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Introducción a la pornología

Durante largo tiempo se ha empleado el concepto de pornografía como un cajón de sastre en el cual se entreveraba lo connotado con lo denotado, dando lugar a obnubiladoras confusiones, arteramente fomentadas desde el poder. La represión -sobre todo la sexual- quedaba así más cómodamente institucionalizada. A pesar de ello, la pornografía ha logrado alzar un baluarte contra la asfixia opresora de las tiranías. Se ha visto sucesivamente comparada, en desprestigiosos enfrentamientos, con el erotismo, con el amor, con el arte e incluso con las ciencias. Las modernas y apabullantes técnicas de contr...

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Durante largo tiempo se ha empleado el concepto de pornografía como un cajón de sastre en el cual se entreveraba lo connotado con lo denotado, dando lugar a obnubiladoras confusiones, arteramente fomentadas desde el poder. La represión -sobre todo la sexual- quedaba así más cómodamente institucionalizada. A pesar de ello, la pornografía ha logrado alzar un baluarte contra la asfixia opresora de las tiranías. Se ha visto sucesivamente comparada, en desprestigiosos enfrentamientos, con el erotismo, con el amor, con el arte e incluso con las ciencias. Las modernas y apabullantes técnicas de control la han mellado, frenando su evolución; el poder lo sabe y se apresta a estrangularla. Pero aún le queda vida, y de los restos de su molido caparazón ha surgido una nueva ciencia: un saber que se hace evidente en la analogía del clásico procedimiento de la razón entre partes: biografía biología = geografía / geología = pornografía / ? = etcétera.Se llama pornología, y el vocablo con el que es designada excita en nosotros el escalofrío de lo revelado. Poseíamos la palabra en su construcción etimológica, pero la lengua, acorchada, no sabía vocalizarla. Su meridiana claridad significativa deslumbra esperanzadoramente a aquellos que suponían esterilizado el lenguaje de lo carnal.

La pornología estudiará al opresor y al oprimido, al controlador y al controlado, bucearido en sus dependencias. Nos defenderá, con los datos y las causalidades pertinentes, de la estulticia generada por el dictado censorial. Comprobará además que este dictado se autojustifica, en su presencia y actividades, como un medio para erradicar la pornograria, aun a sabiendas de que ésta se desarrolló precisamente para combatir la ya existente represión.

Fue la pornografía considerada como la "representación o pintura de personas que se prostitúyen". A continuación se'le añadieron los más abyectos epítetos: obscena, ruin, perversa, sembrando la mayor de las desorientaciones en la deseosa y sometida grey. Analizando la palabra prostitución descubrimos los progresivos deslizamientos semánticos que la han llevado a signfificar comercio de lo sexual. No pudiendo separar la sexualidad de lo enteramente corporal y humano -pues somos un cuerpo-, definiremos la pornología como "el tratado del comercio camal (sea cual sea el tipo y modo de intercambio: risico, afectivo o racional). Es el lugar de los significados o denotaciones, por oposición a la pornograria, o lugar de los significantes o connotaciones". Apoyándose en la teoría darwiniana, la pomología descubre que la evolución del hombre despegó realmente con vigor en cuanto el comercio carnal interespecífico se puso a actuar, haciéndolo además como el más eficaz de los detonantes. Su gran capacidad generadora de plusvalías fue hábilmente empleada por los más egoístas de la especie como puntal reforzador de la supervivencia.

Todo mercado implica un intercambio intencionalmente desestabilizador para conseguir un beneficio. Pero como la acumulación de ventajas conlleva un agotamiento de las fuentes productoras, es preciso además potenciar el sometimiento espiritual, aparentemente inagotable. La palabra esclavitud se puede pronunciar de inmediato. Le tocará a la mujer devenir un objeto de trueque -eufemísticamente encubierto como intercambio matrimonial-, incapaz de ocultar su básica condición de mercancía humana. Leemos en el Génesis (34.16): "Entonces os daremos nuestras hijas y tomaremos las vuestras, viviremos con vosotros y nos convertiremos en un pueblo". Lutero no tuvo más que amables máximas para referirse a la mujer: "La obra y la palabra de Dios nos dicen claramente que la mujer ha de usarse o para el matrimonio o para la prostitución", añadiendo que "vivan, con tal de que paran, que para ello están hechas". Es cierto que desde una perspectiva estrictamente biológica, la mujer es más valiosa que el hombre, puesto que basta uno solo de éstos para fecundar a una multitud de aquéllas. A esto se suma que al durar todo el año su receptividad sexual, el interés despertado en el macho es una causa más de concupiscencia.

A medida que prosperó la cultura -no olvidemos, mientras tanto, que "la mujer es un objeto de lujo en el presupuesto de un pobre" (Marcuse)-, ellas dejaron de ser el único bien con el cual comerciar. Se las valoró y, en lugar de intercambiarlas directamente, se pasó a comerciar con su equivalente en dinero. Con la práctica se pudo aquilatar con finura el precio de la novia: lo que el varón reclía por su hermana le permitía, a su vez, adquirir una esposa.

En toda sociedad, la comunicación opera a tres niveles diferentes: comunicación de mujeres, de bienes y servicios y de mensajes. Su estrategia se amplía teleonómicamente al,abstraerse mediante el pago pecuniario, estimulando la tan necesaria comunicación de los genes y de los fenotipos. En el primitivo intercambio de caricias, besos, abrazos y coyundas debieron establecerse las adecuadas estratagemas para la futura, dominación y extorsión del oponente. De ahí a su ritualización para entronizarlas definitivamente hay un solo paso que dar: el de prostituir a la hembra.

La prostitución tuvo que empezar siendo sagrada, por dos básicos intereses: por el uno, permitía la custodia y distribución del tesoro orgásmico por el grupo de cabeza, y por el otro, ofrecía una faceta pedagogica altamente rentable. Se considera cierto que educando a la gente en la prostitución se la prepara para que se habitúe a ella y termine por autoprostituirse motu proprio; a lo sumo, un leve. empujón basta parldecidirla. En el siglo de Pericles, las hierodulas eran consideradas como servidoras del pueblo, ya que con sus ganancias contribuían a la erección (sic) de los templos.

Se empleó como vehículo de difusión de este noble oficio el arte de la pornograria, cediendo a sus eufemismos (erotismo, amor, entrega, caridad, etcétera) la labor de controlar los posibles cambios en los significantes. Este trabajo de homeostasis reguló los saltos, balanceos y bandazos en el seno del sistema opresor, garantizándole un saludable porvenir.

La historia del hombre o del mundo es la historia de la prostitución. Describir la historia del hombre es, en puridad, hacer pornografía. Hasta ahora se han avergonzado y humillado los explotados, pero en adelante, viniendo la pornología a deshacer entuertos, sólo quedarán los explotadores en la picota. ¿Teme el hombre conocer su historia? ¿Teme que le expliquen los motivos de su bellaca elección al tomar el camino del comercio carnal para salir de una ignorancia y entrar en otra?

El premio Nobel francés François Jacob nos recalca que "para que un objeto sea accesible al análisis no basta con percibirlo. Hay que disponer además de una teoría presta a acogerlo". Erotología, erotomanía, erotofilia, erotografía... eran y son los sucedáneos burgueses de una ciencia dura e imprescindible para hablar sobre la esclavitud. El hallazgo del neologismo pornología viene a llenar este hueco teórico, con su pertinente reflexión sobre el desarrollo y puesta a punto de la imaginación antiesclaviz adora.

Arturo Pardos es pornólogo.

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