hoy se inicia constituye un poderoso instrumento de fortalecimiento de la cultura de origen hispánico en Estados Unidos, especialmente floreciente en los Estados de Texas, Nuevo México y California, colonizados por los españoles. Los Reyes tienen previsto realizar múltiples contactos culturales en el ámbito universitario, así como recepciones con los grupos de españoles o de origen español afincados en estos Estados. La aportación de la inteligencia española a la cultura norteamericana a través de los intelectuales exiliados con motivo de la guerra civil que recalaron en los campus universitarios de Estados Unidos ha tenido un efecto vital para el desarrollo cultural norteamericano. Afianzar esta aportación y favorecer el flujo de intercambio entre ambos países debe ser el más deseado y esperado fruto del viaje. Pues una buena relación de entendimiento es el mejor marco para las discusiones políticas y técnicas sobre el número de aviones extranjeros en nuestro suelo y sobre la contribución española a la defensa de Occidente.

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