Reagan cumple 76 años abandonado por sus leales

Ronald Reagan cumplió ayer 76 años con una salud física bastante aceptable para un hombre de su edad, que ha sufrido una seria operación de cáncer y otra de próstata. Pero esta impresión física no puede ocultar, sin embargo, un estado político grave, una presidencia sin rumbo para los dos próximos años, paralizada por el Irangate, carente de nuevas ideas y de la que empiezan a descolgarse importantes colaboradores. Los leales abandonan el barco convencidos de que ya no queda nada creativo por hacer, el propio Partido Republicano denuncia la inactividad del presidente, y la impresión dominante ...

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Ronald Reagan cumplió ayer 76 años con una salud física bastante aceptable para un hombre de su edad, que ha sufrido una seria operación de cáncer y otra de próstata. Pero esta impresión física no puede ocultar, sin embargo, un estado político grave, una presidencia sin rumbo para los dos próximos años, paralizada por el Irangate, carente de nuevas ideas y de la que empiezan a descolgarse importantes colaboradores. Los leales abandonan el barco convencidos de que ya no queda nada creativo por hacer, el propio Partido Republicano denuncia la inactividad del presidente, y la impresión dominante es que el tiempo de Reagan ha pasado, y que bien podría concluir con un presidente demócrata en la Casa Blanca en 1989.

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En pocos días, Reagan ha perdido a su principal confidente, el director de la CIA William Casey, ideólogo de la necesidad de mantener a las guerrillas anticomunistas en el Tercer Mundo. Un político de peso, el republicano Howard Baker, no quiso aceptar este puesto, y ha habido que recurrir a un técnico Robert Gates.Hasta los conservadores profundos, los llamados "verdaderos creyentes", se van de la Casa Blanca convencidos de que Reagan carece de la voluntad y de la energía suficientes para defender el prograrna ideológico conservador. Este es el caso del combativo Patrick Buchanan, director de comunicaciones de la Presidencia, que ya ha anunciado su dimisión Prefieren buscar un nuevo líder que luche por sus ideas en las presidenciales de 1988.

Lo poco que se sabe hasta ahora del escándalo iraní ha salpicado a los principales miembros del Gabinete. El vicepresidente, George Bush, ni siquiera se sabe dónde está. La investigación no ha hecho más que empezar, y su lento goteo torturará a la Administración durante meses. El último cruza do del reaganismo y hombre de confianza del presidente, el ministro de Justicia, Edwin Meese, aparece peligrosamente implicado en el asunto iraní y e desvío de fondos a la contra.

La falta de dirección presidencial permite que sus principales asesores discutan en público y ofrezcan versiones contradictorias sobre asuntos de tanta entidad como la guerra de las galaxias o el tratado ABM sobre sistemas antimisiles balísticos. El jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, está presionando al presidente para que decida el despliegue anticipado de elementos parciales del sistema de defensa espacial.

El secretario de Estado, George Shultz, que intentó separarse de la Casa Blanca declarándose no responsable del desastre iraní, no parece tener todo el control de la política exterior, y sus allegados piensan que no durará mucho en el Gobiemo. Shultz no está jugando fuerte -algunos reaganistas le acusan de "traición"- y, aunque es partidario de intentar aún un acuerdo de reducción de armamentos nucleares con la Unión Soviética, no presenta una fuerte batalla a los intentos del Pentágono de ampliar la interpretación del tratado ABM o acelerar las pruebas en el espacio de la SDI.

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El jefe del Gabinete presidencial, Donald Regan, un ejecutivo de Wall Street sin sensibilidad política que confunde la Casa Blanca con un banco, es incapaz de llenar el vacío de talento que se advierte en el círculo de poder de Reagan. Ha optado por parapetarse en la mansión presidencial y esperar a que ceda la tormenta. No escucha las voces poderosas, incluida la de la primera dama, Nancy Reagan, y las de los barones republicanos, para que presente una dimisión honrosa y permita el presidente un cambio de rumbo de 180 grados, y un "nuevo comienzo" que salve los dos últimos años de su mandato.

Circulan noticias de que existe una rebelión en marcha en el seno de los notables del Partido Republicano que podría acabar con la demisión de Shultz, Weinberger y el secretario del Tesoro, James Baker, si Regan no abandona la Casa Blanca. El periódico The New York Times asegura que a Donald Reagan le quedan pocas semanas y que dimitirá en marzo, después de que se publique el informe de la Comisión Tower sobre la actuación del Consejo de Seguridad Nacional en el Irangate. La Casa Blanca ha desmentido esta información y ha restado importancia a las otras deserciones.

Pero a Regan le abandonan sus hombres. Ya se ha ido el portavoz presidencial, Larry Speakes; otros dos importantes asesores del presidente desempeñarán las Embajadas ante la Comunidad Europea y Costa Rica, y el director político de la Casa Blanca, Mitchell Daniels, que había pedido públicamente la dimisión de Regan, deja también su puesto.

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