'Tumorrou volei-bol eleven'

El intercambio de diálogos entre sonsecanos y norteamericanos resulta difícil. El problema que se pudiera plantear para acordar un próximo encuentro entre los miembros del equipo de voleibol se salda con un "tumorrou volei-bol eleven" -mañana voleibol a las once-, cuenta Javier Escolante, alardeando de sus mínimos conocimientos del idioma inglés.Probablemente sean los componentes del equipo de voleibol quienes más satisfacción hayan encontrado con la llegada de los americanos. "Antes teníamos nuestro equipo de voleibol, y ellos, el suyo; pero ahora nos hemos unido", cuenta George Mirda,...

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El intercambio de diálogos entre sonsecanos y norteamericanos resulta difícil. El problema que se pudiera plantear para acordar un próximo encuentro entre los miembros del equipo de voleibol se salda con un "tumorrou volei-bol eleven" -mañana voleibol a las once-, cuenta Javier Escolante, alardeando de sus mínimos conocimientos del idioma inglés.Probablemente sean los componentes del equipo de voleibol quienes más satisfacción hayan encontrado con la llegada de los americanos. "Antes teníamos nuestro equipo de voleibol, y ellos, el suyo; pero ahora nos hemos unido", cuenta George Mirda, un technical sergeant, el único de los cuatro integrantes extranjeros del equipo que domina el español. "Nos conocimos, quedamos para echar un partido entre españoles y americanos, y ahora jugamos todos en el equipo del pueblo", de Tercera División, dice Javier Escolante, uno de los sonsecanos que cada sábado, después de comer, se reúne con los otros 14 jugadores.

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Sobre los 18 técnicos que trabajan en la base al mando de un capitán norteamericano recaen múltiples acusaciones. Algunos les reprochan haber formado un gueto dentro del pueblo -cuentan con su propio centro de diversión y ocio- y de no dejar ni una peseta en el pueblo, al hacer sus compras en la base de Torrejón. Pero la mayoría de los sonsecanos, aunque no simpatice abiertamente con los norteamericanos, opina que su comportamiento y convivencia con los lugareños es "irreprochable".

George Mirda tiene 26 años y es uno más de los americanos que han contraído matrimonio con toledanas. A Mari Carmen, su mujer, le molesta mucho que no se diga la verdad: "No es cierto que hagamos vida aparte, que compremos los alimentos en Torrejón, como dicen", y matiza: "Hoy, por ejemplo, hemos ido a Torrejón a comprar pañales para la niña, pero es que tenemos un economato"

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