Tribuna:

Shopping

Con el principio de octubre termina en las universidades norteamericanas el tiempo académico destinado al shopping. El shopping (ir de compras) se usa en el argot universitario para referirse a los quince días que emplean los estudiantes decidiendo en qué clases se matriculan para cumplir los requisitos del año escolar. Casi absolutamente todo funciona en Estados Unidos con la inspiración del mercado libre y la universidad no está exceptuada.Los cursos están compuestos de áreas más que de asignaturas y cada área es tan vasta como para permitir unas veinticinco opciones dentro de ella. Por ejem...

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Con el principio de octubre termina en las universidades norteamericanas el tiempo académico destinado al shopping. El shopping (ir de compras) se usa en el argot universitario para referirse a los quince días que emplean los estudiantes decidiendo en qué clases se matriculan para cumplir los requisitos del año escolar. Casi absolutamente todo funciona en Estados Unidos con la inspiración del mercado libre y la universidad no está exceptuada.Los cursos están compuestos de áreas más que de asignaturas y cada área es tan vasta como para permitir unas veinticinco opciones dentro de ella. Por ejemplo se requiere cursar un área de historia pero vale lo mismo seguir clases sobre las Cruzadas que sobre la revolución soviética, la historia de la ciencia moderna o el imperio de los mongoles. La decisión corre a cargo del estudiante. Así, durante el tiempo del shopping, los alumnos llevan en la mano un catálogo con el título de las clases y el local donde se imparten. Y visitan uno y otro lugar con los mismos modos con que se recorre una feria de muestras.

No es cierto que con el propósito de captar alumnos los profesores decoren vistosamente sus aulas, ni ofrezcan vales o regalos, pero sí lo es que se esfuerzan, como vendedores, en hacerse deseables al cliente. Diapositivas, grabaciones, rigor, amenidad, textos fotocopiados, etcétera, componen el paquete de la oferta inicial que se exhibe, aunque no todo efectivamente depende de la inauguración. Se ven cientos de estudiantes atestando una clase en los dos primeros días reducidos a decenas una semana mas tarde. O al contrario. Profesores que tenían atribuidas aulas angostas pasan a los auditoriums y viceversa.

La matrícula y hospedaje de un curso en Harvard cuesta casi tres millones de pesetas. Se comprenderá que los, alumnos examinen antes de ser examinados. Por otra parte, el sueldo y el prestigio de un profesor están en buena parte determinados por el número de alumnos que convoca. Comprador, vendedor, docente y discente se cierran así en el mismo bucle. Los economistas liberales verían aquí el esbozo de un sueño.

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