Cartas al director

Venta ambulante

El domingo 29 de junio pasado, con cierto estupor e indignación, he sido el centro de un vulgar y repudiable atropello como tantos otros que día a día vemos, escuchamos y leemos a través de la prensa, en cuanto a lo que se refiere a la torpe actitud y picaresca de nuestra policía, en especial a la "heredada" del antiguo régimen franquista.En suma, el mencionado día 29 del reciente pasado de mes de junio, tuve necesidad de concurrir a un mercado a comercializar unas prendas para gastos comunes imprescindibles; tal como puede suceder en cualquier familia, sin que por ello se deje de ser honesto....

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El domingo 29 de junio pasado, con cierto estupor e indignación, he sido el centro de un vulgar y repudiable atropello como tantos otros que día a día vemos, escuchamos y leemos a través de la prensa, en cuanto a lo que se refiere a la torpe actitud y picaresca de nuestra policía, en especial a la "heredada" del antiguo régimen franquista.En suma, el mencionado día 29 del reciente pasado de mes de junio, tuve necesidad de concurrir a un mercado a comercializar unas prendas para gastos comunes imprescindibles; tal como puede suceder en cualquier familia, sin que por ello se deje de ser honesto. Pues bien, sobre las 13 horas, tuve la desagradable experiencia de ver como un cabo de la Policía Municipal de Barcelona, perteneciente al cuartelillo de la plaza de Catalunya, se abalanzaba sobre mi "tienda de 0.60 metros cuadrados", en la que en el mismo suelo exponía unos pocos bañadores de señoras y caballeros, en el mercado de San Antonio.

Como si acabara de cometer el más horrendo de los crímenes, los referidos agentes municipales me introdujeron en el coche policial a empujones, pese a que yo no opuse resistencia alguna. Ni siquiera me permitieron guardar los bañadores en una bolsa, antes de subir al coche oficial; el mismo cabo y su ayudante, nerviosos y exaltados, se llevaron las mencionadas prendas en sus manos, desde la acera al coche policial desparramando incluso la mitad de las mismas por la calzada.

Pero la sorpresa mayúscula vino cuando arribamos a las inmediaciones del Cuartel de plaza de Catalunya y el cabo, haciéndome un gran favor" según él, seleccionó cinco bañadores de señora, y me dio la correspondiente boleta en señal de resguardo para retirar las prendas "decomisadas", en el momento que quiera o pueda abonar una multa de 2.500 pesetas, más o menos lo equivalente a lo confiscado, por el "grave delito" de no poseer el permiso fiscal para vender unos cuantos bañadores, con el fin de costearme los gastos del día. Soy un ex trabajador, y si bien es cierto que estoy percibiendo unos honorarios a través de la Seguridad Social por razones de IP, no me alcanza para vivir de un modo digno. Por otra parte cabe recordar también que Barcelona, al igual que todas las grandes ciudades, es hora que contara con una zona franca para estos casos de emergencia, aunque el vendedor ambulante tuviera que pagar un "impuesto normal en el momento oportuno".

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Siguiendo el arbitrario comportamiento de estos agentes municipales como tantos otros a los que el pueblo español les pagamos, para que nos protejan y no para que nos torturen moral, espiritual y material.-

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