El primer ministro de Túnez se perfila como sucesor de Burguiba

El primer ministro tunecino, Mohamed Mzali, se configura como el candidato mejor colocado para suceder a Habib Burguiba en la presidencia de la República. Pese a la competencia que mantiene incluso con miembros de su propio Gabinete, Mzali ha actuado con firmeza en la crisis libio-tunecina y ha salido indemne de una posible reacción negativa interna hacia su persona por el ataque israelí contra establecimientos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez. Mohamed Mzali ha recibido en las últimas horas la solidaridad de todos los partidos de la oposición, incluido el comun...

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El primer ministro tunecino, Mohamed Mzali, se configura como el candidato mejor colocado para suceder a Habib Burguiba en la presidencia de la República. Pese a la competencia que mantiene incluso con miembros de su propio Gabinete, Mzali ha actuado con firmeza en la crisis libio-tunecina y ha salido indemne de una posible reacción negativa interna hacia su persona por el ataque israelí contra establecimientos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez. Mohamed Mzali ha recibido en las últimas horas la solidaridad de todos los partidos de la oposición, incluido el comunista.

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Incluso uno de los principales opositores al presidente de la República, el líder del Movimiento de los Demócratas Socialistas (MDS), Ahmed Mestiri, ha hecho una declaración pública en ese sentido a raíz de la incursión israelí. Mestiri ha afirmado que en la actual coyuntura tunecina es necesario que "el país consolide una unidad nacional para hacer frente a todas las pruebas".Lo que se consideraba hace unos meses como la difícil sustitución del presidente Burguiba ha, entrado en los últimos tiempos en una dinámica distinta. El propio Mzali, que el próximo día 23 cumplirá 51 años, es la persona que goza de mejores posibilidades para sustituir al anciano que desde el 25 de julio de 1957, obtenida la independencia de Francia, dirige los destinos de este pequeño país norteafricano.

En principio, según la vigente Constitución tunecina, cuando muera el jefe del Estado (Burguiba cumplió el pasado 3 de agosto 82 años), el primer ministro ocupará las funciones de la Presidencia de la República de manera provisional hasta que se celebren las próximas elecciones legislativas.

Si Burguiba falleciera antes de 1986, año en que está prevista la celebración de estas elecciones, Mzali ostentaría la Presidencia hasta esa fecha. Y si falleciera el anciano dirigente con posterioridad a las elecciones de 1986, también la asumiría, siempre que continuara como primer ministro, pero hasta 199 1, año en que, según dispone la Constitución, se celebrarán nuevas elecciones.

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La salud del presidente

Éste es el mecanismo sucesorio que hasta la fecha dispone la Constitución. No obstante, existen intentos, dirigidos tímidamente por la oposición, para reformar la Carta Magna de ese país y hacer menos complicado, al menos en lo que respecta a la reducción de tiempo, el relevo presidencial.

Burguiba, a sus 82 años, continúa siendo el hombre fuerte de este país, pese a que su lucidez política e intelectual se ve a veces afectada por la edad.

El combatiente supremo dio en los últimos meses pruebas de su vitalidad, que hasta esas fechas se cuestionaba: hizo un viaje a Washington, donde se entrevistó con su casi coetáneo el presidente Ronald Reagan; y ha protagonizado múltiples anécdotas, como la del verano último, en que apareció en traje de baño en una playa tunecina.

Los observadores occidentales pulsan el estado de salud de Burguiba por sus comparecencias públicas y por el tono de voz en sus intervenciones. Según fuentes diplomáticas consultadas, Burguiba tiene mejor aspecto físico actualmente que en años anteriores.

El mecanismo de propaganda del Gobierno tunecino no descansa en presentarle como un hombre aún ágil y lúcido, que diariamente realiza paseos con sus colaboradores, de los que puntualmente da cuenta la Prensa oficial, y que controla el pulso de la política interior y exterior del país.

En los últimos meses, el candidato Mzali ha pasado a convertirse en el segundo hombre de Estado de Túnez, con una actividad extraordinaria; hasta el punto que ha habido días en que el periódico L'Action, órgano del Partido Socialista Desturiano (DSD), que se enorgullece de situar bajo su mancheta la indicación de que lo fundó Burguiba, ha dedicado más espacio al primer ministro que al propio presidente de la República.

'Revuelta del pan'

Mzali, que fue nombrado primer ministro en 1980, cuenta con una biografía que le hace acreedor a optar al puesto a que aspira, y ha aprovechado estos cinco años de. poder para ganarse un prestigio internacional del que carecía y situar a su lado a hombres fieles.

La propia revuelta del pan, de enero de 1984, que puso a la opinión pública internacional en conocimiento de lo que sucedía en el interior de Túnez, más que perjudicarle en su carrera política, le favoreció. Reforzó su autoridad, unió a sus funciones la cartera de Interior y destituyó al hasta entonces ministro de ese departamento, Driss Guiga, acusado de traidor y de encender a las masas en contra de Mzali, lo que le obligó a exiliarse en Francia.

Medios políticos tunecinos, sin embargo, al igual que reconocieron en su día el fortalecimiento del papel de Mzali en el Gobierno tras la revuelta del pan, estiman hoy día que es demasiado el poder que ostenta y consideran que actúa con una velocidad precipitada que mientras viva el combatiente supremo, puede estar expuesta a ser frenada en cualquier momento.

La crisis con Libia, desde que este país decidiera el pasado agosto expulsar a todos los trabajado res tunecinos de su territorio, ha sido "excelentemente dirigida", a juicio de los, observadores consultados, por Mzali desde su despacho del palacio gubernamental de La Kasbah.

Mzali, en franca ventaja con el también aspirante a la presidencia. el ministro de Asuntos Exteriores, Beji Caid Essebsi, "ha dado la cara" y ha dirigido con firmeza la respuesta de Túnez a Libia.

Para ello ha contado con el respaldo efectivo de Estados Unidos y Francia, y la solidaridad de Argelia, país al que se ha inclinado en las últimas semanas ante la preocupación marroquí, y el respaldo cuasi secreto de Egipto.

Difícil situación

El primer ministro se enfrenta, sin embargo, a una dificil situación interna, complicada por la crisis económica y que enlaza con una serie de factores sociopolíticos que van desde el malestar de las capas populares por la subida de los precios y la congelación de salarios, por el cada vez más patente auge integrista, que ha alcanzado a la Universidad, y por los continuos intentos de desestabilización dirigidos desde Libia, que se han incrementado en los últimos meses con la decisión del régimen de Trípoli de expulsar a 90.000 trabajadores tunecinos (31.000 han atravesado ya la frontera) a un país donde no van a encontrar oferta de empleo y donde van a contribuir con su presencia a agravar más la deteriorada situación económica.

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