Tribuna:EL DESTINO DE LA CLINICA DE LA CONCEPCIÓN

¿Adiós a la fundación? FRANCISCO VEGA DíAZ

El destino de la Fundación Jiménez Díaz es motivo de polémica con ocasión del traslado de la clínica de la institución a Alcalá de Henares. La desaparición de la clínica de la Concepción suscita la protesta del autor, ya que, en su opinión, su cierre supone un atentado a la historia de la cultura y de la medicina española.

Desde diferentes puntos de vista, y poniendo el grito en el cielo, hemos comentado varios médicos lo que con la Fundación Jiménez Díaz está ocurriendo, pero sólo hemos podido acumular un montoncito de argumentos que no son válidos para quienes en las pertinentes esfer...

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El destino de la Fundación Jiménez Díaz es motivo de polémica con ocasión del traslado de la clínica de la institución a Alcalá de Henares. La desaparición de la clínica de la Concepción suscita la protesta del autor, ya que, en su opinión, su cierre supone un atentado a la historia de la cultura y de la medicina española.

Desde diferentes puntos de vista, y poniendo el grito en el cielo, hemos comentado varios médicos lo que con la Fundación Jiménez Díaz está ocurriendo, pero sólo hemos podido acumular un montoncito de argumentos que no son válidos para quienes en las pertinentes esferas de la Administración han tenido y todavía tienen una solución. Con su traslado a Alcalá de Henares se va a truncar una trayectoria médica extraordinariamente prestigiada y a cometer una ignominiosa agresión sin precedentes en la medicina española. Por muchas razones pragmáticas que lo avalen, el hecho puede ser una determinación de lesa cultura, de lesa sanidad, de lesa enseñanza universitaria, de lesa historia, de lesa formación política y de leso patriotismo.Desde arriba han venido haciendo oídos desalmadamente sordos al clamor público, y esto parece traducir una encubierta acción persecutoria. Por eso no debe extrañar que los escamados espectadores, médicos y enfermos, pensemos que acaso esté saciándose una venganza por algo que no trasciende, salvo que se estén perdiendo las vergüenzas sanitaria, médica y política. Si no las dos cosas en tándem.

Dije hace un mes en este periódico que la Fundación Jiménez Díaz -personal todo y edificio- es un monumento nacional de la ciencia médica española, y me reitero en la idea. Pero ofrecer para sus graves problemas financieros, como única solución -lo toma o lo deja-, su desplazamiento a Alcalá, con todo el respeto que la historia y la realidad actual de esta ciudad inspira, es destruir con saña un avance memorable de la medicina hispana contemporánea; y dedicar su edificio (que fue construido para lo que hoy es) a otros menesteres, aunque sean también sanitarios, es algo tan insólito, bochornoso e inconsecuente.

Solamente a título de venganza de baja estofa, o por causa que nadie se atreve a decir, puede hacerse tal atrocidad. Como no tengo intereses personales en la fundación, a la que nunca pertenecí, aunque mis raíces profesionales crecieron en sus tierras, puedo explayar mis palabras con calurosa independencia. Y echo de menos que voces de mayor categoría en la medicina universitaria española no se hayan expresado ya ante el acontecimiento. Las dos facultades de Medicina de Madrid, los hospitales y las clínicas, los rectorados, etcétera, vienen guardando un extraño silencio. ¿Acaso como represalia tardía a la inconexión que Jiménez Díaz quiso dar y dio a su institución, situada en los terrenos y en la inmediata vecindad de la Ciudad Universitaria?

Destructores

¿Cabe en alguna cabeza humana la idea de que esta fundación pueda ser destinada a otra cosa que aquella para la que fue creada? ¿Es posible que la conciencia de los destructores o de los que coadyuvan a la destrucción pueda quedar tranquila por haber echado de Madrid lo que Jiménez Díaz representó? Con la misma desfachatez -muy hispana, por otro lado- pueden cerrar un día el Centro de Biología Molecular, que para el grupo investigador de Severo Ochoa fue creado, o enviar el Instituto Cajal a una ciudad secundaria. Cataluña nunca toleraría que, por razones de estrategia sanitaria o financiera, trasladasen a Badalona o Sabadell las actividades médicas del hospital de la Santa Cruz y San Pablo, ni Cantabria que hicieran otro tanto con la Fundación Valdecilla, por mucho que sus cuentas estuvieran quebradas.

