El 'factor olímpico'

Los Juegos de 1988 aceleran el retorno a la democracia en Corea del Sur

El factor olímpico sobresale como uno de los principales motores, si no el más importante, del cambio de rumbo político en el que parece haber entrado Corea del Sur tras aceptar el Gobierno la aplicación de reformas democráticas exigidas por la oposición, que el pueblo surcoreano reivindicó con manifestaciones callejeras durante las últimas semanas. Los Juegos Olímpicos de Verano, que se celebrarán el año próximo en Seúl, cuentan hoy con grandes probabilidades de desarrollarse en un ambiente de competición deportiva.

Los surcoreanos confían en poder disfrutarlos gracias en gran parte a ...

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El factor olímpico sobresale como uno de los principales motores, si no el más importante, del cambio de rumbo político en el que parece haber entrado Corea del Sur tras aceptar el Gobierno la aplicación de reformas democráticas exigidas por la oposición, que el pueblo surcoreano reivindicó con manifestaciones callejeras durante las últimas semanas. Los Juegos Olímpicos de Verano, que se celebrarán el año próximo en Seúl, cuentan hoy con grandes probabilidades de desarrollarse en un ambiente de competición deportiva.

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Los surcoreanos confían en poder disfrutarlos gracias en gran parte a la presión que la cita olímpica ha influido en el calendario de la apertura política surcoreana."El poder de los generales tembló cuando se perfilaron las primeras dudas de que pudiesen celebrarse los Juegos Olímpicos en Seúl debido a la inestabilidad política", comentó un diplomático occidental en la capital surcoreana.

El diplomático se refería con estas palabras a la importancia que ha tenido el compromiso olímpico en el cambio de actitud del régimen de Chun Doo Hwan.

El Gobierno aceptó al final la elección directa del presidente de la República, una reforma de la ley electoral, la excarcelación de todos los presos políticos, la libertad de prensa y otras medidas democráticas solicitadas por la oposición.

La hipótesis más generalizada es que posiblemente los dirigentes surcoreanos que controlan el poder, en una línea hereditaria político-militar desde hace prácticamente 25 años, no habrían cedido tan fácilmente a las demandas de los estudiantes y de la oposición, apoyadas posteriormente por una amplia franja de la población, si el compromiso olímpico no hubiera existido.

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Jugarse el prestigio

Con los Juegos, Corea del Sur pone a prueba el prestigio de su nueva imagen de país moderno y desarrollado.

Las rápidas ofertas lanzadas por Los Ángeles, Berlín Occidental, Múnich, Nueva York o Indianápolis como alternativas a Seúl, causaron en los círculos de poder político y económico un efecto tanto o más poderoso al de los cócteles molotov arrojados por los estudiantes contra la policía durante casi 15 días consecutivos en las principales ciudades del país.

Fue quizá el mejor antídoto a una nueva tentación militarista para intentar poner orden en la nación a través del uso de la fuerza, por encima de la razón, como tradicionalmente practicó el poder surcoreano, con leyes marciales o incluso matanzas populares, como ocurrió en el momento del levantamiento popular antidictatorial vivido en la ciudad de Kwangju, a mediados de mayo de 1980, con un balance oficial de casi 200 víctimas mortales, o de alrededor de un millar, según fuentes de la oposición.

Las fotos de los jugadores de fútbol de los equipos de Corea del Sur y Egipto frotándose los ojos y tosiendo, y la interrupción del partido de la Copa del Presidente debido a los gases lacrimógenos que impregnaban el ambiente de Seúl desde primeros días, y casi a lo largo de todo el mes de junio, no eran precisamente el mejor cartel olímpico para los surcoreanos.

"Con la proximidad de los Juegos Olímpicos, todos nosotros somos responsables para evitar una desgracia nacional que nos divida a nosotros mismos y nos ridiculice ante el resto del mundo", dijo Roh Tae Woo, el ex general convertido en político y candidato oficialista para suceder a su amigo, el presidente Chun Doo Hwan, después de anunciar, el pasado lunes, el paquete de medidas democráticas que han dado un vuelco completo a la situación política interna.

"Deseo de todo corazón que el nuevo presidente pueda contar con una democracia, consiga el triunfo en los Juegos Olímpicos, construya una nación rica y poderosa y pueda llegar al objetivo sagrado de una unificación de nuestro pueblo coreano", puntualizó, por su parte, el presidente Chun Doo Hwan al confirmar el plan de Roh Tae Woo.

Las dos Coreas

Si el factor olímpico ha sido fundamental en el giro hacia una transición democrática para Corea del Sur, los Juegos pueden igualmente tener efectos positivos para las relaciones intercoreanas, entre la Corea del Sur, capitalista y en vías de aperturismo democrático, y la Corea del Norte, comunista y con uno de los regímenes autoritarios más cerrados del mundo.

La distensión del ambiente político en el Sur, con la elección de un nuevo presidente democrático, podría favorecer el diálogo olímpico intercoreano con la celebración de algunas pruebas deportivas en la capital norcoreana, Pyongyang.

El rumano Alexandro Siperco, miembro del Comité Olímpico Internacional, que cumple una función de mediador entre las dos Coreas, dijo recientemente en Seúl que en sus contactos con los organizadores surcoreanos trató "de la eventual participación de Corea del Norte en los Juegos y la organización de algunas competiciones en el Norte".

De lograrse ambos objetivos -la democratización y un esbozo de distensión entre las dos Coreas-, los surcoreanos no sólo ganarían su imagen internacional, sino incluso la medalla de oro al civismo político en la próxima Olimpiada.

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