Cartas al director

Retiro impagado

En junio de 1981, y ya contando setenta años, mi padre, creyéndose bien cumplido ciudadano, solicitó a las oficinas de Padre Damián su retiro. Desde la, para él, histórica fecha hasta julio de 1982 hemos acudido a las mencionadas oficinas varias veces en solicitud, que no exigencia, de información sobre la pequeña renta para sobrevivir. Siempre nos atendieron señoritas perfectamente inmutables que ofrecían su aprendida cantinela: "No podemos informar personalmente, recibirán comunicación por escrito". Y sí, nos escribían, siempre con el estribillo "se espera confirmación de nuestra cent...

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En junio de 1981, y ya contando setenta años, mi padre, creyéndose bien cumplido ciudadano, solicitó a las oficinas de Padre Damián su retiro. Desde la, para él, histórica fecha hasta julio de 1982 hemos acudido a las mencionadas oficinas varias veces en solicitud, que no exigencia, de información sobre la pequeña renta para sobrevivir. Siempre nos atendieron señoritas perfectamente inmutables que ofrecían su aprendida cantinela: "No podemos informar personalmente, recibirán comunicación por escrito". Y sí, nos escribían, siempre con el estribillo "se espera confirmación de nuestra central sobre coeficiente aplicable en relación con los dos años de cotización más favorable". El pasado julio, mi padre fallecía sin poder secar el sudor de toda su vida de trabajo con ninguno de los billetes papelmoneda que debe tener guardados para él nuestra tantas veces escarnecida Administración. Por temor a que la nueva situación de viudedad de mi madre complicara más a los doctos en la materia, se nos aconsejó no solicitáramos ésta hasta que no estuviera en nuestro poder el pago del año atrasado. Cinco meses más han pasado, seguimos recibiendo nuevas notificaciones con igual texto y mi madre va alimentando su dolor entre la rabia, la impotencia, la necesidad, la desesperación, la incertidumbre y la sombra de su propia muerte. /

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