Con la maniobra que ahora se pone en marcha han conseguido envenenar incluso el ambiente interno de la institución, en el que ha aparecido ya una lucha de clases, donde las fuerzas sindicales y algunos médicos, que durante muchos años cooperaron en paz y armonía, se enfrentan en un lamentable "sálvese el que pueda". Buscar ahora retrospectivamente causantes es como echar mano de disculpas de cocineras ante el descubrimiento de sisas. Naturalmente que si todas las cosas se hubieran hecho a la perfección en el transcurso del tiempo, otro gallo cantaría a la fundación, pero ¿quién daba la patente del bienhacer? La obra bien hecha, en el sentido d'orsiano, no admite acusaciones, sino consenso para que pueda continuar su periplo en todas sus funciones.

¿Cómo puede explicarse que un país en el que se han tapado tantos agujeros económicamente monstruosos -en las entidades bancarias venidas a menos (¡oh, bella caja de Pandora del Banco de España!), en la reconversión industrial, en el saneamiento de Rumasa, en la financiación de las autonomías, etcétera- no sea capaz de rellenar el de la Fundación Jiménez Díaz, tomando, como es lógico, las pertinentes medidas para que no se repita?

La Seguridad Social, hoy Insalud, que en su ya semisecular historia fue tan despilfarradora y tapó boquetes proporcionalmente mayores, pudo cubrir el déficit desde que se inició, si sus mandamases hubieran tenido mejor voluntad y si alguna intención no los hubiese frenado, pues se prometió por quien fuese y no se cumplió. Esta entidad, por tanto, ha estado explotando, en auténtica baratura o fraudulencia, el prestigio de la fundación, pagando por cama mucho menos que en otros centros que eran de su propiedad. Construido ya en Alcalá un nuevo centro que habrá costado lo suyo, las deudas de la fundación serán compensadas con un edificio formidable que vale más, porque a su valor en dinero hay que sumar el del prestigio cultural, internacionalmente admitido.Parece entreverse en el trasfondo de esta acción una bien urdida y maquiavélica trama para derrumbar la obra de Jíménez Díaz, lo que sería un buen triunfo de unos político-médico-sanitarioeconomistas sin historia sobre un monumento nacional que la tiene, y bien patentizada. Jiménez Díaz soñó con ser profeta en su tierra, y en menos de 40 años le desprofetizan. Lo que se está haciendo es quitarse de en medio la clínica de la fundación, pues, una vez en Alcalá, ya no se podrá impedir que la institución desaparezca como tal (una clínica más del Seguro).

Cuando, en mayo de 1992 -¡nutrido año!-, hayan de ser conmemorados los 25 años de la muerte, y seis más tarde, los del centenario del nacimiento de Jiménez Díaz, en Alcalá sólo quedará de éste un letrero metálico o de plástico sobre la puerta, y algunos llorarán lamentaciones ante la fachada de la vieja clínica, con la que su creador puso una pica en Flandes para que otros después pusieran la pica demoledora.

(¿Con qué cara van a entrar el día de mañana al edificio que para usos dignos de respeto fundó Jiménez Díaz los que por disposición de la superioridad actual tengan que hacerse cargo del mismo? ¿De ursulinas, de invasores asaltantes, o de desahuciadores?)

Fallos

La Fundación Jiménez Díaz tenía que haber ido adaptando su infraestructura a la evolución de la sociedad, y eso no se hizo. Ni los grandes médicos ayudaron como lo hacía el fundador, ni recibió las necesarias colaboraciones financieras, oficiales o de otro género, que le fallaron a pesar de haberle sido prometidas. Con todo logró mantener un tono constructivo tan alto en su calidad funcional que dio muchos grandes médicos a las clínicas de La Paz, Ramón y Cajal y Primero de Octure, y otro a numerosas cátedras y hospitales de España y de fuera de ella.

Algunos miembros de la Fundación, encabezados por el actual presidente del patronato, mi fraterno amigo el profesor Severo Ochoa, creen (¿cándidamente?) que en el ambiente alcalaíno todavía se puede desarrollar una cierta, aunque limitada, labor de investigación. Pienso que no saben dónde se meten..., si bien, como hecho aislado, lo creo posible. No obstante, el sitio de la fundación deberá seguir estando en Madrid y en la plaza de Cristo Rey, que, para poner una cosa más en su sitio, debería llamarse "de la Fundación Jiménez Díaz" dejando el otro nombre para algún emplazamiento de raigambre más cristorreiniana. ¡Triste destino el de las fundaciones que tengan que depender del Estado español!Francisco Vega Díaz es médico.

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