Presiones sobre Pretoria

El estado de emergencia en Suráfrica ha obligado a los Gobiernos occidentales a concentrarse con mucha mayor agudeza en un problema ya familiar: ¿qué pueden hacer para evitar que el país se desgaje y amenace en este proceso la seguridad del mundo occidental? La cuestión aparece desde una nueva perspectiva, ya que Estados Unidos se ha visto mucho más implicado. A pesar de la renuencia de Reagan a imponer cualquier sanción contra Suráfrica, las crecientes protestas políticas en Estados Unidos han esperanzado de nuevo a la oposición negra. Y aunque Francia ha prohibido toda inversión y ha retirad...

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El estado de emergencia en Suráfrica ha obligado a los Gobiernos occidentales a concentrarse con mucha mayor agudeza en un problema ya familiar: ¿qué pueden hacer para evitar que el país se desgaje y amenace en este proceso la seguridad del mundo occidental? La cuestión aparece desde una nueva perspectiva, ya que Estados Unidos se ha visto mucho más implicado. A pesar de la renuencia de Reagan a imponer cualquier sanción contra Suráfrica, las crecientes protestas políticas en Estados Unidos han esperanzado de nuevo a la oposición negra. Y aunque Francia ha prohibido toda inversión y ha retirado a su embajador en Pretoria, Estados Unidos, que ya había retirado el suyo antes, han dejado muy atrás a los europeos, sobre todo a los británicos. En realidad, casi parece que se hayan invertido los papeles anteriores.Los británicos se han quedado ahora mucho más atrás de la corriente estadounidense de indignación y protesta. Margaret Thatcher ha rechazado las sanciones. Ha expresado su repudio del apartheid, pero simpatiza con los problemas de los blancos que viven enmedio de una inmensa mayoría negra. También le preocupan los 200.000 empleos británicos que dependen de las exportaciones a Suráfrica. La diplomacia británica considera que la violencila forma parte de un ciclo que no se aleja mucho de la revolución. La protesta de liberales y radicales británicos se ha visto acallada por la preocupación de la izquierda por el desarme nuclear y los temas nacionales.

( ... ) Los estadounidenses han contactado mucho más con los surafricanos negros, incluso con dirigentes negros de dentro y fuera del país, cosa que evitan precisamente los diplomáticos británicos. Hace tres meses, Oliver Tambo, presidente del Consejo Nacional Afriano (el partido ilegal que envía guerrillas a Suráfrica), fue bien recibido por políticos y hombres de negocios estadounidenses. El hecho fue muy significativo, porque muchos conservadores en Estados Unidos temen que el Consejo Nacional Africano tenga demasiados vínculos con Moscú.

Tambo -al que conocí cuando era un joven abogado de Johanesburgo y que está más influido por el cristianismo que por el marxismo- recibió con entusiasmo el apoyo americano. "Estoy realmente impresionado con lo que está sucediendo", me confesó. Para los dirigentes negros, el hecho de considerar de nuevo a los americanos como aliados representa en sí mismo una consecuencia importante del cambio ocurrido en EE UU.

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( ... ) El Gobierno de Pretoria ha perdido la confianza en la doctrina básica del apartheid, y la oposición negra lo sabe. Tambo y otros dirigentes negros sostienen que el único modo de evitar una desintegración mucho peor es que el mundo occidental canalice sus presiones sobre el apartheid a través de sanciones económicas y retirada de inversiones. Aceptan que estas medidas despojarán de sus empleos y salarios tanto a negros como a blancos, pero han decidido que esto les resulta más barato para su libertad que una escalada continua de asesinatos y venganzas.

El resto depende de Occidente. Unas sanciones efectivas -que incluyan la retirada de inversiones si se seleccionan cuidadosamente los objetivos- ejercerán una presión eficaz sobre Pretoria. Las consecuencias del declive económico de Suráfrica ya son visibles. La recesión, junto con los problemas en las ciudades negras, ha sido un ingrediente de la violencia actual. También ha hecho surgir muchas más dudas sobre la viabilidad del apartheid de las que surgieron en los años de expansión, porque ningún sistema político puede dar mucha confianza sin la promesa de beneficios económicos y sin una esperanza en el futuro. ( ... )

5 de agosto

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