Dos generales libran sendas batallas contra poderosos medios informativos de EE UU

No es frecuente ver a dos generales -el israelí Ariel Sharon y el estadounidense William Westmoreland-, veteranos de guerras que hicieron historia, cargados de medallas, comparecer ante el mismo tribunal para conseguir que la más influyente cadena de televisión de EE UU y la revista más importante del país sean condenadas por difamación. Las reclamaciones económicas por perjuicios que solicitan ambos ascienden a 170 millones de dólares (unos 28.900 millones de pesetas).

En la sala 318 de un tribunal de Manhattan, en Nueva York, se está viendo desde hace seis semanas el caso Westmoreland...

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No es frecuente ver a dos generales -el israelí Ariel Sharon y el estadounidense William Westmoreland-, veteranos de guerras que hicieron historia, cargados de medallas, comparecer ante el mismo tribunal para conseguir que la más influyente cadena de televisión de EE UU y la revista más importante del país sean condenadas por difamación. Las reclamaciones económicas por perjuicios que solicitan ambos ascienden a 170 millones de dólares (unos 28.900 millones de pesetas).

En la sala 318 de un tribunal de Manhattan, en Nueva York, se está viendo desde hace seis semanas el caso Westmoreland contra la cadena de televisión CBS, mientras que seis pisos más arriba, en la sala 905, la semana pasada comenzó la vista del caso Sharon contra la revista Time. Los dos generales están ya retirados y tratan de defender su honor, que estiman dañado por la Prensa.En el juicio del general William Westmoreland, 70 años, se está revisando la guerra de Vietnam, uno de los hechos históricos que más ha influido en Estados Unidos durante este siglo. Es un período cuyas heridas aún no han cicatrizado y que muy pocos en este país quisieran reabrir. Pero, sobre todo, en ambos casos se trata de una batalla política de los sectores conservadores contra los medios de información.

Dan Bur, el abogado de Westmoreland, ha afirmado: "Vamos a asistir al desmantelamiento de una gran cadena de televisión". "La CBS está totalmente corrompida", ha añadido. La defensa del general, que perdió militarmente la guerra de Vietnam, ha sido apoyada por el dinero de la nueva derecha, que desea convertir este juicio en un verdadero arreglo de cuentas con los grandes medios de comunicación liberales.

Todo comenzó en el mes de enero de 1982, cuando la cadena de televisión CBS emitió un documental titulado EL enemigo no contabilizado. Una superchería en Vietnam. El reportaje periodístico, producto de una larga investigación, acusaba a William Westmoreland, comandante en jefe de las tropas norteamericanas en Vietnam, de haber montado una conspiración para ocultar en 1967 a sus superiores, incluido el presidente de aquella época, Lyndon B. Johnson, el verdadero número de las fuerzas enemigas, para hacer ver en Washington que la guerra se podía ganar. Westmoreland estima que el reportaje fue manipulado conscientemente por los periodistas de la CBS y solicita por libelo 120 millones de dólares, la cantidad más fuerte exigida en la historia contra un medio de comunicación.

El general Ariel Sharon, de 56 años, ex ministro de Defensa de Israel, derrotado políticamente tras la invasión de Líbano, se siente a su vez difamado por la revista Time, que en febrero de 1983 afirmó que Sharon había sugerido a la familia Gemayel la necesidad de tomar represalias por el asesinato de Bechir Gemayel, presidente de Líbano, asesinado en un atentado terrorista el 14 de septiembre de 1982.

La supuesta conversación de Sharon con los Gemayel se produjo el día anterior a que tropas de las milicias cristianas falangistas entraran en los campos palestinos de Sabra y Chatila y mataran a sangre fría a más de 700 civiles.

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Sharon acusa a la revista de "Iibelo sangriento contra el pueblo judío" y pide 50 millones de dólares. Es la primera vez que un alto funcionario de un estrecho aliado de Estados Unidos (Sharon es actualmente ministro de Industria y Comercio en el Gobierno israelí) se querella contra uno de los más influyentes medios de comunicación de este país.

Su abogado, Milton S. Gould, ha afirmado: "No se puede permitir que la historia diga que un general israelí cometió una matanza". Para Sharon, que fue obligado a dimitir como ministro de Defensa después de que un tribunal de su país estableciera su "responsabilidad indirecta" en las matanzas de los campamentos palestinos, "la revista Time es uno de los centros mundiales de antisemitismo".

Por el contrario, para los abogados de la revista, la querella del general israelí trata de "limitar a la Prensa". Quiere, explican, que "los periódicos se callen. En su fuero interno, Sharon está en guerra con los medios de comunicación". Para los defensores de Time, el paralelismo con el caso Westmoreland está muy claro. "Westmoreland dijo que quería destruir a la CBS. Esto es ya moneda corriente para los ex generales".

La Prensa es más impopular que nunca en este país, y los asesores de dos generales confían en que las consecuencias de los dos juicios por libelo acentúen esta tendencia. Sólo el 33% de los norteamericanos encuestados el mes pasado por la revista Newsweek confía en los periódicos, frente a un 51% en 1979. Los norteamericanos aprobaron mayoritariamente la exclusión de los periodistas en los primeros momentos de la invasión de la isla caribeña de Granada.

En el futuro, las operaciones militares en el exterior serán cubiertas únicamente por un pool de periodistas. Ya no habrá una guerra televisada como fue la de Vietnam. Precisamente el general Westmoreland quiere demostrar en este proceso de Nueva York que la guerra no se perdió en las junglas y los arrozales del sureste asiático, sino en los cuartos de estar de los norteamericanos.

El pasado viernes, el general, de 70 años de edad, erguido como si fuera aún un cadete de West Point, explicó al tribunal que las informaciones de la Prensa sobre la contienda de Vietnam afectaron fundamentalmente a la moral de sus soldados. "Nunca pensaron que estaban siendo bien tratados por los medios de comunicación", explicó. "Ésta fue la primera guerra sin censura, la primera incluso cubierta por la televisión, y fue una única experiencia para nosotros en el campo de batalla y también para la Prensa".

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