Cartas al director

¿Dos clases de españoles?

Cuando uno oye hablar de la famosa y discutida reconversión industrial, eufemismo bajo el que se esconde el más simple despido del puesto de trabajo sin más perspectivas que unas vagas promesas, y las razones dadas por el Gobierno en el sentido de tratarse de empresas deficitarias cuyas pérdidas no pueden seguir siendo soportadas por el erario público, no puede uno dejar de recordar los miles de funcionarios de los antiguos sindicatos verticales o del Movimiento, que al quedar suprimidos dichos organismos fueron repartidos de cabeza en las distintas oficinas ministeriales.Sin embargo, n...

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Cuando uno oye hablar de la famosa y discutida reconversión industrial, eufemismo bajo el que se esconde el más simple despido del puesto de trabajo sin más perspectivas que unas vagas promesas, y las razones dadas por el Gobierno en el sentido de tratarse de empresas deficitarias cuyas pérdidas no pueden seguir siendo soportadas por el erario público, no puede uno dejar de recordar los miles de funcionarios de los antiguos sindicatos verticales o del Movimiento, que al quedar suprimidos dichos organismos fueron repartidos de cabeza en las distintas oficinas ministeriales.Sin embargo, nadie en este Gobierno se acuerda que estos señores, para los que tengo el mayor respeto, también cuelgan en plan déficit de la teta de Hacienda que somos todos. ¿Qué clase de privilegio tienen para que entre ellos no se haga una reconversión como con los demás hijos de vecino?

Reflexionando sobre estas cosas llego a la conclusión de que a pesar de los siete años de transición y de los siete meses de Gobierno socialista, en España hay dos clases de españoles que trabajan: los unos son los que no pueden ser reconvertidos, o sea, despedidos de sus empleos, jamás y pase lo que pase, y a los que tampoco se les pueden tocar sus pluriempleos -véanse los resultados del tan cacareado cambio de horario en la Administración-; el 90% de los funcionarios hace jornada continuada de 8 a 3, y los otros españoles, los de segunda, cuyos empleos se pueden perder en aras del sacrificio por el bien de España.

El cambio de la sociedad que nos prometieron en el mes de octubre no es para este siglo. /

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