Reportaje:La isla-continente celebra elecciones anticipadas /2

El crecimiento económico australiano, clave de la ventaja laborista

Los observadores políticos no creen en la posibilidad de una sorpresa en las elecciones legislativas anticipadas que se celebran el próximo sábado en Australia. Desde que el primer ministro, Bob Hawke, hizo pública su decisión de disolver el Parlamento, todas las opiniones coincidieron en pronosticar una clara victoria del Partido Laborista, en el poder, de la mano del jefe de Gobierno más popular de la historia del país y de un evidente crecimiento económico durante los últimos años. El argumento de la oposición liberal de que la recuperación se ha debido al relanzamiento de la economía norte...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Los observadores políticos no creen en la posibilidad de una sorpresa en las elecciones legislativas anticipadas que se celebran el próximo sábado en Australia. Desde que el primer ministro, Bob Hawke, hizo pública su decisión de disolver el Parlamento, todas las opiniones coincidieron en pronosticar una clara victoria del Partido Laborista, en el poder, de la mano del jefe de Gobierno más popular de la historia del país y de un evidente crecimiento económico durante los últimos años. El argumento de la oposición liberal de que la recuperación se ha debido al relanzamiento de la economía norteamericana y al fin de la sequía y sus promesas de reducir impuestos o aumentar las subvenciones a las escuelas no parecen haber calado hondo en el electorado.

Más información

Pocos analistas creen, a pesar de coincidir en que los laboristas se van a apuntar el próximo sábado una clara victoria ante las urnas, que el triunfo vaya a ser lo suficientemente amplia como para que el partido actualmente en el Gobierno consiga mayoría absoluta en el Parlamento.La aparición con fuerza del Partido del Desarme Nuclear, apoyado de hecho por militantes del ala izquierda del laborismo y por un sector del electorado todavía por determinar pero que se estima que es amplio, ha sido una de las escasas novedades de una campaña un tanto tediosa.

Desinterés por la política

Lo cierto es que al australiano medio no le interesa la política. Y si le interesa, no lo dice. Quizá porque muchos creen, como aseguraba un viejo liberal, que gane quien gane en la contienda electoral que se disputa este sábado nada va a cambiar en realidad, "porque aquí quienes mandan son los funcionarios". Para este hombre, "a los políticos, sean del color que sean, no les queda otro remedio que asentir a las propuestas de estos equipos de expertos y tecnócratas que lo prevén todo y no dejan opción a otra solución que la suya".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No es de extrañar, a la vista de las circunstancias, que el 61%, de los encuestados confesara hace unos días que en la última semana no habían hablado con nadie ni de las elecciones ni de ninguno de los temas que discuten públicamente los líderes políticos y que llenan las páginas de los periódicos y los espacios informativos de televisión.

Para competir con los rivales liberales, que han prometido reducir considerablemente los impuestos en el caso de que lleguen al poder, el primer ministro Bob Hawke ha anunciado que, en los próximos tres años, de resultar confirmado en la cita electoral del sábado, el Gobierno laborista seguirá reduciendo el déficit público heredado de la Administración liberal y que el gasto público . aumentará por debajo del índice de crecimiento económico del país.

Esta afirmación de Hawke ha levantado ampollas en algunos sectores de su propio partido, cansados de los constantes giros a la derecha protagonizados por su máximo dirigente.

En definitiva, el primer ministro ofrece al electorado el continuismo de la política que ha implantado en el país desde marzo del año pasado. De acuerdo con los datos facilitados por los propios laboristas, el Gobierno de Hawke ha reducido la tasa de inflación a la mitad, ha creado un total de 270.000 puestos de trabajo, ha reducido el índice de desempleo en casi tres puntos y ha conseguido que la economía australiana haya logrado un crecimiento ciertamente notable, si se recuerda la recesión sufrida entre 1981 y 1983. No es de extrañar, por tanto, que los australianos estén más que encantados con este primer ministro que ha acabado casi de un plumazo con el clima de pesimismo y complejo de crisis que asolaba Australia a principios del año 1983.

Y tampoco es de extrañar que numerosos empresarios estén contentos con el actual Gobierno, a pesar de que haya decretado el aumento casi automático de los salarios de acuerdo con el índice del coste de la vida (un mecanismo similar al de la escala móvil en Italia), pues ha conseguido reducir el nivel de huelgas y conflictos laborales a su nivel más bajo desde hace nada menos que 15 años.

Caramelos electorales

El propio presidente de la Junta de Empresarios de Australia declaró recientemente que "estaba muy satisfecho" con las líneas maestras de los últimos presupuestos generales presentados por el Gobierno y que esperaban más del mismo tipo en los próximos años.

Contra este balance y estas promesas laboristas, poco pueden hacer los liberales, y en especial su jefe de filas, Andrew Peacock, que sigue batiendo regularmente el récord de rechazo popular en las encuestas de opinión.

No le basta a la oposición con recordar que la recuperación económica se debe sobre todo a que se ha producido el final de una sequía de cuatro años y a que se ha relanzado la economía estadounidense. Por ello intentan atraer la atención del electorado con promesas de disminución sustancial de los impuestos -aunque el Gobierno ya se ha adelantado y los ha rebajado a principios de noviembre-, mayores subvenciones para las escuelas y la supresión del nuevo sistema nacional de salud, implantado por los laboristas entre las protestas de numerosos médicos que ven amenazados sus ingresos.

En cualquier caso, la presentación del programa electoral liberal decepcionó a algunos de sus seguidores naturales. La misma Cámara de Comercio australiana calificó el conjunto de promesas de "bolsa de caramelos para capturar votos" y acusó al líder conservador de falta de una verdadera línea política coherente.

Archivado En