Tribuna:

Espía mío

Un funcionario soviético de la oficina marítima ha sido declarado persona non grata: España cuenta así con un espía oficial menos y con decenas de espías oficiosos que continúan sus labores tan campantes. En nuestros tiempos el Poder no reside ya en la fuerza bruta, y ni tan siquiera, aunque sin duda influye, en el dinero. Ahora la información es el intríngulis, puede más el que más sabe. Por eso no es de extrañar el auge de los orejones, de los rastreadores profesionales del secreto. Los países se vigilan entre sí, los servicios secretos se husmean los secretos y los servicios m...

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Un funcionario soviético de la oficina marítima ha sido declarado persona non grata: España cuenta así con un espía oficial menos y con decenas de espías oficiosos que continúan sus labores tan campantes. En nuestros tiempos el Poder no reside ya en la fuerza bruta, y ni tan siquiera, aunque sin duda influye, en el dinero. Ahora la información es el intríngulis, puede más el que más sabe. Por eso no es de extrañar el auge de los orejones, de los rastreadores profesionales del secreto. Los países se vigilan entre sí, los servicios secretos se husmean los secretos y los servicios mutuamente, e incluso los estados se dedican a espiar sus propios interiores, de modo que los micrófonos ocultos brotan en los zócalos de las casas como flor primaveral de la electrónica.Desde 1977 hasta hoy han sido expulsados de España doce funcionarios soviéticos por tener una nariz metomentodo. De las narices de¡ Oeste no se dice oficialmente nada, porque, a fin de cuentas, la CIA y congéneres son de nuestro lado y trabajan aquí como en su casa, dando muestras, se diría, de un acendrado interés intelectual, porque se pasan el día fundando asociaciones culturales y de, cooperación hispano-norteamericana. Entre unos y otros esto anda revueltísimo de espías: es ese exuberante secretario que tramita la beca a Estados Unidos de tu hijo, o ese periodista que escribe tan poco y viaja siempre tanto.

Que España abunda en espías es hecho bien sabido. Ahora lo único que falta por descubrir es qué diantres espían todos ellos. ¿Da para tanto el volumen de nuestros hipotéticos secretos? Yo empiezo a sospechar que hoy en día lo importante no es ya la envergadura del secreto, sino el mero hecho de que exista. En este mundo en el que la información es el Poder, la sola presencia de un secreto, por tonto que éste sea, tiene connotaciones subversivas. Quizá la función de los espías sea esa, cuidar de la nueva moral, apoderarse hasta de las mas nimias confidencias, para que nada se escape de¡ control de los que Saben. ¿Quien no tiene un espía en su vida? Fíjese usted bien y descubrirá al que le ha tocado. Porque hoy todos poseemos uno que revolotea en torno nuestro a modo de Angel moderno de la Guarda, para la espiación de los pecados.

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