Tribuna:

Ceuta y Melilla o el pánico nacional / 1

Ceuta y Melilla son dos ciudades plenamente españolas, y no se debe ceder al sentimiento de pánico, de aislamiento internacional o de abandonismo para que sigan en esta condición, señala el autor de este trabajo, quien sale así al paso de otras opiniones vertidas recientemente sobre la necesidad de entablar una negociación con Marruecos sobre este tema. Y es más, la comparación con Gibraltar resulta al menos extemporánea, y ni siquiera se intentan cumplir los trámites que han sido hasta ahora respetados para la población gibraltareña.

"De que Ceuta y Melilla son tan españolas como Málag...

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Ceuta y Melilla son dos ciudades plenamente españolas, y no se debe ceder al sentimiento de pánico, de aislamiento internacional o de abandonismo para que sigan en esta condición, señala el autor de este trabajo, quien sale así al paso de otras opiniones vertidas recientemente sobre la necesidad de entablar una negociación con Marruecos sobre este tema. Y es más, la comparación con Gibraltar resulta al menos extemporánea, y ni siquiera se intentan cumplir los trámites que han sido hasta ahora respetados para la población gibraltareña.

"De que Ceuta y Melilla son tan españolas como Málaga o Huelva no hay duda posible. Pero esto no nos vale como moneda de cambio". Estas frases pueden condensar el artículo publicado en EL PAÍS del día 19 de noviembre pasado con la firma de don Juan Pando. Ofrece como solución a la reivindicación marroquí entrar ahora mismo, pero ya, en una negociación con Marruecos para liquidar este molesto contencioso con la entrega de estas ciudades.Es el momento histórico, exacto, de ofrecer todo a Marruecos. "Ofrezcamos", dice, "nuestros derechos, nuestra historia, nuestros bienes y esfuerzos, nuestra generosidad y poder soberano". La negociación se convierte en una almoneda por derribo.

Ante tamaño sacrificio, ante tan sangrienta purificación, como la de Efigenia en Aulide, parece oportuno un somero análisis para saber al menos qué buenos augurios proporcionará esta hecatombe.

Empieza el articulista acreditando los buenos derechos de España, pero inmediatamente predica esa automutilación nacional. ¿Por qué?

1. Porque estaríamos solos internacionalmente para repeler una agresión marroquí sobre estas ciudades.

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2. Porque el pueblo marroquí, hoy por hoy, puede ser sustituido por una manada de enloquecidos integristas islámicos arrebatados por el hambre y por el paro. Habla de 650.000 jóvenes-paradosintegrístas-cartuchos-de-dinamita ahí mismo, debajo de nuestas barbas.

3. Porque "el problema de fondo está en la eficacia de nuestros gobernantes y, en último extremo, en la constatación de nuestro poder militar". Confirma el viejo lema de la cureña de los caflones: "Última ratio". No tenemos última ratio, ni eficacia en nuestros gobernantes, ni posibilidades militares para defender nuestras ciudades. Parecen el eco de frases que resuenan estos días por el solar patrio.

4. Porque rechazar la agresión sería un fracaso militar que terminará en el interior mediante un nuevo arreglo de cuentas por parte del Ejército.

5. Porque el dolor de su pérdida sería compensado con el honor de llevarnos las banderas, incluso con el cepellón de tierra o de cemento que aguantan los mástiles -aunque es dudoso que Marruecos permitiera tamaño hurto-, y porque sus nombres se inscribirían en el libro de oro de la historia al lado de Puerto Rico y Baler. Menos mal.

En estos puntos se puede resumir el armazón del artículo del señor Pando. Apretando el análisis, la quintaesencia sería que obrar así sería obrar con sabiduría, y a tal fin traza una breve reseña histórica de nue9tra actitud con Marruecos desde su independencia (1956) hasta la fecha, augurando un nuevo Dien-BienFu como terrorífico resultado de no obrar con esa sabiduría.

El propio articulista se sorprende mezclando "sabiduría" con "audacia" y pide perdón por parecerle antagónicas. Pero sobra esta cortesía, porque la audacia se predica en este caso contra los mismos españoles, y más concretamente contra los ceutíes y melillenses, que por aquello de la parte más débil de la contienda habrá de ser por donde haya de romperse la cuerda.

Un cheque en blanco

Repasando la historia, creo que pocas veces se habrá dado un caso semejante al presentado en este artículo. No conozco, ni en lo antiguo ni en lo moderno ni en lo contemporáneo, conducta nacional de tan amplia generosidad -diría prodigalidad- como la que preconiza el articulista.

Admitir sin ambages la condición y esencia de estas ciudades y pasar seguidamente a la solución práctica e inmediata de entregarlas a Marruecos, sin esperar más, es como evitar al atracador siquiera la molestia de sacar la pistola para darle la cartera, y además firmarle un cheque en blanco.

No es esta conducta tan plena de cortesía la que se sigue utilizando hoy día. Cuando un país como Francia destaca paracaidistas a Chad y se dispone, si fuera preciso, a enfrentarse con Libia (y según el tratado libio-marroquí, de rechazo con Marruecos) para defender unos nebulosos intereses franceses, aquí, en España, llega un especialista en temas militares y nos dice que abandonemos urgentemente no unos impalpables prestigios hispánicos en el norte de África, sino dos hermosas ciudades con más de 150.000 habitantes, con dos magníficos puertos, y a las que el articulista reconoce su condición de españolas sin vacilación alguna.

Y además lo dice aquí, en España precisamente, que tiene pendiente desde 1714 la reivindicación de Gibraltar, reconocida por los mismos ingleses como situación colonial, o sea, que no es inglesa, sin que por asomo se les haya ocurrido a los conservadores ni a los laboristas hacernos su ofrenda en acto emotivo, envuelta en papel celofán, como por lo visto hemos de hacer con Ceuta y Melilla para conseguir más amable aún a nuestro "amable vecino de enfrente".

es general interventor del Ejército y miembro del Instituto de Estudios Ceutíes.

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