Tribuna:

Prólogos

Una larguísima experiencia como prologuista me incita a meditar sobre las tribulaciones del excelentísimo señor ministro de Defensa a propósito de un prólogo que con su firma avala discutibles párrafos de una historia militar de las Españas. El redactor de prólogos se debe a una deontología elemental, reducida a un principio: tiene que leer lo que prologa. Si no lo hace, peca de descortesía o desdén a los autores del libro, y en ocasiones puede suceder que, creyendo prologar un libro de obstetricia, la palabra verse sobre el sarpullido del cerezo.Un pecado de apropiación indebida de prólogo lo...

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Una larguísima experiencia como prologuista me incita a meditar sobre las tribulaciones del excelentísimo señor ministro de Defensa a propósito de un prólogo que con su firma avala discutibles párrafos de una historia militar de las Españas. El redactor de prólogos se debe a una deontología elemental, reducida a un principio: tiene que leer lo que prologa. Si no lo hace, peca de descortesía o desdén a los autores del libro, y en ocasiones puede suceder que, creyendo prologar un libro de obstetricia, la palabra verse sobre el sarpullido del cerezo.Un pecado de apropiación indebida de prólogo lo puede cometer cualquier ser humano menos un ministro de Defensa en relación con una obra que verse sobre cuestiones militares. Sorprende y alarma el desliz en un hombre tan metódico, tan concentrado en su trabajo desde el primer día que asta consiguió aprenderse el himno de la Legión a las pocas horas e recibir la cartera ministerial.

Sorprende el desliz por lo científico del personaje y alarma porque su ministerio versa sobre cuestiones tan trascendentales y actuales como la política de defensa. En pocas semanas don Narciso Serra ha cometido dos deslices de complementaria orientación histórica: demostrar insensibilidad ante la cuestión de la UMD y negligencia con respecto a la memoria civil más reciente. Un prologuista de una historia militar que no tiene la preventiva curiosidad de saber qué dice el libro sobre "lo contemporáneo" es no sólo un mal prologuista, sino también un peligroso ministro, al parecer exclusivamente obsesionado por bloquearnos cueste lo que cueste y pese a quien pese.

En cualquier país convencionalmente civilizado, uno sólo de los deslices cometidos por el señor ministro ya hubiera sido materia de moción parlamentaría y de dimisión.

Al corporativismo de la clase política se debe el que no se haya producido ni lo uno ni lo otro. Los correligionarios de Narcís Serra barren deslices debajo de las alfombras y la oposición, si se equivoca siempre en el mismo sentido, le va a coger más cariño que a Barrionuevo.

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