Cartas al director

Profesores funcionarios

EL PAÍS considera como uno de los logros más notables del Ministerio de Educación la política del ministro Maravall plasmada en la LRU. Según tal punto de vista, uno de los mayores éxitos de tal política ha sido convertir en funcionarios a una gran cantidad de: profesores universitarios con la intención de "fijar las plantillas" de las universidades en un breve plazo.No obstante, conviene señalar:



1. Que el PSOE ha seguido aquí, una vez más, tina política contraria a la propuesta que hacía desde la oposición; es preciso recordar que entonces no insistía en la necesidad de...

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EL PAÍS considera como uno de los logros más notables del Ministerio de Educación la política del ministro Maravall plasmada en la LRU. Según tal punto de vista, uno de los mayores éxitos de tal política ha sido convertir en funcionarios a una gran cantidad de: profesores universitarios con la intención de "fijar las plantillas" de las universidades en un breve plazo.No obstante, conviene señalar:

1. Que el PSOE ha seguido aquí, una vez más, tina política contraria a la propuesta que hacía desde la oposición; es preciso recordar que entonces no insistía en la necesidad de que la inmensa mayoría del profesorado estuviese formada por funcionarios.

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2. Que, hecho increíble, las pruebas de idoneidad se realizaron "por correspondencia"; naturalmente, las comisiones podían no tener el menor conocimiento personal de los candidatos. Bien entendido, altos cargos del Ministerio de Educación se beneficiaron de tan patrióticas pruebas.

3. Que la autonomía universitaria, en lo que respecta. al profesorado, parece consistir en que el candidato "de casa" a una plaza de la universidad convocante pueda, más o menos directamente, nombrar a dos de los cinco miembros de la comisión que le ha de juzgar (anteriormente, todos los miembros del tribunal -salvo el presidente- eran sorteables). Sería curioso conocer el porcentaje de candidatos "no oficiales" que así ha logrado una plaza.

4. Que en la universidad, antes de la LRU, existía debate y, sin duda, ilusión ante un porvenir que, a poco que se hiciese, sería mejor. Ahora, con la única obsesión por parte del profesorado de lograr una plaza fija -continuando, por otro lado, con la mejor tradición de la clase media española-, la inmovilidad universitaria es mayor que nunca, y la idea de discutir planes de estudio, etcétera, de una forma objetiva (no condicionada a los intereses inmediatos de los profesores de la casa), una quimera. Las posibilidades para los jóvenes estudiantes con algún interés por la vida intelectual y científica estarán, durante largos años, muy recortadas.-

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