VIOLENCIA EN EL MEDITERRÁNEO

El integrismo marca sus distancias con Gaddafi Auge del movimiento islámico en Túnez

Las mujeres vestidas con pantalones vaqueros y otras ropas de moda son todavía más que las que usan chador y vestidos negros o túnicas blancas hasta los tobillos. Los cines, los night clubs, las boutiques y los grandes hoteles ocupan por el momento en la capital tunecina más espacio que las mezquitas, pero el auge del movimiento islámico es creciente y algunos temen que los turistas que quieran venir a Túnez dentro de 5 o 10 años tengan que olvidarse del biquini y del alcohol.

"Es la misma tendencia islámica que existe en todo el mundo árabe", explica Abdelfatih Muru, secretario general...

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Las mujeres vestidas con pantalones vaqueros y otras ropas de moda son todavía más que las que usan chador y vestidos negros o túnicas blancas hasta los tobillos. Los cines, los night clubs, las boutiques y los grandes hoteles ocupan por el momento en la capital tunecina más espacio que las mezquitas, pero el auge del movimiento islámico es creciente y algunos temen que los turistas que quieran venir a Túnez dentro de 5 o 10 años tengan que olvidarse del biquini y del alcohol.

"Es la misma tendencia islámica que existe en todo el mundo árabe", explica Abdelfatih Muru, secretario general del Movimiento de Tendencia Islámica (MTI), la principal fuerza de ese género en Túnez. "En el mundo árabe se está produciendo un proceso de descolonización. Al igual que hubo primero una colonización militar y política, después económica y luego cultural, nosotros hicimos primero la descolonización militar, después la económica y ahora estamos luchando por nuestra descolonización cultural, para preservar nuestra personalidad y nuestra tradición árabe-islámica", dice.Esta política es aplicada al pie de la letra por muchos jóvenes universitarios, entre los que la implantación del MTI y otros grupos islámicos más radicales es comparable, según un observador extranjero, a las de los partidos de izquierda en la universidad española en los últimos años del franquismo. Un paseo por el campus universitario confirma en parte esta impresión. Los jóvenes barbudos son mayoría en un seminario de la facultad de Derecho (la barba es también aquí un claro signo subversivo, pero no sirve para identificar a los lectores de El Capital, sino a los del Corán). Mujeres vestidas con enormes túnicas blancas cierran la puerta de su laboratorio en la escuela de Ingenieros al paso del periodista.

Represión en la Universidad

Según el profesor Mustafá ben Jaafar, dirigente del Partido Democrático Social, de izquierda moderada, este hecho se entiende "porque en la universidad se ha concentrado con más fuerza la represión en los últimos años".Abdelfatih Muru coincide en que sus militantes "son víctimas de la represión de los no islámicos". "Muchas jóvenes", dice, "han tenido que dejar sus estudios porque se negaban a usar minifalda. Otros, porque llevan barba, porque van a rezar o porque no beben alcohol son reprimidos, expulsados de sus trabajos o no encuentran empleo".

Los islámicos son, desde luego, la bestia negra del régimen de Habib Burguiba, quien después de muchos años de proclamarse líder de la modernización de Túnez, lo que aquí llaman la tunicificación, ha tenido que ceder algún espacio, al menos en la forma, al empuje integrista. El octogenario presidente no se atreve ya, como años atrás, a desafiar la tradición apareciendo en televisión con un vaso de agua a su lado en pleno Ramadán.

El MTI no es un partido legalizado, pero el Gobierno consiente sus actuaciones y su secretario general tiene hoy su despacho de abogado en las puertas mismas de la Medina.

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Como queriendo impresionar a su interlocutor, Abdelfatih Muru suspende la conversación a las siete de la tarde para pasar a una habitación contigua donde su secretario ha improvisado una mezquita para que recen su jefe y sus clientes.

Muru asegura que "el islamismo tunecino no tiene nada que ver con el de Irán, el de Líbano o el de Afganistán", aunque respeta todos ellos. "Nosotros queremos una armonía entre una cultura islámica y la vida del siglo XX. Queremos preservar nuestra personalidad adaptándola a las circunstancias de tiempo y espacio que nos obligan a cooperar con otras tendencias. Nunca hemos pedido una revolución como la de Irán por la simple razón de que esto no es Irán. Túnez no es un país para dictaduras, incluso en nombre del islam, y además la nuestra es una religión de diálogo". El dirigente islámico tunecino asegura: "Nunca hemos dicho que vayamos a prohibir los pantalones a las mujeres ni que vayamos a cerrar los hoteles de los turistas; son cosas que se inventan contra nosotros".

Muru cree que su partido está respaldado "por una mayoría" que les entiende. "Todavía hay gente hostil a nuestro movimiento", dice, "pero es gente que no conoce el islam, que cree que queremos volver al pasado, que somos fanáticos, fatalistas, que estamos contra la modernidad. Pero eso no es cierto; lo único que tenemos en común con Irán es la religión".

El dirigente islámico afirma que su movimiento no tiene nada en común con Muammar el Gaddafi: "Él aplastó a los islámicos cuando llegó al poder. Se equivocan los que crean que Gaddafi está bien visto por el integrismo". Pese a todo, condena el ataque norteamericano contra Libia porque "es una agresión contra todo el mundo árabe".

Muru pide para su país "más representación de todos los partidos en el Gobierno". Actualmente sólo el gubernamental Partido Socialista Desturiano tiene representación parlamentaria, como consecuencia de su triunfo por el 95% de los votos en las primeras elecciones que se celebraron en este país, en el año 1981, denunciadas por la oposición como un fraude.

Abdelfatih Muru estima que "existe un riesgo de girar hacia una dictadura". "La gente que detenta el poder", agrega, "prepara el paso hacia el posburguibismo. El único camino para evitar una grave crisis tras la muerte de Burguiba -que tiene oficialmente 84 años- es el reforzamiento de las instituciones".

Mustafá ben Jaafar, miembro del buró político de un partido socialdemócrata al que se considera mayoritario entre la oposición, manifiesta que su grupo está dispuesto a "colaborar con los islámicos mientras acepten una política de libertad que pueda integrar a todos".

"Sabemos que existen, sabemos que no son como otros movimientos islámicos en el mundo, reconocemos que tienen derecho a un espacio político a condición de que actúen siempre como un movimiento respetuoso de las reglas democráticas y del derecho. Condenarlos a un gueto los reforzaría y los radicalizaría", dice. La posición de Ben Jaafar es compartida por prácticamente todos los partidos de oposición.

Existe ya en Túnez un incipiente movimiento shií y, según la oposición, si se mantiene el actual atasco político el islamismo lo barrerá todo.

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