Odiar la falda del colegio

A J. J. M., de 23 años, resulta difícil preguntarle por su intimidad femenina -nació mujer y lo sigue siendo-, y no porque le cueste responder, sino porque es a todas luces un hombre, en sicología, en voz, y en un aspecto físico masculino que incluye una orgullosa barba adolescente consecuencia de las hormonas.Nacida en Madrid, a los once años le dijo a su madre que quería ser un hombre. "Ella pensaba que de mayor se me iba a pasar, pero no fue así, y me siento satisfecho de cómo soy porque lo he logrado por mí mismo".

En el colegio, que era mixto, lo más duro no eran las crueldades de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

A J. J. M., de 23 años, resulta difícil preguntarle por su intimidad femenina -nació mujer y lo sigue siendo-, y no porque le cueste responder, sino porque es a todas luces un hombre, en sicología, en voz, y en un aspecto físico masculino que incluye una orgullosa barba adolescente consecuencia de las hormonas.Nacida en Madrid, a los once años le dijo a su madre que quería ser un hombre. "Ella pensaba que de mayor se me iba a pasar, pero no fue así, y me siento satisfecho de cómo soy porque lo he logrado por mí mismo".

En el colegio, que era mixto, lo más duro no eran las crueldades de los demás, sino el hecho de tener que ponerse la falda del uniforme. "Una vez me pasé una semana sin ir a clase, mintiendo a mi madre, para no vestir así".

Más información

A los doce años le vino la regla: "Fue horrible. Una cosa es pensar y otra comprobar que no eres lo que te imaginas Me da miedo hasta bañarme, me incomodo viéndome desnudo y no creo que soy yo, me da coraje".

El cuerpo visto como barrera. La menstruación le sigue obsesionando. Por eso quiere operarse lo antes posible, primero la ablación de los pechos y el arrasamiento de su genitalidad. Luego, algo tan complicado como conseguir un pene, cuya creacion, segun informaciones médicas, puede lograrse utilizando el músculo grácilis de la pierna, u otro, abdominal.

Para culminar con éxito el proceso, habrá de pasar de cinco a siete veces por el quirófano. El rastro, aparte de un pene con prótesis -para la erección-, y un 70% de posibilidades de que la sensibilidad sea mínima, serán las cicatrices.

Beber para no sufrir

"Estoy deseando que me operen, no puedo seguir como estoy, prefiero cubrirme de cicatrices a no ser feliz; me gustan mucho lás mujeres y si no puedo ser hombre me suicido". Muestra unas rasgos en la muñeca, de cuando lo intentó. J. J. M impuso a los demás, desde que tenía once años, que se dirigiesen a él con un nombre masculino. A los 17 años comenzó a beber: una manera de desin.hibirse para decirle a su familia que era un hombre, que su sufrimiento era auténtico y que necesitaba apoyo. Su madre le pagará los gastos del tratamiento.

Ahora lleva un pene de plástico -"me hace sentir más hombre pero lo quiero real"-. Tiene una novia. Ha conocido a muchas chicas y con algunas se suele "dar la paliza". "Solamente lo hice con una, con un vibrador; fue satisfactorio, porque al ver a una mujer desnuda me hierve la sangre".

Reconoce que en materia sexual "'tampoco he gozado mucho en esta vida", y asegura que no se masturba porque tendría que hacerlo desde una óptica femenina. No le da miedo la operación ni sus consecuencias: "Aunque fuese a vida o muerte, lo haría; prefiero morir a seguir siendo lo que soy".

Archivado En