Editorial:

El éxito de una huelga

EL ÉXITO alcanzado por la huelga general convocada en Chile el pasado 30 de octubre por el Comando Nacional de Trabajadores ha superado ampliamente las previsiones de sus organizadores. Llevar a cabo una huelga en condiciones de total carencia de libertad y de dura represión es en sí algo sumamente difícil; por añadidura, el Gobierno del general Pinochet había tomado medidas especiales para impedirla, como las detenciones masivas, la prohibición de informar a las emisoras de radio, incluso la movilización del Ejército y la imposición del toque de queda. Las organizaciones de la oposición, teme...

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EL ÉXITO alcanzado por la huelga general convocada en Chile el pasado 30 de octubre por el Comando Nacional de Trabajadores ha superado ampliamente las previsiones de sus organizadores. Llevar a cabo una huelga en condiciones de total carencia de libertad y de dura represión es en sí algo sumamente difícil; por añadidura, el Gobierno del general Pinochet había tomado medidas especiales para impedirla, como las detenciones masivas, la prohibición de informar a las emisoras de radio, incluso la movilización del Ejército y la imposición del toque de queda. Las organizaciones de la oposición, temerosas de lanzar una consigna que desembocase en un fracaso, habían aplazado ya en dos ocasiones anteriores, en abril y en julio, el proyecto de ir a una huelga general. Sin embargo, Rodolfo Seguel, al frente del Comando Nacional, tomó esta vez la decisión de convocar la huelga a pesar de que era evidente el riesgo de que la respuesta fuera insuficiente. La decisión fue apoyada por los sectores de izquierda de la «oposición, principalmente por el Movimiento Democrático y Popular y el Bloque Socialista; en cambio la Alianza Democrática, que agrupa principalmente a las fuerzas de centro, tuvo una actitud reservada, si bien expresó su solidaridad con un comunicado, a última hora. Estas circunstancias explican la satisfacción expresada por Seguel al informar que masas ingentes de trabajadores chilenos han respondido al llamamiento de huelga: grandes ciudades, como Santiago, Concepción y Valparaíso, se convirtieron en ciudades desiertas. El hecho de que sectores obreros fundamentales, como los mineros del cobre, no pudiesen participar, debido a las condiciones, próximas a una militarización, en las que se encuentran, no desmerece la evidencia de que la huelga general ha sido un éxito. La oposición a Pinochet ha superado un techo en su capacidad de movilización, lo que tiene un alcance considerable si se tienen en cuenta las condiciones que la han rodeado. Un factor de primera importancia es el de que en la Universidad y en las escuelas el movimiento de huelga alcanzara asimismo una amplitud extraordinaria. En realidad, se trataba de una huelga netamente política, si bien contenía reivindicaciones económicas. Sus objetivos centrales eran el fin de la represión, el restablecimiento de una libertad de Prensa auténtica, y sobre todo el retorno a una situación de democracia en un plazo breve, objetivos en tomo a los cuales existe una coincidencia entre las masas obreras y el conjunto de la población.La respuesta del Gobierno ha sido la violencia. Aún no se conoce con precisión el número de muertos causados por las fuerzas de la policía en sus acciones contra las manifestaciones populares, pero es una cifra muy elevada. Los detenidos se cuentan por centenares. Cada vez le resulta más difícil a Pinochet seguir gobernando como si nada hubiera pasado; la huelga ha puesto de relieve que, ante hechos que son absolutamente normales en cualquier país democrático, su única respuesta es decretar poco menos que el estado de guerra, disparar sobre el pueblo, causar decenas de muertos y heridos. Es la represión pura, sin ningún apoyo social, en su forma más brutal y odiosa. El general Pinochet parece encerrado en una isla de soberbia suicida, de ignorancia voluntaria de lo que está ocurriendo en el país que gobierna. En un discurso pronunciado el día anterior a la huelga, repitió sus acusaciones a la oposición de ser comunistas agentes del extranjero, y reiteró que está resuelto a seguir en el poder y que no habrá elecciones anticipadas. Es obvio que la sensación, existente hasta ahora, de que el conjunto de los mandos militares está dispuesto a aceptar el inmovilismo cerril de su jefe crea una perspectiva de lo más sombría para el futuro. Pero es posible que se estén produciendo cambios en ese terreno. Cuando Pinochet dice que no habrá elecciones anticipadas, está en cierto modo contestando a uno de sus colaboradores más próximos, el general Fernando Matthei, comandante en jefe del Ejército del Aire, que recientemente ha preconizado una medida de ese género. Eventuales grietas en la cumbre militar sin duda pueden ensancharse si la oposición popular lograse adquirir mayor unidad y fuerza.

El éxito de la huelga general del 30 de octubre puede tener efectos particularmente importantes en la oposición al régimen. Entre el Movimiento Democrático y Popular (en el seno del cual el Partido Comunista es la fuerza principal), el Bloque Socialista y la Alianza Democrática (hegemonizada por la Democracia Cristiana), existen diferencias de diverso orden; pero la experiencia práctica de la huelga del 30 de octubre pone sin duda sobre el tapete un hecho esencial: una voluntad creciente de sectores decisivos del país de no seguir soportando el estado actual; una mayor disposición a actuar, no ya de minorías, sino de sectores muy amplios. Ello debería crear condiciones para superar muchas diferencias y posibilitar acuerdos para acciones conjuntas contra la dictadura, aunque los sectores más de derecha se inclinen a negociar con el poder eventuales fases de transición y en cambio otros sectores más radicales preconicen una ruptura neta. Es evidente que una negociación sólo podría tener sentido si se logra profundizar el desgaste y la impotencia del poder; lo confirmó la experiencia de la negociación intentada, hace poco más de un año, con el ministro del Interior, Onofre Jarpa, y que no condujo a nada. Encierra una valiosa lección lo ocurrido en la Universidad de Santiago en las elecciones que acaban de centrarse, y que son las primeras desde 1973: una candidatura en la que están juntos comunistas y democristianos ha obtenido una victoria arrolladora. La huelga del 30 de octubre debería ser un estímulo de unidad y acción común para la oposición chilena.

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