Cartas al director

Benet, fabricante de zapatos

En más de una ocasión nos ha asaltado una reflexión semejante a la que hace J. Benet en su polémica con Günter Grass: un escritor tiene el mismo derecho y la misma autoridad moral que un fabricante de zapatos a expresar su opinión sobre temas político-sociales que a todos nos afectan. Hasta ahí el principio es perfecto, pero -¡oh maravilla!- Juan Benet si duda opta por entrar en el honrado gremio del calzado, porque en el mismo número de EL PAÍS (7 de junio), en su página de opinión (la más prestigiosa del periódico) nos endosa un artículo (Números delatores e inocuos") en el que niega ...

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En más de una ocasión nos ha asaltado una reflexión semejante a la que hace J. Benet en su polémica con Günter Grass: un escritor tiene el mismo derecho y la misma autoridad moral que un fabricante de zapatos a expresar su opinión sobre temas político-sociales que a todos nos afectan. Hasta ahí el principio es perfecto, pero -¡oh maravilla!- Juan Benet si duda opta por entrar en el honrado gremio del calzado, porque en el mismo número de EL PAÍS (7 de junio), en su página de opinión (la más prestigiosa del periódico) nos endosa un artículo (Números delatores e inocuos") en el que niega la evidencia de las penosas consecuencias de la crisis económica en el mundo capitalista (en este caso España), reduciéndola a un sainete pícaro-costumbrista con mendigos portugueses y delincuentes internacionales y con un evidente apoyo a la política socioeconómiea que padecemos.Las pensiones de 15.000 pesetas, las gentes tiradas en la boca del metro, los hombres-mujeres-niños (ya se sabe, para gastárselo en vino y mujeres) que te abordan en cualquier lugar de nuestras ciudades, la proliferación de los vendedores callejeros o domiciliarios de cualquier cosa son mera ficción literaria que se inventan auténticos escritores como Grass o García Márquez. Nada de eso existe. Por consiguiente, vivan el no compromiso, la gastronomía, los intangibles y los toros: todas unas actitudes y una producción cultural que nada tiene que ver con la realidad circundante. La cultura de los posmodernos, que hace días recordaba en estas mis mas páginas estupendamente el señor Severiano Delgado, de Zaragoza, y al cual felicitamos. Como felicitamos a Günter Grass.-

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