Visita de Juan Pablo II a España

Una avería en el vehículo especial obligó al Papa y su séquito, en Granada, a viajar en autobús

La estancia de Juan Pablo II ayer en Granada, ciudad que estaba previsto que duplicara su población con la visita del jefe de la Iglesia católica, se inició con un ligero contratiempo: una avería en el papamóvil obligó al Jefe del Estado vaticano a presentarse ante la Virgen de las Angustias, donde le esperaba la Corporación municipal, en un autobús de viajeros de la empresa Alsina-Graélls, muy conocida en Andalucía porque une muchos de sus pueblos. El autobús, con Wojtyla y los obispos a bordo, tuvo que hacer varias maniobras para llegar a la basílica de la patrona de Granada, por un recorrid...

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La estancia de Juan Pablo II ayer en Granada, ciudad que estaba previsto que duplicara su población con la visita del jefe de la Iglesia católica, se inició con un ligero contratiempo: una avería en el papamóvil obligó al Jefe del Estado vaticano a presentarse ante la Virgen de las Angustias, donde le esperaba la Corporación municipal, en un autobús de viajeros de la empresa Alsina-Graélls, muy conocida en Andalucía porque une muchos de sus pueblos. El autobús, con Wojtyla y los obispos a bordo, tuvo que hacer varias maniobras para llegar a la basílica de la patrona de Granada, por un recorrido de calles estrechas.

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El Papa se encontró ayer, en el polígono de Almanjáyar, barrio nuevo en el que habitan unas 6.000 personas de clase media baja, principalmente, el altar más lujoso que le han hecho hasta ahora en su visita a España. En un barrio sin zonas verdes, colegios ni mercados y con las calles a medio iluminar -el arzobispo local recordó a Wojtyla que era una zona pobre de Granada- se levantó un enorme podium con dosel rojo y oro y un valor incalculable obras de arte: Una talla policromada de Cristo cruficado y una Virgen de la Soledad, ambas del siglo XVII; dos tapices flamencos del museo de la catedral; la candelería de plata de esta misma iglesia; el sillón catedralicio utilizado en las procesiones del Corpus y la cruz de orfebrería de plata del siglo XVI de la antigua colegiata de Santa Fe, entre otras obras.Era la segunda vez, después de la celebración del Corpus, que, según comentaban los vecinos de Almanjáyar en la Prensa local, observaban un derroche de instalaciones en el barrio sin que fuera a revetirles después a ellos.

En un cuarto situado detrás del altar, 2.000 rosas colocadas por 1.000 matrimonios recordaban al Papa que cada uno de ellos había confesado, sacramento este con el que Juan Pablo II pide que se preparen sus visitas, según informó un estudiante de la universidad de Navarra.

Aunque los varios cientos de miles de personas -300.000 se calculaba que caben en la explanada- acudieron con la misma o mayor profusión de pancartas que en otros lugares -estaban previstos de 40 a 60 partos prematuros, provocados por la emoción, según publicó la Prensa local- no tuvo el acto de ayer el calor y la comunicación que se han visto en otros momentos de este viaje, pese a la presencia de la tuna y la hermandad de la Gloria de Nuestra Señora del Rocío que, con basta de cola, trajes cortos y guitarras rezaron por sevillanas un rosario previo que fue transmitido por la megafonía. En primera línea del público, una pancarta ponía una nota de casticismo andaluz: Juan Pablo II, olé la madre que te trajo al mundo.

La homilía a los educadores en la fe que el Papa pronunció ayer fue quizá algo dispersa a juzgar por las reacciones del público, con constantes citas a la revelación y a San Pablo cuando dijo "¡Ahí de mí si no evangilizare". No obstante, Juan Pablo Il fue interrumpido muchas veces por aplausos y canciones, especialmente cuando mandó un abrazo y pidió que rezara por él a ese "vasto e importantísimo sector de los educandos en la fe: los niños", pero dió la impresión de que la gente, bastante distanciada ya físicamente del altar, montaba su propio griterío y festejo en honor del obispo de Roma al margen de lo que este dijera.

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El Papa habló de la necesidad de potenciar "la educación en la fe, impartiendo una formación religiosa a fondo" y durante toda la vida y, aunque citó a los padres como "primero catequistas de sus hijos", añadió que "no puede dejar de tenerse en cuenta la transmisión del mensaje de salvación con la enseñanza religiosa en la escuela, privada y pública". Wojtyla matizó aquí que habrá de impartirse esa enseñanza con la debida discrección, con pleno respeto a la justa libertad de conciencia, pero respetando a la vez el derecho primordial ' de los padres".

Un casticismo más del pueblo andaluz, mientras ofrecían a Wojtyla productos de la tierra: El grito ¡Viva la madre del Papa! fue de los más respondidos.

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