Editorial:

¿Existe el Ministerio de Transportes?

LA HUELGA de los técnicos de mantenimiento de la deficitaria compañía Iberia ha devuelto a los ciudadanos de este país al verdadero marco por el que discurre el transporte aéreo. Apenas repuestos de los sobresaltos padecidos este verano por el conflicto protagonizado por los pilotos, los aeropuertos nacionales han sido de nuevo el escenario propicio para poner a prueba los nervios y la templanza del carácter de quienes, habiendo pagado la tarifa reglamentaria, cerrado su vuelo conforme a las disposiciones vigentes y con la actitud menesterosa propicia, se han visto obligados a abdicar de su in...

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LA HUELGA de los técnicos de mantenimiento de la deficitaria compañía Iberia ha devuelto a los ciudadanos de este país al verdadero marco por el que discurre el transporte aéreo. Apenas repuestos de los sobresaltos padecidos este verano por el conflicto protagonizado por los pilotos, los aeropuertos nacionales han sido de nuevo el escenario propicio para poner a prueba los nervios y la templanza del carácter de quienes, habiendo pagado la tarifa reglamentaria, cerrado su vuelo conforme a las disposiciones vigentes y con la actitud menesterosa propicia, se han visto obligados a abdicar de su inicial propósito de realizar el viaje previsto u optar por otro medio más rancio, como el autobús o, el tren. Todos sabíamos que la navegación aérea en tiempos de Linberg constituía una aventura, pero ignorábamos que a estas alturas del siglo XX la aviación comercial en España suponga un pasaporte a las emociones fuertes e imprevistas.En esta ocasión, los aviones no han salido, o lo han hecho con prolongados retrasos por una huelga bastante extraña. La Asociación Española de Técnicos de Mantenimiento de Aviones (ASETMA), organización de carácter profesional, convocó, al margen del comité de empresa de Iberia, un paro para el viernes y el sábado pasados, que parece haberse convertido en huelga indefinida a causa de los despidos ordenados por la empresa al considerar ilegal esta convocatoria. Las motivaciones para este colectivo de trabajadores, compuesto por unas 1.700 personas, parecen un poco confusas y se inscriben en un etéreo contexto de deficiente formación profesional, sin que se sepa que existan reivindicaciones más sustantivas. Parece, por tanto, que usar una medida de fuerza tan importante como la huelga y con unas repercusiones tan graves que alteran el funcionamiento de un servicio público básico, como el transporte aéreo, sobre el escenario de una compañía estatal con pérdidas cercanas a los 30.000 millones de pesetas, que al final pagaremos los contribuyentes, merece la condena de la opinión pública.

Pero las cosas no deben pararse en este punto. La dirección de la compañía, los días anteriores, tranquilizó a los ilusos pasajeros confiándoles, en que no sufrirían las repercusiones de la huelga. En el mejor de los casos tenemos que pensar que la dirección de Iberia no quería fomentar el desconcierto de Ios ciudadanos, sino que simplemente operaba con informaciones falsas o evaluaba incorrectamente los datos de la realidad.

La gran cuestión que cabe plantearse aquí, sin embargo, es otra bien diferente. ¿Existe el Ministerio de Transportes? Nosotros estamos llegando a la conclusión de que o bien se ha producido una clandestina supresión de este departamento ministerial, o bien que, conservando esta denominación, sus obligaciones y sus funciones no tienen nada que ver con el buen funcionamiento de los sistemas que han de emplear los ciudadanos para sus desplazamientos.

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A pesar de esto, no obstante, hay un punto en este conflicto que debiera merecer una explicación. Las consecuencias de la huelga han golpeado de Reno a los contribuyentes porque no se han tomado, ningún tipo de medidas que pudieran haber mitigado sus efectos. Fuentes de la dirección de la compañía aseguran que habían solicitado el establecimiento de un régimen de servicios mínimos al Ministerio de Transportes, órgano competente para establecerlo. Éste, a su vez, niega que se le haya cursado tal solicitud. A lo que se ve, esta huelga de los técnicos de mantenimiento ha servido también para sacar a la luz de nuevo la guerra particular de Aviación Civil e Iberia. Aclarar esta pequeña cuestión tendría interés para las personas que se han visto obligadas a pasar este fin de semana en las salas de espera de los aeropuertos.

La jornada de hoy, lunes, parece clave en la evolución del conflicto. Un poco de seriedad por parte del Gobierno para encontrar soluciones no estaría de más. Si poder viajar en avión en este país se va convirtiendo en un juego de azar donde todos los números para perder los lleva el usuario, parece una broma de mal gusto y una responsabilidad política de la que el Gobierno del cambio no debiera sustraerse.

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