Tribuna:

Moral y surrealismo

Ahora que ha muerto Louis Aragon (magistralmente glosado en estas páginas por Alvarez Ortega, el último surrealista español, amigo mío muy querido a quien yo corregía galeradas por las pensiones, en la impaciencia de leerle), es quizá el momento de decir lo obvio: que el surrealismo fue una moral. He escrito en esta columna, el otro día, que el psocialismo es un neorromanticismo por arriba y un regeneracionismo por abajo (incluso un arbitrismo por -los costados) Cada siglo tiene su romanticismo generalmente en las primeras décadas, y el de nuestro siglo fue el surrealismo....

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Ahora que ha muerto Louis Aragon (magistralmente glosado en estas páginas por Alvarez Ortega, el último surrealista español, amigo mío muy querido a quien yo corregía galeradas por las pensiones, en la impaciencia de leerle), es quizá el momento de decir lo obvio: que el surrealismo fue una moral. He escrito en esta columna, el otro día, que el psocialismo es un neorromanticismo por arriba y un regeneracionismo por abajo (incluso un arbitrismo por -los costados) Cada siglo tiene su romanticismo generalmente en las primeras décadas, y el de nuestro siglo fue el surrealismo. André Breton, creador y pontífice de la escuela, como el ahora fallecido Aragon, contraen compromisos históricos y políticos muy ciertos, éticos, y precisamente en nombre de esa ética, rompe luego Breton con Stalin, pasando a moralizar por libre. En nombre de esa ética, asimismo, se expulsa del grupo a Salvador Dalí (el brazo ejecutor fue el ahora fallecido Aragon), uno de los más cruciales surrealistas pictóricos y literarios, pero cuyo cinismo hedonista no iba con el sentido ascetal de lo que se pretendía. El surrealismo es un puritanismo. Es el puritanismo inverso, contrapuritano y antiburgués, e incluye el culto (teórico) a una sola mujer (Nadja, Elsa Triolet, Gala) y el sincretismo literario entre marxismo y psicoanálisis, aunque Freud llegó a decir:- No entiendo lo que se proponen estos muchachos.

En España, Vicente Aleixandre, uno de los más grandes surrealistas europeos, mantiene durante muchos años una actitud ética exenta, un exilio interior que finalmente sería saludado con el Nobel. Aleixandre se ha defendido siempre de su calificación de surrealista, alegando que él jamás practicó la escritura automática, pero es que la escritura automática no la ha practicado nadie -ni Breton, ni Santa- Catalina de Siena- más de cinco minutos

Toda la generación del 27, que viene de don Francisco Giner de los Ríos a través de Juan Ramón está pregnada de moralidad cívica y amoralidad literaria, como los surrealistas franceses de moralidad revolucionaria. En García Lorca, en el primer Cernuda, en Gerardo, en algunos momentos de Dámaso, en Larrea hay surrealismo de Europa. Más de una vez he escrito que el 27, esteticista (deshumanizado, según diagnóstico genial de Ortega), sólo lo es por rubor intelectual. Ya no van a moralizar directamente, como Machado, pero su actitud cívica y colectiva, su conducta grupal, es puramente institucionista. Son el santoral laico de nuestra literatura contemporánea. Pablo Neruda el gran surrealista de América con Residencia en la tierra, se incorpora al grupo en Madrid y, en seguida, a la moral revolucionaria de la guerra y la paz. Lo que muere en Louis Aragon es un santo ateo del siglo XX, que se obliga a creer (en la revolución rusa) más allá de la evidencia contradictoria, hasta mineralizarse en la fe. Como un beato cristiano. El surrealismo es una contramoral respecto de la moral burguesa, un encuentro con el hombre interior, el hombre dormido, y toma los sueños como un discurso más sincero que las verbalizaciones diurnas. Todo esto no es posible sin Freud, claro, sólo que en Freud o Jung hay elementos y tics conservadores, tradicionales, que tiran de ellos hacia atrás, mientras que los surrealistas, en España, Francia o Italia, lo dicen todo. Y empiezan por destruir el lenguaje convencional, burgués, el discurso que no enuncia, sino que renuncia, bien sea coloquial o literario.

Los neosurrealistas españoles, los jóvenes surrealistas de ahora mismo, que los hay en toda actividad creadora, también oponen una contramoral adolescente a la moralidad establecida / dominante, y, cuando tienen que expresarse, ácratas, neoizquierdistas, pasotas y marginales se expresan en surrealista.

El novelista García Badell me habla en navidad de la trascendencia, el gran tema de sus libros. Yo le diría que, de Sartre a Aragon, de Adorno a Aleixandre, lo de nuestro siglo es una trascendencia hacia adentro, hacia el interior del hombre / dios futuro de Rilke y Juan Ramón. Socialismo / surrealismo coinciden en que "hay otros mundos, pero están en éste".

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