Tribuna:TRIBUNA LIBRE

Desarrollo, deuda externa y distensión internacional, un problema de nuestro tiempo / y 2

La propuesta la esquematizamos seguidamente, y para una más fácil comprensión del tema hemos preparado el gráfico que muestra los circuitos de todo el proceso que planteamos. Veamos los sucesivos pasos:1. Evaluación de la deuda. Debería hacerse en cada uno de los países deudores. Primariamente, en las distintas monedas en que se contrajo la deuda para después homogeneizarla a la unidad de cuenta del Fondo Monetario In-. ternacional (FMI). Como iremos viendo, la valoración en DEGs, aparte de ir desdolarizando la deuda en términos contables, daría una mayor relevancia al FMI.
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La propuesta la esquematizamos seguidamente, y para una más fácil comprensión del tema hemos preparado el gráfico que muestra los circuitos de todo el proceso que planteamos. Veamos los sucesivos pasos:1. Evaluación de la deuda. Debería hacerse en cada uno de los países deudores. Primariamente, en las distintas monedas en que se contrajo la deuda para después homogeneizarla a la unidad de cuenta del Fondo Monetario In-. ternacional (FMI). Como iremos viendo, la valoración en DEGs, aparte de ir desdolarizando la deuda en términos contables, daría una mayor relevancia al FMI.

2. El segundo paso a dar sería la estatiricación de la deuda, que supondría la reconversión de múltiples clases de débitos a una sola clase de endeudamiento cara al exterior, cuyo titular único sería el Estado deudor. Para viabilizar esta operación, los deudores individuales actuales deberían concertar con su Estado los correspondientes planes de pagos. Aclaremos que las empresas y las diversas entidades deudoras no sólo tienen dificultades para hacerse con las divisas con que pagar en el exterior -ésta es más bien una cuestión macroeconómica-, sino que, ante todo, se enfrentan con la dificultad interna de su insuficiencia de recursos en moneda nacional, a causa de los avatares de la crisis, y debido a que las fuerte devaluaciones hicieron acrecen tarse la carga de la deuda contraída, hasta poner en números rojos sus cuentas de resultados. Por consiguiente, cada empresa debería llegar a contar con su plan de pagos a su Estado. Para ello no sería precisa una burocracia formidable, pues en la mayoría de los países deudores las empresas con financiación exterior son un número comparativamente reducido La preparación de los planes de pagos debería ser confiada por cada Estado a su propio banco central. La firma de cada plan de pagos en moneda nacional significaría la asunción de la deuda por el Estado en su vertiente exterior.

3. Una vez evaluada, estatificada y consolidada la deuda en cada país deudor, debería presentarse su monto total al FMI para su es tudio, y, a fin de tenerlo en cuenta en el Convenio Internacional de la Deuda, habría de fijarse una tabla de cuotas de DEEs correspondientes a los distintos países deudores, en función del volumen y de las características de su respectiva deuda global. Esas cuotas deberían incorporar un cierto colchón sobre el monto total de la deuda en el momento de la fijación de las cuotas. Y, en el caso de los países en desarrollo más pobres, habría de incluiíse un margen por encima de lo que muchas veces es una deuda mínima. Los DEEs serían títulos emitidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo cual exige, lógicamente, la revisión de la Convención del Fondo.

4. Fijada la cuota de DEEs, el Fondo Monetario Internacional (FMI) llevaría a cabo su emisión y su adjudicación a los distintos Es tados miembros deudores. Los DEEs serían títulos idénticos (por ejemplo, por valor de 1.000.000 de DEGs), con vencimientos y tipos de interés iguales (por ejemplo, a 15 años y al 6% de interés). Ello significaría, desde luego, una mi noración de la deuda en favor de los deudores. Y está claro que el alcance, de esa minoración sería uno de los temas fundamentales en la negociación del Convenio Internacional de la Deuda. Un criterio guía para valorar la minoración puede estar en el cálculo del porcentaje de lo que habría representado la transferencia del 0,7% del PIB de los países ricos a los menos ricos -como se planteó en las Na ciones Unidas en 1968- desde el comienzo de la crisis, es decir, desde 1974. A tales efectos, recordemos que de los trece billones de dólares de producto bruto mundial en 1981, aproximadamente 2/ 3 correspondieron a los países industríales y de la OPEP (unos 8,6 billones). Así, pues, un 0,7% de ese PIB supondría unos 60.200 millones de dólares. Y entre 1973 y 1982, las transferencias que podrían haberse acumulado en dólares de 1981 se calcula que se habrían acercado a los 500.000 millones de dólares.

5. El siguiente paso -más bien simultáneo con el 1. y el 2.- sería la realización, en los países acreedores, de una operación simétrica a la ya explicada para los países deudores sobre estatificación de la deuda y plan de pagos. Los bancos centrales de los países acreedores tendrían que inventariar todos los créditos pendientes de cobro en el exterior en los países en desarrollo con problemas. Este inventario de cobros serviría para hacer un plan de pagos por el banco central a los acreedores individuales y finales. Lógicamente, el pago debería hacerse en los plazos inicialmente previstos, para no generar más liquidez de la inicialmente previsible.

6. El paso sucesivo consistiría en el libramiento por los bancos centrales de los países deudores, de los DEEs en su poder, a favor de los bancos centrales de los países acreedores. Estos últimos, al recibir los títulos, se convertirían en acreedores finales. Y conforme a las, propias condiciones de la emisión de los DEEs, irían reembolsándose del principal y el interés de la deuda. A la postre, los DEEs quedarían cancelados al terminar de pagar los bancos cen.trales de los países deudores.

La URSS y el FMI

En la línea de pensamiento apuntada, y aunque en principio pueda parecer algo imposible, o políticamente muy difícil, creo que los países industriales que al presente no son socios del Fondo Monetario Internacional (FMI), y especialmente la URSS, deberían ser invitados a ingresar en el organismo. La URSS -los demás países del Este se encuentran seriamente endeudados- podría ser, como nuevo socio del FMI, un tomador relativamente importante de DEEs (también la URSS tiene, silencio silamente, numerosos acreedores).

La calidad de un nuevo socio como la Uníón Soviética y su cuota de capital y de votos previsiblemente alta dentro del Fondo darían a éste un nuevo carácter. De hecho se produciría un salto cualitativo y el FMI pasaría a ser verdaderamente mundial, con el obligado reajuste de las cuotas, que seguramente obligaría a EE UU a renunciar al virtual derecho de veto de que dispone actualmente.

Aquí se vislumbra la necesidad de que en sus negociaciones para el desarme EE UU y la URSS tengan en cuenta el esfuerzo financiero en relación con la deuda externa de los demás países, y respecto de la ayuda futura que habrán de otor ar a las naciones en desarrollo. Este es un aspecto decisivo, a nuestro juicio, en la triangulación del problema deuda externa-desarrollo-distensión internacional.

En el tercero y último artículo de la serie analizaremos los problemas de ajuste que en los países en desarrollo comportaría el sistema de los Derechos Especiales de Emisión. Asimismo veremos sus posibles efectos en la economía mundial y en el actual panorama de tensiones internacionales.

Ramón Tamames es catedrático de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.

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