Cartas al director

'Las democraduras'

Mi artículo sobre Las democraduras (EL PAÍS, 22 de febrero) ha desatado una lluviecita de respuestas que se ha derramado desde los cielos de Madrid, Buenos Aires y Montevideo. Con el artículo se han enojado, y, se han enojado mucho, gentes diversas, desde algunos representantes de la cavernosa tribu de la derecha tradicional hasta ciertos miembros de la lastimosa especie de los izquierdistas arrepentidos, pasando por los funcionarios que se ganan el sueldo como pueden. Las respuestas, que no manejan argumentos ni sombras de argumentos, no dan para polémica. Dicen que dije lo que ...

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Mi artículo sobre Las democraduras (EL PAÍS, 22 de febrero) ha desatado una lluviecita de respuestas que se ha derramado desde los cielos de Madrid, Buenos Aires y Montevideo. Con el artículo se han enojado, y, se han enojado mucho, gentes diversas, desde algunos representantes de la cavernosa tribu de la derecha tradicional hasta ciertos miembros de la lastimosa especie de los izquierdistas arrepentidos, pasando por los funcionarios que se ganan el sueldo como pueden. Las respuestas, que no manejan argumentos ni sombras de argumentos, no dan para polémica. Dicen que dije lo que no dije; no contestan a lo que dije, pero, en cambio, refutan lo que no dije. Las respuestas no dan para polémica, digo, aunque resultan reveladoras. Ya los cazadores de brujas no se limitan a preguntar: "Y usted, ¿por qué no se va a Moscú?". Ahora también preguntan: "Y usted, ¿por qué no se echa a pelear al monte?".

Por mi parte, sigo creyendo que en una democracia, cuando es democracia de verdad, todos, con uniforme o sin uniforme, somos iguales ante la ley, y que una democracia vacía de justicia no es una verdadera democracia, del mismo modo que creo que una paz sin dignidad no es más que una guerra reprimida. A principios de noviembre de 1986, el embajador uruguayo en España escribió en este mism diario: "Será la ley quien diga la última palabra, y de ninguna ma nera la voluntad de los militares". El Gobierno que él representa ha traicionado su certeza Pero esa certeza sigue siendo la esperanza de los uruguayos que creemos que nuestra tierra, esta tierra de libres, no nació para el miedo.-

, Uruguay.

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