JORNADA ELECTORAL

Confusión y sospechas de fraude en las elecciones hondureñas

Los hondureños acudieron ayer a las urnas en medio de un clima de sospechas de fraude y confusión, después de que el sábado, tan sólo ocho horas antes de abrirse los colegios electorales, el Tribunal Nacional de Elecciones decidiese que será elegido presidente el candidato más votado del partido triunfante. Para el cómputo se sumarán los votos de las diferentes corrientes que aparecen en la papeleta electoral bajo las siglas y emblemas de cada partido y se darán al candidato más votado de cada partido.

Los cantones (mesas) electorales se abrieron a las seis de la mañana hora loca...

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Los hondureños acudieron ayer a las urnas en medio de un clima de sospechas de fraude y confusión, después de que el sábado, tan sólo ocho horas antes de abrirse los colegios electorales, el Tribunal Nacional de Elecciones decidiese que será elegido presidente el candidato más votado del partido triunfante. Para el cómputo se sumarán los votos de las diferentes corrientes que aparecen en la papeleta electoral bajo las siglas y emblemas de cada partido y se darán al candidato más votado de cada partido.

Los cantones (mesas) electorales se abrieron a las seis de la mañana hora local (la una de la tarde, hora peninsular española) y el cierre estaba previsto para las cinco de la tarde, hora local.El candidato con más posibilidades del Partido Nacional, Rafael Callejas, pidió por la mañana que se prolongase el período de votación, debido a las confusiones originadas en el momento de la apertura de las urnas.

Un problema de tinta

El problema surgió ante la sospecha de que la tinta con que se marcaba el dedo de los votantes parecía no ser indeleble. Esto hizo que durante casi tres cuartos de hora se paralizase en muchos colegios la votación, en espera de una resolución del Tribunal Nacional de Elecciones.

El problema se solventó cuando se descubrió que la tinta transparente contenía nitrato de plata y se necesitaban unos minutos para que el dedo quedase coloreado. El incidente resulta revelador del grado de suspicacias despertado a lo largo del proceso electoral hondureño.

El sábado por la noche los liberales de la corriente rodista, la tendencia oficial apoyada por el presidente, Roberto Suazo Córdova, creyeron tener la certeza de que los lápices para rayar la papeleta de voto tenían una tinta que con el calor se pasaba al papel del dorso; de esa forma, al doblar la papeleta, los votos de su candidato, Óscar Mejía Arellano, quedarían en la columna del nacionalista Callejas. Los rodistas creían ver en esto "una maniobra de los gringos. Lo mismo que hicieron en Guatemala y El Salvador". Los lápices y gran parte del material para las elecciones procedía de una donación norteamericana.

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El candidato de EE UU

En los días previos a la elección no cesaron las especulaciones sobre quién sería el candidato favorito de la Embajada norteamericana o idel Ejército hondureño. Ni la Embajada ni el Ejército tienen nada que temer de los dos candidatos que ayer se presentaban como favoritos, el liberal José Azcona, de 58 años, y el nacionalista Rafael Callejas, de 42 años, que son hombres de derecha y probado anticomunismo.

Se especulaba, sin embargo, que Pepín Azcona, al que le atribuyen prepotencia y temperamento español" sería un hombre mucho menos manejable y más duro que el joven nacionalista Callejas.

Al parecer, en reuniones de la cúpula militar hondureña, se planteó que el presidente, Roberto Suazo Córdova, vería con agrado la posibilidad de entregar la banda presidencial a su príncipe heredero, Mejía Arellano. En su intervención ante los militares, el jefe de las fuerzas armadas, general de Aviación Walter López, dijo que el Ejército permanecería neutral y él quería en su día poder dejar el puesto con la cabeza alta.

Otro de los elementos con el que se especula en Tegucigalpa es si el presidente se reserva todavía alguna carta en la manga para dar el poder a Mejía y evitar que el liberal Azcona, enemigo personal de Suazo, llegue al poder.

El presidente hondureño se retiró a su casa natal de La Paz, un pueblo de unos 10.000 habitantes, a unos 100 kilómetros de la capital.

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