Editorial:

El pragmatismo australiano

EL TERCER triunfo en las urnas de Robert Hawke -hecho sin precedente en la historia política del continente australiano- es la victoria de la moderación. Antes de ser diputado, Hawke fue el presidente del poderoso Consejo Australiano de Sindicatos. Y es posible que su pragmatismo no sea ajeno a su experiencia sindical. En todo caso, la política gubernamental laborista encabezada por él desde 1983 ha tenido una neta inclinación hacia la derecha. El resultado de las elecciones del sábado pasado, con un incremento de la mayoría de que disponía en la anterior Cámara de Representantes, consa...

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EL TERCER triunfo en las urnas de Robert Hawke -hecho sin precedente en la historia política del continente australiano- es la victoria de la moderación. Antes de ser diputado, Hawke fue el presidente del poderoso Consejo Australiano de Sindicatos. Y es posible que su pragmatismo no sea ajeno a su experiencia sindical. En todo caso, la política gubernamental laborista encabezada por él desde 1983 ha tenido una neta inclinación hacia la derecha. El resultado de las elecciones del sábado pasado, con un incremento de la mayoría de que disponía en la anterior Cámara de Representantes, consagra los esfuerzos realizados por Hawke para hacer frente a la crisis económica más grave desde la II Guerra Mundial. Su política de austeridad ha acarreado sacrificios serios para extensos sectores de la población pero ha dado ya ciertos pasos positivos, como la disminución del 11 % al 8% de la tasa de desempleo, hecho que ha facilitado la orientación de la mayoría de los votos hacia la continuidad.El tema económico ha sido el centro de la batalla electoral, desplazando a los de política exterior, que pesaron mucho en épocas anteriores. No se puede olvidar que Australia participó con tropas en la guerra de Vietnam, al lado de EE UU, y que ese problema, como más tarde la lucha antinuclear, ligada al tratado de defensa con EEUU y a las exportaciones de uranio, contribuyó a desarrollar fuertes corrientes de izquierda en las filas laboristas. Hawke se enfrentó con ellas desde el inicio de su mandato y fue abandonando, o relegando al olvido, una serie de posiciones tradicionales de su partido. Al producirse el duro enfrentamiento del Gobierno laborista de Nueva Zelanda con EE UU sobre la entrada en los puertos de dicho país de navíos con armas nucleares, Hawke aceptó la posición norteamericana y ha conservado el tratado de defensa con EE UU, del que Nueva Zelanda se ha desgajado. La visita a Australia de George Shultz y Caspar Weinberger, un mes antes de las elecciones, ha sido un testimonio bastante claro de la preferencia de EE UU por el mantenimiento en Canberra del Gobierno laborista.

En el terreno económico, Hawke ha enfocado la superación de la crisis con una política de austeridad enfilada a superar los graves atrasos de la infraestructura industrial, elevar su capacidad competitiva y disminuir el déficit exterior. Aunque esta política se ha traducido en un descenso de los salarios aproximadamente de un 6% desde 1982, la ha realizado en el marco de un acuerdo con los sindicatos. El número de huelgas se ha reducido sensiblemente, factor decisivo del apoyo que un alto porcentaje de los empresarios ha dado a los laboristas en las últimas elecciones. La bolsa ha reaccionado favorablemente a la victoria de éstos, mientras la central sindical expresaba asimismo su satisfacción.

Otro factor esencial de la victoria laborista ha sido la división de la oposición. La ruptura de la alianza tradicional entre el Partido Liberal y el Partido Nacional por la voluntad del jefe conservador del Gobierno provincial de Brisbane, Sir Joh Bjelke-Petersen, de imponer una línea populista más dura y combativa, y aunque hubo un remiendo de última hora, benefició obviamente al laborismo. Una vez conocido el resultado global del voto ciudadano, ya se perfilan agudos conflictos internos tanto en el Partido Liberal como en el Nacional.

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Entre las prioridades del nuevo Gobierno Hawke, tal como éste las trazó durante la campaña, destaca el esfuerzo por impulsar la exportación e intensificar las relaciones con China y otros países asiáticos en rápido desarrollo. Asimismo, la mejora de problemas internos, como el del transporte, particularmente agudo en un continente con una superficie 15 veces mayor que España, habitado por poco más de 10 millones de habitantes. El creciente peso del Pacífico en la política mundial provoca una elevación del papel internacional de Australia. La política de Hawke en este terreno es moderada y conciliadora, con buenas relaciones con EE UU y asimismo con países del Pacífico de reciente formación con inclinaciones independentistas radicales.

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