Editorial:

Elecciones blancas

LAS ELECCIONES entre la población blanca de África del Sur -un 17% de los 30 millones de habitantes del país- han confirmado, en términos generales lo que se esperaba. El Partido Nacional, en el poder desde 1948, consolida su abrumadora mayoría. Los partidos -liberales enemigos del apartheid, que representan sobre todo a sectores de origen británico han retrocedido. En cambio, los ultraderechistas, que rechazan incluso las reformas cosméticas de Botha, han logrado un avance apreciable. De las tres figuras del Partido Nacional que rompieron con éste y se presentaron como independientes, ...

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LAS ELECCIONES entre la población blanca de África del Sur -un 17% de los 30 millones de habitantes del país- han confirmado, en términos generales lo que se esperaba. El Partido Nacional, en el poder desde 1948, consolida su abrumadora mayoría. Los partidos -liberales enemigos del apartheid, que representan sobre todo a sectores de origen británico han retrocedido. En cambio, los ultraderechistas, que rechazan incluso las reformas cosméticas de Botha, han logrado un avance apreciable. De las tres figuras del Partido Nacional que rompieron con éste y se presentaron como independientes, como protesta contra la incapacidad de éste de abandonar su política racista, solamente una ha sido elegida. Pero el resultado obtenido por el antiguo embajador en Londres Denis Worrall es significativo: enfrentado al colaborador más íntimo de Botha, ha perdido solamente por 48 votos; el electorado del Partido Nacional se dividió por la mitad. Sin embargo, han sido escasos los síntomas, como éste, de una voluntad de superar el racismo en sectores de la población blanca. Las elecciones han sido una decepción para los partidarios de auténticas reformas. Con perspectiva histórica, cabe decir que lo más importante de la jornada electoral no han sido los votos. Por primera vez, las elecciones blancas han tenido lugar en medio de un movimiento impresionante de protesta pasiva y de huelga de la población negra, convocadas por la Central de Sindicatos y por el Frente Democrático Unido. Ello ha tenido lugar a pesar de una represión brutal, especialmente contra los negros, pero que también afecta a los blancos enemigos de la discriminación racial. Las elecciones se han celebrado en un país sometido desde hace un año al estado de emergencia, que dóta a la policía y al ejército de pode res casi absolutos. Miles de personas, entre ellas mu chos niños, se hallan encarcelados sin-proceso. Las in formaciones están controladas. Es significativa la ex pulsión de un periodista de la televisión australiana el día de las elecciones por dar noticias reales sobre éstas.

La superaciáiri del apartheid será un proceso largo. Los métodos de violencia alcanzarán mayor gravedad en la medida en que la conducta de Peter Botha, y las elecciones mismas, aleja las esperanzas de una vía de reforma y diálogo. En ese proceso, un factor decisivo para cambiar la mentalidad racista de la población blanca tendrá que ser la actitud de la comunidad intemacional. Las sanciones comerciales adoptadas por la CEE tienen poca eficacia. Además en muchos casos ni siquiera se cumplen. En un reciente coloquio organizado por el PSOE en Madrid, delegados de África del Sur demostraron graves fallos del Gobierno español. Hay que acabar con ese abismo entre palabras de condena al apartheid y una pasividad a la hora de aplicar medidas eficaces.

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