Tribuna:

Encuentro en el centenario

Se clausuran hoy las sesiones de trabajo del encuentro iberoamericano en la democracia. El hecho mismo de que haya tenido lugar esa reunión hispanohablante ha supuesto un acontecimiento de auténtica relevancia. Un foro libremente concertado para el "comercio de las ideas" -como se decía en el siglo XVIII- es uno de los más eficaces instrumentos del contacto humano. Dialogar es conocerse y también establecer la corriente psíquica de la cercanía inmediata entre las personas. La lengua es un perenne mensaje de signos y sugerencias. Oyendo hablar a nuestros conciudadanos de la comunidad cultural l...

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Se clausuran hoy las sesiones de trabajo del encuentro iberoamericano en la democracia. El hecho mismo de que haya tenido lugar esa reunión hispanohablante ha supuesto un acontecimiento de auténtica relevancia. Un foro libremente concertado para el "comercio de las ideas" -como se decía en el siglo XVIII- es uno de los más eficaces instrumentos del contacto humano. Dialogar es conocerse y también establecer la corriente psíquica de la cercanía inmediata entre las personas. La lengua es un perenne mensaje de signos y sugerencias. Oyendo hablar a nuestros conciudadanos de la comunidad cultural latinoamericana nos parece escuchar en sus vocablos y en sus acentos la resonancia de nuestra herencia común, pues que venimos culturalmente del mismo pasado.El próximo V Centenario del Descubrimiento, o del gran encuentro de Europa con el eslabón perdido de la historia, ha flotado sobre la reunión y se ha mencionado esa fecha como efeméride de referencia obligada de varios acontecimientos importantes, como la proyectada exposición de Sevilla. A nueve años de distancia se anuncia en el horizonte el año 1992. ¿Son útiles los centenarios? Pienso que esas conmemoraciones sirven para avivar el recuerdo de personajes y de sus obras. Pero son oportunas también para celebrar en común los acontecimientos colectivos que han modelado el curso del devenir humano. La V República francesa se prepara a rodear el bicentenario de la Revolución con un programa del máximo relieve. Mil ochocientos ochenta y nueve será un año decisivo en la reforma urbana del París actual como lo fue 1889 en el París de la belle époque. Y como ocurrió en el Londres de 1897 al celebrarse el jubileo de diamante del reinado victoriano.

¿Qué podemos hacer en España en esa ocasión tan relativamente próxima? Una comisión trabaja ya, febrilmente, para ir preparando proyectos de diverso contenido. ¿Se me permite exponer aquí algunas sugerencias personales? La cooperación de los pueblos iberoamericanos con España y Portugal y su programa de actuaciones futuras se ha de apoyar, en primer término, en un entendimiento coherente de la historia que nos sirve de sustrato a todos. España posee un tesoro documental único: el Archivo de Indias. Es un caso quizá excepcional en la historiografía universal debido al necesario camino marítimo que tuvo la gesta americana del pueblo español y que dejó por ello constancia escrita y administrativa de los viajes, las expediciones, las escuadras, los acontecimientos, las tierras descubiertas y los miles de personajes de toda clase y rango que viajaron a Indias o volvieron de allá. Allí está depositada no sólo la radiografía puntual de un imperio, sino también la de 300 años de la historia de cada uno de los pueblos americanos hoy independientes.

El Archivo guarda millones de piezas documentales y es potencialmente una fuente inagotable de investigación y de estudio. Mi sugestión es la siguiente: ¿No podría microfilmarse esta colección en su totalidad y hacerse generosa entrega en ocasión del V Centenario, aquí en Madrid, a cada uno de los pueblos latinoamericanos de un ejemplar de ese trozo sustancial de su vida pasada? ¿Se concibe el auge insólito que este acontecimiento cultural había de desencadenar en los ámbitos de los respectivos historiadores nacionales? ¿Los cientos, los miles, de tesis, de monografías, de volúmenes que esa disponibilidad haría posible? Los pueblos de gran entereza no tienen temor alguno a que se conozca su historia verdadera con el inevitable cortejo de violencias e injusticias, de fallos y debilidades, inherentes a la humana condición.

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Encuentro en el centenario

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Pero el balance final es el que nos importa. No la historia a beneficio de inventario.

Abrir nuestro pasado hasta el último recoveco a los que vienen de nuestro mismo tronco es compartir la intimidad de nuestra memoria y la asunción de nuestras responsabilidades colectivas.

He aquí otra sugestión: aludía el vicepresidente Alfonso Guerra, en su comprometido y valeroso discurso inicial de este encuentro, al descenso alarmante de estudiantes iberoamericanos en las aulas universitarias españolas de unos años a esta parte. El retroceso es cierto y se debe, al parecer, a múltiples factores relacionados con la crisis económica mundial. Pero ¿no será también una motivación de fondo la que produce ese descenso escolar progresivo, que tiene algo de ominoso en su significación?

Otra de las iniciativas de mayor enjundia sería la de fundar en tierra española una universidad iberoamericana, tema que ha sido discutido y recibido con beneplácito en las sesiones de la mesa cultural. Son bien notorias las dificultades, el coste, los obstáculos y el largo empeño que supone llevar a cabo una empresa de tal dimensión. Pero lograr su funcionamiento plenario para 1992, ¿no supondría una de las más fecundas aportaciones a la realización de latinoamericanismo práctico? Una gran universidad moderna, bien dotada, abierta a la docencia de maestros del saber de ambos continentes que procedan de nuestra cultura; libre en su misión, alcance y contenido; con cátedras accesibles a figuras relevantes que profesen cursos temporales; renovadora de un sentido integral del hombre, que forme ciudadanos capaces de asumir los problemas que trae consigo la nueva era que se inicia. en el mundo, ¿no es precisamente la institución que daría definitivo impulso a la cooperación de los pueblos iberoamericanos? Ortega definió en su Misión de la Universidad la cultura como el sistema de ideas vivas que cada tiempo posee y desde las cuales vive. Y que al mismo tiempo constituyen el suelo donde se apoya la existencia del hombre. Enseñar ese repertorio de efectivas convicciones es una de las funciones integradoras de la misión universitaria.

Levantar ese instrumento cultural iberoamericano regido en común, sostenido por el esfuerzo de todos con entera y efectiva autonomía, es, a mi entender, un proyecto de alta conveniencia que tendría una extensa y dilatada continuidad.

Tenemos pasado, raza y lenguaje propios. Nos falta un programa atractivo de futuro para que nuestro mañana colectivo sea una realidad. Llenemos ese quehacer con empresas viables que produzcan los resultados finales que anhelamos. La comunidad iberoamericana será un punto de llegada en el que confluyan muchos cauces diferentes por los que discurrirán los ríos de la cultura hacía el mar de la libertad.

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