Tribuna:

La elipse

6 lunes

El nuevo sistema anticonceptivo es sólo para hombres. Nos lo temíamos. La cosa estaba al caer de un día para otro. Lo cuenta el siempre sorprendente periodista Amestoy. Se trata de una pastilla que le meten a uno debajo de la piel. La pastilla se va disolviendo por el organismo macho y matando los espermatozoides, de manera que el "procreador", llegado el caso, segrega una sustancia que no procrea nada, que es como la nueva cocacola o el nuevo optalidón, lúcidamente denunciados en este periódico por Juan Cueto, que ahora y reclama nuestros viejos venenos. Con lo que no ha...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

6 lunes

El nuevo sistema anticonceptivo es sólo para hombres. Nos lo temíamos. La cosa estaba al caer de un día para otro. Lo cuenta el siempre sorprendente periodista Amestoy. Se trata de una pastilla que le meten a uno debajo de la piel. La pastilla se va disolviendo por el organismo macho y matando los espermatozoides, de manera que el "procreador", llegado el caso, segrega una sustancia que no procrea nada, que es como la nueva cocacola o el nuevo optalidón, lúcidamente denunciados en este periódico por Juan Cueto, que ahora y reclama nuestros viejos venenos. Con lo que no han contado los nuevos médicos americanos es con lo que sí contó el doctor John Rock, creador de la píldora: o sea, con el factor humano, que diría Graham Greene: la mujer, a la hora del sentimiento, puede confiar en sí misma, respecto a medidas antidemográficas, pero nunca podrá confiar en el hombre, y me nos en el hombre ocasional (que suele ser el más fascinante). Hay una hormona sintética que se suministra regularmente durante cuatro meses a los machos para extinguir casi totalmente su producción de espermatozoides: minutísimos dragones de nuestra Normandía sexual (desembarco), nos duele mutilarlos por exigencias del censo. El invento no le quita a uno las ganas, pero barre esa legión de invisibles dinosaurios de la sangre macho, re baños que apacentamos en nuestro subconsciente físiológico como los primitivos apacentaban dinosaurios gigantes. Uno es macho/machista. Uno se aprendió muy bien aquello de: Heidegger: "El hombre es pastor del ser". ¿Y quién nos dice que el ser, hoy tan problemático, no son los espermatozoides? Amo mi rebaño interior de diminutos monstruos prehistóricos (los he visto por el microscopio), saco mi libro Fábula del falo y no quiero que me separen de mis pequeñas bestias fecundantes. Mejor morir hombre que vivir hombre/robot.

8 miércoles

El imperio de la tercera edad es una farsa, claro. El concepto tercera edad se ha convertido en un gran balneario para los ancianos del mundo desarrollado. Llamarle a eso "tercera juventud" es una pasada que va más allá de Brughel el Viejo o Solana el único. Viejas de flequillo rubio, gafa intelectual, traje amarillo y playeras, bailan por sevillanas. Falsas y espantables jovencitas de 75 años, vestidas entre Joan Miró y don Heraclio Fournier, en los estampados, abren sombrillas inútiles contra el sol de los muertos. Otras mueven flecos y panderetas por sobre su futuro tan corto, apuntaladas en unos zapatos "Gilda", pero de oro. Hacen gimnasia de gimnasio o gimnasia al aire libre. Sacan un muslo de Instituto Anatómico Forense. Se ponen trapos rojos en el pelo, las viejas con más tesón que los viejos. Se enredan en idilios de arrugas y maquillaje despegado. Se someten a masajes que, más que a la vida, están masajeando ya la muerte. Se les hace dormir su vela desvelada entre almohadones rejos con forma de corazón. Tienen perros en lugar de nietos. Uno ha denunciado aquí, el lunes, la manipulación de ciencia aplicada que quiere privarme de mis entrañables dragones interiores, los espermatozoides. Uno denuncia ahora esta verbena atroz de la tercera edad, que no es sino vejez con cintajos. ¿Es que no se nos va a dejar vivir y agotar nuestra vida? Hombres no fecundantes y viejas de adolescencia macabra. El optimismo comercial es que no respeta nada. ¿Por qué no nos dejan vivir por libre nuestra masculinidad o nuestra vejez? Prefiere uno las viejas de Ávila o de Ibiza, todas de negro digno, borrón tembloroso contra el presente. "No se puede envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor", dijo Goethe Pero cada cual nos inventamos nuestra gloria y nuestro amor ficticios. La imaginación humana -lirismo- está llena de recursos: todo menos la romería de lunares hacia el cementerio.

10 viernes

El Mediterráneo y los bárbaros del norte, de Luis Racionero (Plaza/ Janés). Ahora que Reagan ha venido para enseñarnos a ser europeos, este Ebro nos explica por qué no lo somos del todo, todavía. Europa ariomediterránea persigue su simultaneidad mientras cultiva su diferencia. Reagan, pateado en Estrasburgo, debiera respetar esto como "asunto interno". Reagan no ha leído a Racionero.

12 domingo

Daniel Ortega ha llegado a Madrid Daniel Ortega, que ni siquiera "se ha hecho una cabeza" de guerrillero, como el Ché, que lleva gafas negras de deslumbrado por sus propias visiones, Daniel Ortega, de nombre tan español, con bigote tristegalaico y gabardina que no ha perdido el apresto, es la imagen sin "imagen" de un país, Nicaragua, que se ha salido de la geografía política para alborotarle el rompecabezas dominical a Reagan. Las almas dictatoriales le llaman dictador. Daniel Ortega ha estado en Moscú, en Polonia en otros sitios, a poner la mano y el cazo, recordando a la mitológica Europa que eso del Tercer Mundo no es un tropo lírico para conferencias políticas, sino un señor que todavía vive como Dios y el Diablo en la Tierra del Sol, según Costa Gavras o el que fuere, pero con gabardina. Con Daniel Ortega es más difícil hacer protocolo y prosa seguida, en los discursos, porque en, cuanto se sale uno un poco de la concordancia aparece el hambre de miles de niños hispanoindios, en cuanto el amanuense/portavoz se permite una licencia sintáctica o de construcción, se le cuela una turba de Cantinflas pequeñitos, pidiendo pan en latinoché. Unos son el protocolo del protocolo y otros, como Daniel Ortega, son el violento y dulce protocolo del hambre, la ceremonia zurda del miedo y la crudeza de la vida misma. Daniel Ortega es una engabardinada ráfaga de salud salvaje que limpia Madrid de anteriores poluciones.

Archivado En