Tribuna:

Con muchísimo respeto

"Con todo respeto, pero también con absoluta sinceridad ...... "Con prudencia, pero también con todo rigor...". Tal viene siendo la fraseología de Felipe González y sus colaboradores durante estas últimas semanas. Inflación, pienso yo, de frases adverbiales, con las que se expresa un temor a los verbos desnudos que expresan opiniones desnudas. No se trata, en esta fraseología, de adverbiar para matizar lo que sería la grandeza de un pensamiento que no se quiere abstracto; un halo de terror y de ambigüedad se percibe, por el contrarío, en este tipo de expresiones. ¿Por qué decir de algo que se ...

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"Con todo respeto, pero también con absoluta sinceridad ...... "Con prudencia, pero también con todo rigor...". Tal viene siendo la fraseología de Felipe González y sus colaboradores durante estas últimas semanas. Inflación, pienso yo, de frases adverbiales, con las que se expresa un temor a los verbos desnudos que expresan opiniones desnudas. No se trata, en esta fraseología, de adverbiar para matizar lo que sería la grandeza de un pensamiento que no se quiere abstracto; un halo de terror y de ambigüedad se percibe, por el contrarío, en este tipo de expresiones. ¿Por qué decir de algo que se dice que ello se expresa "con toda sinceridad"? ¿Es, pues, presumible, que usted, en general, no habla sinceramente? Desde luego que sería bueno, en el plano lingüístico, que no es moco de pavo, pues lo que en él se produce lleva un gran arrastre de significaciones, se notaran también algunos síntomas del tan enunciado cambio, pues el uso de tics en la expresión de presuntas ideas es una práctica que pertenece a lo peor de lo que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida (hasta la expresión falangista "voluntad de servicio" se ha escuchado durante las últimas horas). "Con toda la prudencia" que ustedes se hayan propuesto -pero sin martirizarnos una y otra vez con declaraciones de prudencia-, dígannos lo que piensan de las cosas y explíquennos lo que proyectan hacer, sobre todo lo que pueda merecer, entre sus proyectos, la calificación de socialista, es decir, lo que implique alguna diferencia con el pasado: lo que justifique la apuesta por un cambio, sobre el que ustedes montaron su propaganda electoral.Como persona moderada y reflexiva que soy, no puedo por menos de considerar a renglón seguido que algo de injusto hay en mi crítica sobre la indeterminación de sus proyectos políticos. En realidad, en muy pocos días han superado, en su práctica, lo peor que se podía temer de ustedes desde, precisamente, ese ansia de profundo cambio que sí es , en verdad, un anhelo generalizado entre los ciudadanos que se sienten, son o están españoles. En un pequeño repaso, a vuela pluma, de las primeras jornadas del Gobierno del PSOE, empezando por la falta de cualquier contenido socialista en el discurso de investidura de Felipe González, podemos anotar las estremecedoras primeras salidas del ministro del Interior, señor Barrionuevo, al palenque social-político. Altanero silencio ante un hecho grave, como el abatimiento a tiros de una persona que, sin duda, pudo ser detenida (aunque uno se imagina los horrores que se ha evitado con su muerte, dado que el mismo ministro ha declarado que no va a rectificar nada de las excelentes prácticas policíacas cumplidas hasta ahora bajo la dirección de sus antecesores en ese Ministerio, cuyo historial sombrío, en el terreno de la Seguridad del Estado, no vamos a recordar aquí), para

unos días después aplaudir sin la menor reserva ese episodio de muerte, o, en fin, su visita a este País Vasco para declarar en los acuartelamientos de la policía que ésta es aquí la vanguardia de las ideas constitucionales (en otras palabras, creo que más duras, se expresó el señor ministro: estoy citando de memoria), y anunciar el establecimiento de nuevos acuartelamientos en distintas localidades.

En cuanto al mismo Felipe González, lo hemos visto en un acto en honor a los caídos del sistema, en el ambiente cálido y constitucional de la División Acorazada (al día siguiente, ¿qué son unas rositas sobre la tumba del Abuelo? Dios mío, qué vergüenza habrán sentido muchos socialistas). ¿Pero qué decir de la sonora voz del flamante ministro de las Fuerzas Armadas cantando a voz en cuello el himno de la Infantería española: "Ardor guerrero vibra en nuestras voces / y de amor patrio henchido el corazón...'T No, no; es demasiado para mi enfermiza sensibilidad de hombre, moderado, eso sí, pero de izquierda de toda la vida, por así decirlo. Por lo demás advierto, con no poco pasmo, que banqueros y empresarios comentan con dulzura y comprensión las medidas y los proyectos de don Miguel Boyer; e, ignorante de mí, me pregunto qué ha pasado en el mundo para que la lucha de clases, sin pasar por traumáticos procesos revolucionarios -sin duda, temibles- haya sido abolida, ¿quizá superada? Seamos justos: algunas medidas avanzadas sí se han puesto en marcha ya, en el campo de la Sanidad: el personal sanitario, a partir de ahora, tendrá que cumplir la legislación, sobre horarios e incompatibilidades, promulgada en 1966. (¿Quién reinaba por aquellas fechas en España y sus alrededores?) Queda por fin, en este breve repaso de un ignorante lector de periódicos, una esperancilla puesta en el hecho de que parece ser que, efectivamente, en el tema de la OTAN se ha procedido a una congelación. Sólo hay un detalle que nubla mi débil alegría a este respecto, y es que me digan que, en los medios de la OTAN, la posición del ministro español ha sido acogida con simpatía. ¿Entonces cómo ha sido la cosa? ¿Les ha parecido muy bien que el Gobierno español actual haya mostrado su opinión contraria a la integración en el famoso bloque? No parece una hipótesis demasiado razonable, pero, en cuanto a mí, para no hundirme en el mayor de los desánimos, me apunto a la idea de que, por lo menos, se marcarán distancias con relación al militarismo atlantista. Algo es algo, vamos, digo yo.

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"Con todo respeto, pero también con toda sinceridad... ".Recuerdo que estos días me ha venido varias veces a la memoria un pasaje memorable de una gran obra de teatro clásico español, en la que, precisamente, se establece un conflicto entre el poder militar y el poder civil (el poder municipal en este caso, concretamente). Es El alcalde de Zalamea, de don Pedro Calderón de la Barca. Allí hay un momento en que el capitán reclama de Pedro Crespo que lo trate con respeto. A lo que el buen alcalde dice a sus compañeros que, efectivamente, lo traten con respeto: "Con respeto le tratad...". Y le anuncia que va a ser tratado con gran respeto en todo momento, pero también que, si resulta culpable de transgresión al orden moral-civil... "con muchísimo respeto, os he de ahorcar, vive Dios".

A la luz de lo que se está produciendo en estas primeras jornadas de la gobernación del PSOE, uno se teme que los ahorcados sigan siendo los de siempre, y, por cierto, con la misma falta de respeto de siempre. Yo esperaba, por ejemplo, que, por lo menos, el tema de la tortura fuera objeto de atención de los nuevos dirigentes del Estado; pero ya sólo pavor me produce lo que pueda suceder, a partir de ahora, bajo la dirección del señor Barrionuevo.

Con todos los respetos, pero también con la mayor sinceridad, queda dicho lo que antecede, por un modesto observador de una realidad que cada vez le parece más sombría, sobre todo en la medida en que apunta a un cada vez más grave empeoramiento de las cosas.

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