Una tradición de 100 años
Los fuegos artificiales constituyen un elementá consustancial, casi definitorio de la Semana Grande donostiarra. El miércoles por la noche, más de 100.000 personas se asomaban a la bahía de La Concha, abarrotando las playas, el paseo, el puerto y todo el litoral urbano siguiendo una tradición inicia da hace más de 100 años. Todo comenzó en 1879 con la Semana Grande promovida por el empresario taurino José Arana, un personaje que influyó decisivamente en los contenidos que singularizaron durante décadas las fiestas donostiarras. Ya el 11 de julio de 1848, la reina Isabel II fue festejada a su l...
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Los fuegos artificiales constituyen un elementá consustancial, casi definitorio de la Semana Grande donostiarra. El miércoles por la noche, más de 100.000 personas se asomaban a la bahía de La Concha, abarrotando las playas, el paseo, el puerto y todo el litoral urbano siguiendo una tradición inicia da hace más de 100 años. Todo comenzó en 1879 con la Semana Grande promovida por el empresario taurino José Arana, un personaje que influyó decisivamente en los contenidos que singularizaron durante décadas las fiestas donostiarras. Ya el 11 de julio de 1848, la reina Isabel II fue festejada a su llegada a esta ciudad con una colección de fuegos de artificio. Los toros, las bandas de música y los fuegos fueron durante décadas los tres elementos imprescindibles de la semana grande. Los fuegos artificiales consistían en aquellos años en montajes y ruedas giratorias que representaban al sol, a la luna, a los eclipses y a pequeñas figuras, preferentemente elefantes. El primer concurso internacional de fuegos artificiales de San Sebastián se celebró en 1964.