Tribuna

Mucho más que aprendices

La nueva política de la Administración tendente a establecer una distribución de los MIR en los distintos hospitales, en base a la escasez de la oferta global de plazas, ha dado lugar a diversas opiniones en la Prensa -la última, 22 de febrero, en carta al director de EL PAÍS del profesor L. de Letona-, así como movilizaciones de los ciertos MIR, apoyados incluso por organizaciones progresistas en cuanto a la concepción de la medicina.La tesis que defienden unos y otros -ya sea en función de intereses directamente corporativos o ideológicos- es básicamente la misma: que se dé libertad a los MI...

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La nueva política de la Administración tendente a establecer una distribución de los MIR en los distintos hospitales, en base a la escasez de la oferta global de plazas, ha dado lugar a diversas opiniones en la Prensa -la última, 22 de febrero, en carta al director de EL PAÍS del profesor L. de Letona-, así como movilizaciones de los ciertos MIR, apoyados incluso por organizaciones progresistas en cuanto a la concepción de la medicina.La tesis que defienden unos y otros -ya sea en función de intereses directamente corporativos o ideológicos- es básicamente la misma: que se dé libertad a los MIR para que acudan a formarse a los hospitales que ellos consideren mejores, de más prestigio, lo que se traduciría, subsidiaria mente, en una mayor calidad de los especialistas médicos, con el consiguiente beneficio, a posteriori, en los demás hospitales y en la comunidad.

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'Proyecto de médico'

A mi juicio, hay en este movimiento todo un concepto de la medicina y de su enseñanza consistente en ver al médico, y no a la colectividad que tiene que servir, como centro de atención.Así, cuando se habla de MIR, parece destacarse sólo su faceta de formación, de aprendizaje, de proyecto de médico, cuando sabemos muy bien que tales médicos son una realidad hospitalaria, un recurso más del hospital, lo mismo que las enfermeras, los médicos de plantilla o los medios técnicos: una pieza indispensable en el funcionamiento de los centros y un factor esencial de superación y estímulo. Y así, cuando en los hospitales acreditados para la docencia los residentes desaparecen en virtud de la libre elección hacia unos pocos centros de mucho prestigio, la calidad de aquéllos se resiente gravemente, y con ello su servicio a la comunidad, que es la que en definitiva va a sufrir las consecuencias. En tanto se promocionan áreas ya privilegiadas en cuanto a infraestructura sanitaria y asistencial, otras van siendo relegadas en una política que fomenta hasta el infinito la desigualdad. Y de nada serviría que a un hospital privado de residentes durante varios años llegase un lento goteo de supuestos ases de la medicina formados en los centros de prestigio: serían rápidamente absorbidos por la atmósfera de mediocridad que la privación de docencia habría cosechado.

Dos palabras en cuanto a la supuesta superior calidad de la formación en los hospitales más prestigiosos. Sabemos que el prestigio está basado fundamentalmente en la concentración dé recursos humanos -los propios MIR, entre.ellos- y el grado de sofisticación tecnológica, así como en la consiguiente existencia de áreas puntas -unidad de trasplantes, por ejemplo- Pero ello no conlleva, inevitablemente, una mayor calidad en la prestación global de asistencia a la comunidad que sirve.

Experiencia

La experiencia nos enseña que los residentes de esos hospitales reciben una excelente formación.. . para seguir siendo médicos de ese tipo de instituciones que, no por casualidad, son los más generosamente dotados de plantilla, y, en consecuencia, el residente, una vez terminada su rotación -centrada especialmente en las -áreas más calientes en cuanto a rareza de los casos, complejidad técnica de atención o gravedad de los enfermos-, debe optar a ejercer como médico especialista en áreas más primarias -que no profesionalmente de inferior calidad- pero que, entrenados en la filosofía del gran hospital, le suscitan cierta fustración cuando no desprecio a la actividad con la que se tiene que enfrentar.Y es que, entre otras facetas, la mayor sofisticación técnica del hospital conlleva -al menos por ahora- un mayor alejamiento entre éste y la comunidad: el diálogo con el enfermo y su familia se limita a una mera y apresurada información, cuando en el ejercicio profesional posterior tal diálogo será no, sólo una fuente de datos, sino una acción terapéutica en sí mismo.

Decir, por último, que la opinión de los médicos es importante en los diseños sanitarios, pero a menudo está sesgada por condicionamientos corporativos o ideológicos que no tienen en cuenta las necesidades de la población; que gran parte de esa población estaba siendo saqueada en la capacidad de sus hospitales en favor de otras áreas ya privilegiadas en una perpetuación de lo que en las relaciones internacionales tiene un nombre: colonialismo; que tampoco desde el punto de vista exclusivamente técnico-médico es cierto que la mejor formación -así, en abstracto- se imparta en los centros de prestigio.

Y en todo caso, como ya se viene haciendo con carácter bilateral, es perfectamente programable que residentes adscritos a un determinado centro efectúen su rotación en un área especializada de otro hospital. Ello contribuye a elevar el nivel técnico y la mentalidad- cooperativa y la igualdad -por arriba- de oferta a la población. Una población por cuyos intereses debe velar la sanidad pública, impidiendo el desmantelamiento asistencial de unas áreas en favor de otras en aras de una pretendida idoneidad en la formación médica que constituye en realidad un expolio: una violación flagrante del principio de equidad, especialmente vulnerado con medidas que acentúan las diferencias entre los ciudadanos ante la salud y la enfermedad.

A. Vázquez de la Cruz es director del hospital materno infantil de La Coruña; ex MIR y ex médico adjunto del hospital infantil Valle Hebrón.

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